David Triay (Es Castell, 2008) es un fenómeno. En todas las acepciones de la palabra. Porque este adolescente inquieto, «emocionalmente inteligente» -dice su madre, ha logrado que aquello que graba a diario desde hace siete años con sus amigos, sus padres o, sobre todo, sus abuelos, sea visto por millones de personas en todo el mundo. Sí, sus seguidores se cuentan ya con seis ceros: 2'9 millones en Tik Tok, 2 millones en YouTube, 1'1 en Instagram…
‘El Cromas', el alter ego que se inventó al editar sus primeras grabaciones sin fondo, logra que sus vídeos sumen cada mes entre 50 y 100 millones de reproducciones entre todas las redes. Actualmente, no hay otro adolescente menorquín más internacional.
Nominado a los premios Ídolo, le reconocen y paran en la calle hasta cuando viaja con su familia a París, y ya tiene un libro-comic propio, «Un gato-alien en mi jardín», del que firmará ejemplares en la Casa del Libro de Madrid los días 8 y 9 de junio. Recientemente, también estuvo promocionando la película de terror «Imaginary» para Universal Pictures, con la que contactó a través de la agencia Bluesky.
Contratado por diversas marcas, ha salido haciendo una ouija con su padre y promocionando a su lado las pizzas «que le hacen feliz» (Domino's Pizza). Con su abuela Satur, a la que viralizó tras grabarse yendo juntos de compras al supermercado, promocionó las pipas de lenteja de Grefusa y ahora tiene otras tres ofertas publicitarias sobre la mesa, «una de ellas especialmente potente, de impacto». Pero aún ninguna gran empresa o institución de la Isla le ha tanteado como imagen comercial.
La productora Rosa dels Vents le propuso pasar 15 días en Estocolmo y grabar contenido para ellos, pero rechazó el ofrecimiento. David «ya tiene un caché» y puede elegir lo que más le conviene.
«El director de marketing de Universal nos lo dice: ‘David, todo lo que toca lo convierte en oro'. Gana más él que yo trabajando dos meses seguidos de enfermera en el hospital», cuenta su madre Marta, a quien también reconocen a diario médicos, enfermas y pacientes. «Hoy me han pedido por él hasta en el autobús», relata. «Hay momentos que me da hasta rabia. ¿Cómo puede ser que a este chico le salga todo siempre bien?».
Su padre, Jaume, es ingeniero. Ambos le gestionan los contactos y responden los numerosos correos y mensajes que recibe. Los «guarros», que ignoran, los de aprovechados que le piden dinero y también los de chicas que se le ofrecen de mil maneras para poder ser su novia. Aunque David no piense, por ahora, en tener pareja, «porque le acabaré dedicando más tiempo a ella que a mí y sé que todo es temporal».
Autoexigente y precoz
Marta dice que a los seis meses David ya hablaba y que sus primeras palabras, «hola» y «cavall», las balbuceaba guiñándole el ojo a las mujeres.
«Es muy inteligente emocionalmente. Es responsable y tiene los pies en el suelo, pero a veces le veo sufrir porque se exige demasiado», cuenta. Y David asiente, con la entereza de un adulto. «El problema es que sobrepienso demasiado, y eso no me gusta. Soy demasiado consciente de todo», aunque procura no presionarse. «Dedico a esto todas las horas que puedo y más pero, si un día no tengo ganas o no se me ocurre nada, no grabo, porque sé que así no te salen las cosas. No soy un robot».
El chico que se «exagera» a sí mismo «un 10 por cien» para convertirse en El Cromas desprende una seguridad aplastante. ¿A quién admiras? «A mí». ¿Y qué te gusta de ti? «Todo. Estoy convencido de que, si pudiera dedicarme a una sola cosa, acabaría siendo el mejor en eso».
Cuando jugaba a fútbol en las categorías inferiores del Villacarlos, el Real Madrid le contactó para que hiciera una prueba, pero David finalmente no acudió. No se arrepiente de no haber querido emular a Raúl o Bellingham, «porque si no, hoy no sería El Cromas», pero tiene claro que, «si entonces hubiera tenido la mentalidad de ahora, estaría jugando en el Real Madrid».
La fama que ha ganado pese a su temprana edad ya no le permite salir de casa sin que algún grupo de chicos le pare y quiera hacerse un selfie con él. Tanto que, cuenta, los chavales le «perseguían» cuando vivía en Sant Lluís y una noche de Halloween tuvo que esconderse en un restaurante en Maó.
Es para creerle. En la escasa hora que dura la entrevista, no menos de tres chicos le pedirán hacerse una foto con él. Y David, que lo tiene ya tan interiorizado, coge él mismo el teléfono móvil, levanta el brazo y dibuja una fotogénica mueca ante el objetivo. Amable, da las gracias y vuelve a sentarse.
Una casa en el campo
Pese a su incuestionable éxito, el joven creador audiovisual huye del tumulto. Detesta las discotecas y las aglomeraciones de las grandes ciudades y sueña con comprar -y comprarle- una casa de campo con animales a su familia. Como la que tenían sus abuelos y de la que tuvieron que salir, pero mejor. «Y no en Menorca». Prefiere Asturias, «donde hay mucho campo, o en las afueras de Barcelona y Madrid».
Su madre piensa que, como tiene tanta afición a editar vídeos, le vendría bien dedicarse al Bachillerato Artístico, pero David no lo ve tan claro. Sí le haría gracia estudiar filosofía el próximo curso y convertirse algún día en actor, pero dice que «primero hay que probar las cosas para saber si te gustan».
Cuando se pone a grabar, él lo dirige todo. Menos en los bloques diarios, que sube a Tik Tok para resumir cómo ha sido su jornada, le gusta tener el guion y la idea clara de lo que pretende mostrar. Hace muchas tomas, porque «soy muy perfeccionista», y se enfada si sus padres, su hermano Marc (19 años) o quien le esté grabando en ese momento no coge el plano que había imaginado.
Cuando termina de montar, agradecido, invita casi a diario a comer a sus amigos Dani y Teo. Y aparece también a menudo junto a las mascotas de casa. Su perra Laika y el gato Calcetines son dos habituales en los rodajes, aunque también ha grabado con los otros mininos: Simba, Zoririto y Saltitos.
Todo tiene cabida en el universo Cromas. Una aventura que inició por diversión cuando su familia aún vivía en Maó y que ha llevado consigo en sus posteriores lugares de residencia: Es Castell, Sant Lluís y, ahora, Ciutadella. Siempre conectado al mundo.
Creador de contenido
«Él hace el guion, lo edita... todo está en su cabeza», dice Marta, quien alaba «la facilidad con que es capaz de darle la vuelta a todo. Si algo le sale mal, nunca se hunde. Hace poco le piratearon la cuenta del Youtube y lo pasó mal». «¿Y qué hice?», interviene él. «Pues nada, seguir grabando».
Cada vez se fija más en los detalles y utiliza mejores herramientas. Ha pasado del sencillo editor del móvil, Capcut, a uno más avanzado, el Premiere Pro, que usa en el ordenador para montar sus vídeos. Y se reivindica como creador de contenido. «Los tiktokers imitan a otros, no crean nada. Y yo quiero, busco, que todo lo que haga se recuerde. Quiero que tenga sentido».