Pedro José Gordo Martín, nacido en Palomero (Cáceres), pero residente en Palma desde hace 26 años, es sacerdote agustino. Y lo es desde el 29 noviembre de 1997, cuando fue ordenado en Salamanca. Hoy reside en el centro de los Agustinos, de la calle Socors de Palma, junto con otros siete agustinos. Gordo, que tanto por su estatura como por su volumen no pasa desapercibido, es muy querido y respetado por parte de los alumnos y profesores, con quienes está en contacto a diario.
«Cuando le conozcas –nos dijo Mica Cañellas en la mañana que le acompañamos al mencionado centro a que diera una charla a los alumnos sobre alcoholismo y drogas–, verás que es una persona muy amable y cercana». Y así fue. O mejor dicho, así es.
El sacerdote, que siguió con atención la charla de Mica a los alumnos de ESO, señala que «fue muy interesante, y es que Mica habla desde su propia experiencia. Y lo hace una vez que ha superado la dificultad».
Aparte de su función en el colegio San Agustín como director general del mismo y profesor de religión en la ESO –«aunque el centro funciona solo… Los laicos lo llevan muy bien», dice–, es responsable de todo lo relacionado con la Pastoral (catequesis, grupos juveniles...). Además, es el entrenador del Imprenta Bahía-San Agustín, de la categoría infantil femenina, «y también doy charlas y celebro misas en parroquias sustituyendo a sacerdotes». Pero esto no es todo, ya que Gordo también es el director espiritual del Seminario Mayor de Mallorca, «centro que solo cuenta con siete seminaristas, más dos o tres que tratan de entrar».
Crisis vocacional
«Pocos, ¿no?», le decimos. «Sí, pocos, y la mayoría, extranjeros. De Guinea Ecuatorial, Colombia, Irak… ¿Que por qué tan pocos seminaristas? Por una simple razón: hay una crisis vocacional a causa de la crisis de religiosidad que existe a día de hoy en la familia». Y para reforzar el dato, nos añade otro más: «Hasta no hace mucho, se nos apuntaban a catequesis para hacer la primera comunión unos 50 niños, a día de hoy, como mucho, solo se apuntan entre 18 y 20».
«¿Podría ser también otra de las causas de la crisis vocacional sacerdotal el celibato?», le preguntamos. El Papa –señalamos– parece que está abierto a suprimir el celibato en el sacerdocio, o al menos es lo que se dice…
«Sí, pero mientras el Código de Derecho Canónigo no diga lo contrario, no lo permita, el sacerdote no podrá casarse. Es más, no sé si el cambio llegará a producirse algún día, pero el proceso será lento, porque el problema no es el celibato. El problema está en que no hay vocación como la que había antes, y no la hay por la crisis de religiosidad que estamos atravesando».
Doble guiado
Desde hace unos días Cecili Buele, excura y expolítico, y en la actualidad felizmente jubilado, se encuentra en la localidad peruana de Celendín (Cajamarca), hasta donde ha viajado aceptando la invitación que le ha hecho el párroco, mosén Manuel Álvarez.
Ya hicimos un reportaje del viaje en cuestión y de la vida de Cecili, durante su etapa de sacerdote, cuando fue vicario en las parroquias de Sant Nicolau, Santa Catalina Thomás y l'Encarnació, además de misionero en Burundi y agente de pastoral en Perú. En esa página, publicada hace dos semanas, comentamos que tras colgar la sotana se casó en dos ocasiones y también le preguntamos si durante su viaje a Perú, por aquello de que el sacerdocio como sacramento imprime carácter (es decir, siempre será sacerdote quien lo reciba), se decidiría a decir misa, simplemente por el hecho de haberla dicho en esa tierra durante el tiempo que estuvo ejerciendo su misión pastoral… No era por nada en concreto la pregunta, sino por simple curiosidad.
Sus vivencias
A día de hoy, Miércoles Santo, no sabemos si ha dado misa, si no, si piensa decirla, o... ¡qué sabemos nosotros! Lo de la misa, ahora mismo, es lo que menos nos interesa, aunque si la dijera sería noticia, ya que no es habitual que se produzca algo así. Lo que sí nos encanta es leer a Buele compartiendo su día a día en tierras peruanas, contando con quién habla, a quién visita, adónde va, lo que come –entre otras cosas, rica sobrasada mallorquina que se ha llevado con él–, o cómo es el reencuentro con las personas que conoció antaño. Y me encanta, porque relata su viaje como si de un reportero se tratara. Como si contara el viaje de otro, cuando realmente es el suyo. Por eso recomiendo que lean su blog, Sóc un rodamón. Disfrutarán haciéndolo.
Apostilla final
A última hora de ayer, Cecili nos mandó un whatsapp desde Celendín, en el que decía lo siguiente: «Ayer fue un día muy importante para mí: después de 42 años de haber actuado como sacerdote, celebrando mi última misa como párroco de la iglesia de la Encarnación en Palma (20 enero 1982), al fin pude volver a ejercer mi sacerdocio bautizando a un adulto y confesando a una cuarentena de niños que van a hacer su Primera Comunión el próximo Domingo de Pascua. Le estoy muy agradecido a mi buen amigo peruano, P. Manuel Álvarez Zerpa, por haberme pedido que colaborara con él de esta forma. También le doy gracias a Dios por concedérmelo».
Si no estamos mal informados, Buele permanecerá en Celedín hasta mediados de la próxima semana, motivo por el que nos podría dar alguna noticia más. Por lo pronto, ha ejercido su sacerdocio bautizando a un adulto y confesando a cuarenta niños.