«Tengo un coche nuevo y me gusta conducir a toda pastilla», cantó una vez el líder de los Rolling Stones, Mick Jagger. Quizá en recuerdo de su AC Cobra, que compró en Londres en octubre de 1985 y que aún hoy causa asombro en Ses Salines. «El Cobra no es desde luego un coche para pusilánimes», dice con un guiño pícaro Pedro Barahona, chef del restaurante Casa Manolo y propietario del antiguo superdeportivo de Jagger. La razón se encuentra principalmente bajo el alargado capó del roadster, fiel réplica de los AC Cobra fabricados en Inglaterra entre 1965 y principios de los 70. Allí trabaja un bruto motor V8 con más de 450 CV, que no sólo confiere al coche un rugido ensordecedor, sino que también hace que el eje trasero baile sobre el asfalto a todo gas tan desinhibidamente como lo hicieron en su día David Bowie y Mick Jagger en el videoclip de Dancing in the street.
Pero, ¿cómo llegó a sus manos el coche de Mick Jagger? «Fue una gran casualidad, por supuesto», admite Barahona. Uno de sus clientes habituales que era alemán había comprado el coche en Inglaterra a finales de los noventa, aunque desconoce cómo y dónde exactamente. «La primera vez que lo vi aparcado en la puerta me quedé alucinado», recuerda. A lo largo de los años, el propietario, que vivía en ses Salines, recibió numerosas ofertas para comprar el coche, pero el alemán siempre las rechazó. «Un día le oí decir que en el caso de vender el coche solo me lo vendería a mi», recuerda el mallorquín. Sin embargo, fue una tragedia la que acabó provocándolo.
Restauración
«Bernhard enfermó gravemente tras el cambio de milenio. Poco antes de morir, me dijo que podía comprar el Cobra si aún lo quería. Acepté y le di mi palabra de que cuidaría del coche como si fuera mi propio hijo», explica. El alemán murió a principios de 2002 y el Cobra pasó a ser propiedad del mallorquín. «Tuvimos que transportar el coche a mi finca con el remolque porque el motor ya no funcionaba». Y no sólo eso, ya que tras mirar bajo el capó se percató de que estaba en peor estado de lo que parecía. «Al final decidí restaurar el coche por completo», admite Barahona, que también estudió ingeniería mecánica y es piloto de aviones. Reconstruir el Cobra no sólo le costó mucho dinero en piezas de recambio, sino también más de ocho años de trabajo en su propio taller: «Mi mujer me llamaba a veces a las cinco de la mañana para preguntarme dónde demonios estaba. Estaba un poco obsesionado», asegura.
De eso han pasado diez años y ahora el antiguo superdeportivo de Jagger brilla con un nuevo esplendor. «Por supuesto, no es un coche para ir al supermercado», explica. Pero tampoco es una pieza de museo que solo pueda estar en el garaje. «Conducir el Cobra es una aventura en sí misma. El coche es tan salvaje y rebelde como parece, e incluso el más mínimo pisotón al acelerador puede tener consecuencias imprevistas», dice entusiasmado. Por supuesto, nunca venderá el Cobra y su sueño es enseñar a Mick Jagger su antiguo coche en Mallorca: «Por supuesto, también le invitaríamos a cenar después», bromea. Y le encantaría hacerlo con el resto de los Rolling Stones.