Camaleónica y transversal, Angy Fernández acumula más de quince años en los escenarios pilotando diferentes formatos creativos. Llámenlo tablas, profesionalidad o actitud. Llámenlo X, ese factor intangible que convierte a una persona en artista. Una X cada vez más ausente entre las nuevas generaciones, con más vocación youtuber que artista. Y es que ya no basta con hacer un par de temas, ni con la ciega adulación de los fans, hay que tener carisma. De eso, precisamente, anda sobrada nuestra protagonista que en una semana, la noche del martes 30 de enero, participará en la primera semifinal del Benidorm Fest que se podrá ver en La 1. El premio, ya saben, defender al país en la próxima edición de Eurovisión. La mallorquina lo intentará con la pegadiza Sé quien soy.
Me pregunto si están en un búnker sin conexión al espacio exterior, jamás había sudado tanto para cerrar una entrevista. ¡Es más fácil hablar con Obama!
(Risas) No me digas eso...
Por como se describe, siente que ‘Sé quien soy' es un traje a medida que bucea a fondo en su propia naturaleza, en ocasiones autodestructiva…
Sabía que si regresaba a la música tenía que ser con una canción con la que me identificara, eso era muy importante para mí. He escrito la letra, habla de avanzar, de contar mi verdad, que es también la de mucha gente.
¿Ha tenido que derribar muchos muros en su camino de regreso a la música?
He tenido que derribar mis propios muros, a veces la mente te pone más muros que las personas. Sin querer, durante mucho tiempo he sido mi propia enemiga, y me ha llevado tiempo darme cuenta.
En ‘Sé quien soy' canta con mucha fuerza y determinación, pero también se intuye un punto de ira…
Es rabia. Hay un punto de rabia contra los momentos malos que me han bloqueado, pero la vida va de eso, de aprender a sortear las cosas malas.
Reconocía en una entrevista reciente que los miedos le han frenado muchas veces en la vida, ¿cómo ha conseguido desbloquear esa situación?
Mis miedos siguen aquí, pero ahora prefiero verbalizarlos. La terapia me ayuda a superar el miedo escénico, aunque aún no lo he superado del todo, pero estoy en el buen camino.
O sea, que su regreso al escenario es la culminación de un proceso de autoconocimiento, de autodesarrollo…
Sí, totalmente. Si no hubiese parado en su momento para aprender a conocerme ahora no estaría haciendo esto. Cuando me ofrecieron entrar en el Benidorm Fest sentí miedo, pero me dije ‘basta ya', tengo que salir de mi zona de confort.
¿Estar en la terna de favoritas añade presión?
Uy… hay tantas encuestas. En unas estoy entre los favoritos y en otras, no. Me parece que va a ser difícil ir a Eurovisión. Pero si no lo consigo me sentiré muy feliz y agradecida por haber estado aquí.
¿Es muy ‘eurofan'?, ¿suele seguir el festival?
Sigo el festival pero no soy como los eurofans que se lo saben todo. Es muy emocionante, hay actuaciones increíbles.
¿El empuje de ‘fans' y amigos le estimula a dar su mejor versión?
Sí, sí… por supuesto. Todo el apoyo que recibo de mi familia, amigos y el público me da mucha fuerza. Siento que he ganado ya con el ánimo del público.
‘Yo he venido aquí a compartir no a competir', ha dicho. Un mensaje alejado de la sociedad ultracompetitiva en la que nos desenvolvemos. Quizá ese es el mensaje, la moraleja, para las nuevas generaciones: enseñarles que es mejor sumar que dividir…
Es que ojalá fuera así, entiendo que hay que tener mentalidad de ganador, pero no creo que haya que pisar a nadie para subir. En la música lo mejor es compartir. Y aquí todos los artistas nos llevamos muy bien, somos como una familia, ojalá no cambie.
¿El artista nace o se hace?
Creo que se nace pero si no se hace es difícil llegar.
¿Cuál es la clave para no perder la identidad como artista entre tanta saturación comercial?
Cuando haces algo siempre te planteas que tiene que funcionar, que tiene que gustar, pero al final la clave está en dejarse llevar por lo que te emociona.