Los Jardines de la Misericòrdia son un lugar particular. En el estío, remanso de paz y sombra para los lectores, y en tiempo de Adviento, se transforman en un perfecto pesebre a la mallorquina. Después de una década sin celebrarse, y enmarcado en el octavo centenario del primer belén de la historia, obra de San Francisco de Asís en la pequeña aldea italiana de Grecció, el Consell de Mallorca ha recuperado este sábado el popular belén viviente de la Misericòrdia, en el que participaron más de 130 personas.
Con su pavimiento cubierto de paja, los jardines se abrieron al público a las 17.30 horas y, en pocos minutos, sus pasillos de piedra se llenaron de personas que aguardaban a sus puertas con paciencia. A lo largo de un bello recorrido, iluminado por fogatas y lámparas de vela y que conducía hasta el pesebre, el público tuvo la oportunidad de conocer en primera persona los oficios y el modo de vida de la Mallorca en desaparición: bien ataviados con ropa de época y como si se tratara de un belén cortesano napolitano, los numerosos componentes del nacimiento recreaban toda clase de escenas, como el remiendo de redes de pesca; la labor en las matances; el vareo de los colchones de lana; el trabajo en la cocina mallorquinas, con payesas preparando pa amb oli y otras recetas, o hasta una pequeña escuela.
«Participé en el último que se organizó, hace diez años, y quería vivir la experiencia de nuevo. Es una tradición mallorquina y respeto mi cultura. Vamos de pagesas de camp, vestidas de trabajo, con nuestro davantal y los manegots. Todo es ropa auténtica, ¡si las faldetes eran de mi abuela!», ha explicado Paquita Adrover, trabajando a todo trapo en la cocina. Entre los componentes del belén había 70 ciudadanos, un grupo de actores y los componentes del grupo de ball de bot de la Assumpció. Y, entre todos ellos, había más de uno que sabía lo que hacía, como era el caso del inquer Sebastià Bal·le, de Cas Matalasser, el último Mestre Artesà Matalasser de la comunidad. «Solo con simular el trabajo me vienen los recuerdos, está en la sangre. Parece que tupar la lana es sencillo, pero tiene su técnica», ha explicado el mestre artesà mientras trataba de golpear una almendra con la vara para partirla en dos mitades. «Se necesita estar concentrado, pero solíamos hacerlo», ha añadido Bal·le.
Además de contemplar todas estas escenas, los millares de personas que pasearon por los jardines hasta las nueve de la noche pudieron degustar unos apetecibles buñuelos que, humeantes y aromáticos, les han esperado al principio del recorrido, donde se ha instalado un pequeño mercadillo artesanal, además de un punto de recogida de alimentos para familias en riesgo de exclusión. Otro de los grandes atractivos del belén viviente, sobre todo para los más pequeños de la casa, que han quedado embelesados con cada uno de sus movimientos fueron los animales de Natura Park: un asno, gallinas, ocas y conejos también formaron parte de este particular nacimiento. En cuanto al Misterio, San José, la Virgen María y el niño Jesús, acompañados por tres simpáticos querubines, han ocupado las escaleras, sobriamente decoradas.
Para acabar de llenar de magia los jardines, a las 18 horas, bajo la batuta de Llorenç Bonet, el Cor Petitons del Teatre Principal interpretaron Santa Nit, Flores de Pascua y Fum, fum, fum, tres villancicos que enternecieron al numeroso público presente. No pasó mucho tiempo hasta que, después de descender por la Costa de la Sang, los Reyes Magos de Oriente aparecieron ante la atónita mirada de los niños, que jamás esperaron una llegada tan temprana. De cerrar el apartado musical se ha encargado Antònia Vallés, que interpretó el ancestral Cant de la Sibil·la.
Pere Bergas (texto y fotos)