Yaiza Biayna, que vive en es Pil·lari, tiene 18 años y es una persona con movilidad reducida, por lo que se desplaza en silla de ruedas. Una vez finalizado el bachiller artístico, está haciendo la FP Superior de Animación 3D. Su ilusión hubiera sido estudiarlo en la Escola d'Art i Superior de Diseny de les Illes Balears, pero no ha podido a causa de las barreras arquitectónicas que se ha encontrado.
Sin ir más lejos, en la entrada principal hay unos escalones que dan a un replano, desde el que arranca una escalera. ¿Se imaginan lo que es eso para una persona que va en silla de ruedas...? Tampoco es nada fácil el acceso al edificio por la puerta trasera.
Demasiadas pegas
Pero es que hay más. En el supuesto de que el edificio careciera de obstáculos que le imposibilitaran el paso, Yaiza se ha encontrado con otras barreras, a saber: cuando hacía Bachillerato, tenía un ATE (Asistente Técnico Especializado), persona que le ayudaba a sacar los libros, a desplazarse de una clase a otra, a ir al servicio… «Pero como en ese centro no había ATE, los profesores me dijeron que si quería ayuda, que se la diera yo, que no había ningún inconveniente, por lo que tendría que acompañar y quedarme con ella en clase».
En el instituto, Yaiza tenía también una serie de adaptaciones para el ordenador, las cuales le facilitaban el trabajo, en el sentido de que le ahorraban tiempo que podía dedicar a otras funciones. Durante el bachiller artístico podía utilizar el ordenador que le facilitaba el centro, cosa que no proporciona esta escuela, «por lo que hemos tenido que comprar una tablet». Y, además de todo esto, que no es poco, Yaiza tiene que estudiar desde casa. A distancia y sola. Y lo hace a través del IEDIB. Lo cual es muy distinto a hacerlo presencialmente, con compañeros de clase. Pero es que hay más.
En la calle, más barreras
Yaiza vive con su familia en la barriada palmesana de Es Pil·lari. «Si hace un tiempo, a causa de que a algunos de los autobuses de la EMT no podían sacar la rampa para minusválidos, lo que hacía que perdiera mucho tiempo en las esperas, debido a que tenía que aguantar, tanto a la ida como a la vuelta, un bus al que le funcionara la rampa», dice la madre, «ahora -añade-, que los autobuses son nuevos, no hay problemas con las rampas», sigue encontrándose con las mismas barreras de siempre, sobre todo cuando sale a la calle e intenta desplazarse de un lugar a otr». «Son barreras en forma de bordillos, de las aceras elevadas, por lo cual tiene difícil, por no decir imposible, el acceso a ellas, y porque, una vez en ellas, cada dos por tres se encuentra con una farola plantada en medio de la acera, que además es estrecha -por ello, ¡premio a quien las puso ahí!-, por lo que, si quiere continuar tiene que bajarse y circular por la calzada con el peligro que supone, pues por ella circulan coches y diferentes vehículos. Y eso, como el lector se puede imaginar, es el pan nuestro de cada día. ¡Ah!, y ya ni les cuento cuando Yaiza se encuentra con el asfaltado en mal estado. Que esa es otra.
Por tanto… ¿Qué puede hacer esta chica, y otras/otros en sus mismas condiciones? Por las barreras arquitectónicas que se encuentra a su paso, no puede asistir a la clase que ella quisiera, tampoco puede circular sobre la acera y tampoco, por estudiar una formación profesional, no tiene profesor de ayuda. ¿Y dice usted, señor político, que ante todo están las necesidades del pueblo? Pues ahí tiene un ejemplo de que no es así. Claro está, si alguien allegado a una autoridad estuviera en las mismas condiciones que Yaiza, igual se estudiaba de qué modo se eliminaban esas barreras y se le asignaba un ATE.