Después de más de tres décadas sirviendo sus míticas hamburguesas Arcoiris, en marzo del año pasado, el restaurador Pepe Caro cerró la popular Hamburguesería Chaplin, ubicada en el Carrer Josep Darder, por motivos de edad y salud. Parecía el final de este querido restaurante palmesano, abierto en 1991, que nutría a los espectadores habituales del cine homónimo. Pero no fue así. Una joven pareja de socios decidió coger el relevo del negocio y mantener su esencia.
«Tanto mi socio, Alexis, como yo, somos del barrio y veníamos de pequeños a la hamburguesería. En un principio, Pepe vendía el local. Le contactamos y conseguimos el traspaso. Pensamos en hacer lo mismo, pero con un concepto un poco más moderno: hemos mantenido sus hamburguesas y pepitos, pero cambiándoles el nombre. Y también hemos añadido el autoservicio, con pantalla táctil, aunque se mantiene el servicio en caja», explica Marina Vicens, de 27 años, copropietaria de la renovada Chaplin Burguer. En septiembre de 2023 los jóvenes socios cogieron el local, emprendieron la reforma y abrieron a finales del año.
Si algo ha cambiado en la hamburguesería Chaplin es el aspecto del local. Ya no hay rastro de sus paredes naranjas y sus paneles de madera, sustituidos por brillantes baldosas blancas. Charles Chaplin ya no te recibe en la puerta, pero todavía se le puede ver disfrutando de una hamburguesa. «Lo hemos cambiado casi todo: el suelo, las paredes y el techo. Lo único que se mantiene es la cocina: nos gusta que esté abierta y que todo el mundo vea cómo se cocina. Y, como Pepe lo mantenía todo muy bien, su mítica campana estaba perfecta», explica Vicens, agradecida por el buen recibimiento que les dieron los vecinos en la reapertura del negocio. «La primera semana fue un boom. No había ni una sola silla libre. Entre los nuevos clientes se encuentra el propio Pepe, que ya ha venido con toda la familia», añade Vicens.
De este modo, la Hamburguesería Chaplin ofrece hoy cuatro hamburguesas, cuatro pepitos y cuatro perritos: la carta de siempre, pero rebautizada. «Hemos subido un poquito el precio, para subir la calidad. Vamos cada día a la carnicería, y como novedad, servimos pan de brioche. Eso sí, la hamburguesa más cara que tenemos cuesta siete euros. Y te vas lleno, o eso nos dicen. Queremos que pueda acceder todo el mundo: la gente del barrio y los clientes de toda la vida», añade.
Esta es el primer negocio en el que se embarca Marina. En cambio, Alexis tiene un poco más de experiencia en la restauración. «Su familia lleva más de veinte años con el Pollo Stop, en el mismo barrio; tiene una buena noción de cómo funciona el negocio», explica la joven, muy ilusionada con este nuevo proyecto.