A finales de los sesenta una espigada debutante atravesó como un abrasador objeto no identificado la televisión pública italiana. Le prometieron una carrera cinematográfica a la altura de Gina Lollobrigida, pero no le interesó. Raffaella Carrà hizo caso a la intuición y siguió en la pantalla chica, donde cultivó una lucrativa trayectoria que explotaba toda su sensualidad. Aquella mujer llamativa y ardiente, de piel pálida y maquillaje espeso, con un físico afilado que recordaba al de Silvana Mangano, disparó los termómetros dos décadas antes que la voluptuosa Sabrina. Pero su belleza fue declinando al tiempo que languidecía su presencia en pantalla. En varias ocasiones, la artista nacida el mismo año que Mick Jagger, George Harrison y Roger Waters alzó la voz contra el medio televisivo, acusándolo de utilizar a las mujeres como kleenex. Una postura que le granjeó las simpatías de la comunidad gay. Hoy, sus canciones resuenan como himnos durante las marchas del orgullo, devolviéndola al púlpito popular. Basta escuchar temas como Hay que venir al Sur o Fiesta para divisar la magnitud del fenómeno ‘Carrà'. Doméstico y sofisticado; familiar y gay.
Precisamente de su perfil más reivindicativo e icónico tira el hilo argumental de Rumore, el musical, un montaje firmado a dos manos por Andrea Planas, que además ejerce de protagonista, y Llanes Machado, quien se desempeña como secundario en un elenco conformado por ocho actores. El Auditòrium de Palma acoge entre el viernes y el domingo este título de Dacapo Espectacles.
Foco
«Raffaella fue un icono de la diversidad y el feminismo, se hizo con una imagen empoderada que conecta con esta obra», afirma Machado. Reinvención, sensualidad y liberación son algunos de los temas que perfila esta obra, fiel al espíritu que late en las canciones de la italiana. «En el fondo, sus letras hablan de lo mismo que el argumento», confirma. Por otra parte, asegura el entrevistado que el vestuario «se inspira en los modelos que lucía Carrà», mientras el repertorio lo conforman «catorce canciones reproducidas por Andrea de Raffaella, las más conocidas, entre ellas obviamente Rumore».
La obra sitúa el foco sobre Dolores, una mujer entrada en años cuyo marido desaparece al tiempo que es despedida del trabajo. «De la noche a la mañana se encuentra que tiene que empezar de cero y lidiar con la post adolescencia de su hija». En ese contexto se reencuentra con una antigua compañera, una mujer moderna que ha triunfado en la vida, «que la ayuda a modernizarse y le descubre cosas como las aplicaciones para ligar o el satisfyer». Pero Carrà no ha sido la única inspiración para armar el guión. Machado señala a «nuestras madres» como leit motiv complementario. «Escribimos el guión pensando qué pasaría si ellas se enfrentarán a la situación de Dolores».
A dos años de su prematura muerte, Raffaela Carrà perdura como una artista con una visión angular y moderna, embajadora del culto a lo nuevo sin renegar de la tradición. Sus principales armas: una voz contagiosa, una expresividad irresistible y presencia de gran diva.
Con ellas se convirtió en la cronista involuntaria del boom económico italiano, de los amores efímeros de verano, del sexo prohibido y, junto a los jeans Armani y los autos del ‘cavallino rampante', en la cara visible del Made in Italy. Y ahora también en fondo musical para un montaje que «se aleja de la típica historia de amor».