Trazos de lápiz tan finos como un cabello. Aplicados, sombreados, dibujados una y otra vez, en días, semanas y a veces meses de minucioso trabajo. Trazos de lápiz y sombreados de grafito tan precisos que en algún momento se unen para formar una imagen tan cercana a la realidad que es fotorrealismo. Fotorrealismo de la mano de Felipe Tenorio.
Nieto de una familia de trabajadores emigrantes españoles de la ciudad germana de Bad Segeberg, que más tarde regresó a España, creció en Madrid, pero vivió algún tiempo en Alemania. Tras siete años en la capital, Tenorio se ha trasladado ahora a Mallorca por una relación sentimental. Este economista de 33 años ha dejado su trabajo como analista en la organización que agrupa a las compañías aéreas de todo el mundo. «El cuerpo me pedía creatividad. Quiero vivir de mi arte», afirma con rotundidad el pintor en esta entrevista.
Sus obras le han dado a conocer a través de las redes sociales. «Son herramientas que antes la gente no tenía, tenía que recurrir a las galerías». Su trazo parece inspirar tanto al público que el número de sus seguidores se ha disparado hasta superar ampliamente los 100.000 en pocos meses. «Algunos sólo muestran entusiasmo, otros quieren saber más sobre mi técnica y hay quien pregunta directamente por el precio de venta de mis cuadros», dice Tenorio, que ya ha ganado premios y afirma que también está abierto a trabajar con galerías y hacer trabajos por encargo.
Inicios
Se enamoró del dibujo de niño. «Cuando me ponía nervioso en el colegio, empezaba a garabatear, a veces dibujos imaginarios que me hacía en la rodilla con los dedos». Más tarde llegó la fotografía, que le sirve ahora de plantilla para sus dibujos. A lo largo de los años, este artista autodidacta de familia amante del arte ha desarrollado su propia técnica, al principio en blanco y negro, más tarde en color, como con una buganvilla que terminó hace sólo unos días. Una planta que asocia con Mallorca. Aquí, en la Isla, lejos del ruido y el bullicio de Madrid, Tenorio encuentra la inspiración que necesita para pintar. «Me levanto por la mañana y dibujo todo el día; necesito tranquilidad y observar. Estar solo significa estar en paz. Soy perfeccionista».
Todo retrato, prosigue, «empieza por los ojos». Con las plantas es más fácil. «Ahí puedes ser un poco más creativo», añade riendo. A continuación se coloca una cuadrícula sobre el papel de algodón de alta calidad para mantener las dimensiones, antes de que lápices y bolígrafos de grafito hagan el resto durante meses. Al final, un espray especial protege las capas para que no se emborronen. «Mis obras deben sorprender e inspirar a la gente y, a ser posible, durar más que ellas».