El pasado 22 de diciembre, en un juzgado de Palencia, se casaron Silvia Salas y Nando Torres. Ambos, desde hace una temporada, viven en una aldea de ocho habitantes próxima a esta capital de Castilla y León, a donde se han ido para buscar nuevas oportunidades.
Tal y como nos comentaron, iban a repetir la ceremonia de la boda en Mallorca, pero esta vez con los familiares de ambos, «así uniríamos las dos familias», aseguró Silvia. Momento en el que Nando añadió visiblemente emocionado: «Y yo, que no tengo hijos, me hago a la idea de que Alejandro, el hijo de ella, es como si fuera el mío. El padre de Alejandro, Fran Francés, se desentendió de él y no hemos sabido nada hasta hace poco, desde que está enfermo. Alejandro me la entregó antes de la comenzar la ceremonia y es como si fuera mi hijo. Es más, quiero que sea mi hijo...».
La ceremonia tuvo lugar en Santa Ponça, cerca del mar, «que es lo que más echamos en falta en Palencia, ciudad que nos encanta. Por eso vamos a seguir ahí, esperando a que nos llegue la oportunidad de trabajar en lo que más nos gusta, el teatro y la televisión, cosa que no hemos podido hacer en Palma –lamenta Nando–, y es que, ¿sabes lo que me dijo una persona de IB3? Que no tenía nada que hacer allí, pues mi deje era menorquín. ¿Te imaginas? Que hable con deje menorquín con mi cuñado, que es de allí, no quita que yo hable perfectamente el idioma de la isla... La verdad es que le ‘monté un pollo', pero no sirvió de nada. Todo lo contrario... Porque luego te traen a uno de Valencia u otro porque ha estado en Telecinco y le dan trabajo. Y a Silvia le pasa igual. Ha trabajado en televisión, en series cono Policías, Manos a la obra... Ha participado en programas del corazón como Salsa Rosa, Sálvame, A tu lado, Viva la vida... Ha debatido con quién le hayan puesto delante y pues que en Palma tampoco nada. Así que nos hemos ido a vivir a Palencia con la esperanza de encontrar las oportunidades que aquí no nos han dado».
Volviendo a la boda, Silvia lució un vestido blanco, «que me compré en internet, donde hay prácticamente de todo, y como me gustó, me lo quedé». ¿El momento más emocionante de la celebración? «Sin duda, al menos para mí –recuerda Nando– fue cuando ella bajó por la escalera del brazo de su hijo, quién me la entregó. En ese momento me sentí el hombre más feliz del mundo, cosa que hice saber en voz alta a todos: la tenía a ella y a él le consideraba el hijo que nunca tuve».
«Para mí, aparte de ese instante que me emocionó mucho –dice Silvia, refiriéndose al anterior episodio–, también me gustó que estuviesen las dos familias reunidas... Ver que las estábamos convirtiendo en una sola».
El Camino, de noche
Este miércoles, alrededor de 220 rocieros pertenecientes a la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Palma, viajarán a la aldea del Rocío (Huelva), donde les aguarda la llamada ‘avanzadilla'. Esta estará encabezada por Sergio David, presidente de la Hermandad desde hace cinco años, que ha adelantado el viaje para llevar al Sin Pecado y preparar la casa, a fin de que cuando llegue el grueso de peregrinos esté todo dispuesto. Vamos, que no falte de nada.
Los rocieros de la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Mallorca se albergarán en la casa oficial de la Hermandad que está según se entra en la aldea a la derecha, y en otras cinco casas. Llegarán hasta la ermita a postrarse ante la Virgen movidos por la fe, por visitarla y honrarla, y por estar presentes en todos los actos más importantes que a lo largo de esta semana se desarrollarán en aquel lugar. Entre ellos el Camino desde Almonte al Rocío, a pie, siguiendo a la pareja de bueyes que va tirando del Sin Pecado, y que en esta ocasión se hará de noche, junto con otras tres hermandades. Otro de los actos que ningún rociero quiere perderse es el salto de la verja, realizado por jóvenes almonteños, para sacar a la Virgen y llevarla a lo largo de la madrugada y durante la mañana que sigue a esta por todas las Hermandades, donde se le reza y canta.
Son unas horas indescriptibles que hay que verlas o, mejor dicho, vivirlas, para que uno se de cuenta de lo que significa el Rocío, que nada tiene que ver con los ‘otros Rocíos', el de los famosos por ejemplo, donde lo material está por encima de lo espiritual. Todo lo contrario que en este caso.
El Rocío no termina en la aldea, visitando a la Blanca Paloma, que es como también se llama a la Virgen, y asistiendo a los actos programados, sino que el rociero, que es también símbolo de solidaridad, está ahí siempre. Y lo hace ya bien directamente o colaborando con entidades y asociaciones solidarias cuyo único objetivo es el de ayudar a personas que viven en el umbral de la pobreza.