Conductores y viajeros celebraron este miércoles el día de su santo patrón, San Cristóbal. La puerta de la capilla de Santa Fe de Palma acogió la habitual bendición de coches. Como excepción por este día, el Ajuntament de Palma permitió el tránsito de automóviles en el barrio, suprimiendo durante unas horas las restricciones de la zona Acire. Además, y coincidiendo con la fiesta patronal, el Club d'Esplai de Sa Calatrava festejó ayer su XXXV aniversario.
En esta ocasión, el rector de la iglesia de Santa Eulalia, Antoni Dols Salas, y el joven cura Julio Barcudi fueron los encargados de bendecir a los vehículos durante toda la mañana, y desde las 16 hasta las 18 horas. Barcudi, el antiguo sacerdote de La Vileta, llegó hace pocas semanas de Roma, dónde estudia las sagradas escrituras de la Biblia.
La mañana transcurrió tranquila. Algunos coches particulares, varios vehículos clásicos y muy pocos taxistas. Parece ser que la tradición del gremio se pierde con el paso de los años. Vecinos del barrio recordaban la festividad de años anteriores. «Antes hacían cola para bendecir a los coches», apuntaba uno de los viandantes.
La aparición singular de un coche clásico con casi cien años de historia dejó boquiabiertos a los presentes. Su dueño, Pedro Mas, no se pierde la fiesta patronal desde hace dos décadas. Otro vehículo rojo, que data de 1967, también sorprendió a los religiosos. A las 19 horas tuvo lugar una misa solemne presidida por Antoni Dols, en la iglesia de Santa Fe. Al finalizar la ceremonia, Salvador Bonet, cofundador del Club d'Esplai de Sa Calatrava ofreció un pregón en el que reivindicó más participación ciudadana.
Para acabar la tarde, los integrantes de la asociación se trasladaron a Can Alcover, la casa-museo del ilustre poeta calatraví Joan Alcover, donde disfrutaron de rock catalán y vino dulce. Asimismo, tuvieron la oportunidad de degustar los mejores cremadillos de Ciutat Antiga, de la Vida Dolça, herededos del célebre Miquel d'es Forn de sa Pelleteria.
35 años de historia
Un día como hoy, hace 35 años, la monja Gloria Aleza, el seminarista Manolo Montero y el calatraví Salvador Bonet fundaron el Club d'Esplai de Sa Calatrava. La entidad se gestó en un momento en el que la mala fama rodeaba la zona, y llegó al barrio para proporcionar un espacio seguro de encuentro entre vecinos y, también, niños. Con la finalidad de « fer poble», monitores y voluntarios, entre los que destacó Maria del Carme Fernández, pusieron en marcha un proyecto educativo de opción social, pedagógica y de Fe. Importante fue la labor de la religiosa soriana Gloria Aleza, quien diseñó el logotipo y compuso el himno de l'Esplai.
Desde su fundación, la sede ha pasado por tres ubicaciones distintas. Entre las actividades realizadas los sábados, por aquel entonces, triunfaron los juegos, bailes, teatros, shows itinerantes y las canciones entre los más de 40 niños inscritos.
Más tarde, Toni Vadell, un seminarista de Llucmajor, se incorporó a la asociación para transmitir gran entusiasmo a un grupo que no tenía local debido al desalojo de 1994. Fue precisamente este estupor el que, más tarde, llevaría al exobispo de Mallorca Teodoro Úbeda a cederles su actual local de la calle Calders. A partir de entonces, el Club d'Esplai de Sa Calatrava sobrevive a base de donativos y cuotas de inscripción, sin subvenciones públicas.
Durante el curso 1995-1996, las puertas de la entidad acogieron a menores tutelados y niños del barrio de Son Banya. Algunos usuarios del Projecte Home también llegaron en esos años para formarse como monitores voluntarios, hecho que Bonet califica como una «colaboración magnífica». El campamento de verano y las fiestas populares de Sa Calatrava son otras de las actividades favoritas del público más joven del vecindario.
Sin embargo, algo está cambiando en los últimos años. «La euforia turística nos hace morir de éxito», afirmó ayer tajante Salvador Bonet, fundador y exdirector del club. Al parecer, los niños escasean en el barrio. En la actualidad, más de 50 niños están inscritos en el Club d'Esplai de Sa Calatrava, el 10 % de los cuales se encuentran en proceso de integración social. Por otro lado, la subida del precio de la vivienda y, con ésta, la llegada de nuevos residentes habría provocado la desaparición de la «vida vecinal», según Bonet.