Glynis German, galesa jamaicana residente en Mallorca desde hace años, es, como os conté hace tiempo, celebrante de bodas y funerales e introductora en la Isla de los Café de la muerte –o Death coffee– creado por Jon Underwood en 2011, y que son reuniones en torno a una taza de café, o de té, acompañada con algunas pastas, y con un único objetivo: reflexionar sobre la muerte. Y es que le tenemos tanto miedo, y más en estos tiempos en que el miedo está presente en muchos momentos del día, que no nos atrevemos a hablar de ella. Sin embargo, a través de los cafés de la muerte, no solo se habla con toda la naturalidad de la muerte, sino que, además, se reflexiona sobre ella, y eso es así porque no queda más remedio que hacerlo, y más si acudes a estos encuentros voluntariamente, ya que en ellos no se puede mirar hacia ningún otro lado que no esté presente ella.
En Palma y en la Isla
Pues, como decimos, hace unos años Glynis, tras contactar con Underwood, abrió el primer café de la muerte en el bar L'Exquisit, de Binissalem. Y a día de hoy, los últimos jueves de cada mes, sigue habiendo cafés de la muerte en Palma organizados por Palma Compasiva, mientras que ella organiza los que, en días diversos, tienen lugar en Sencelles, Deià, Binissalem, Esporles… Todos con el mismo objetivo: hacer que nos familiaricemos con la muerte, y así verla como algo por lo que, queramos o no, tendremos que pasar al final de nuestra vida.
Por ello, Glynis nos cuenta que «estoy cada vez más feliz viendo que la red de los cafés se está expandiendo mucho a través de la Isla», añadiendo que el día 3 de noviembre se organizará una charla-taller para aprender a afrontar la muerte propia, y será de 17 a 20 horas en el Jardín del Dharma (Manuel Sanchís, 9, bajos, Palma), dirigido por la Lama Drolma Palmo (Mireia Viñes)
Naturalmente, quienes no han asistido a uno de estos cafés, se preguntarán qué se dice en ellos, si hay algún moderador, quién puede asistir…. «Puede ser un café o un té –especifica Glynis–. Y con él, se pueden incluir pastas o tarta, depende de los gustos de cada uno, pero, a ser posible, es mejor que el complemento sea dulce, ya que si endulzamos el tema de la muerte como algo por lo que hemos de pasar todos, fácilmente lo podremos asimilar. Y como entre la gente que se reúne los hay que son curiosos, y muy curiosos… Pues preguntan… Y como siempre hay alguien que tiene una respuesta a lo que preguntan, sacian su curiosidad…. ¿Que quiénes pueden acudir…? Pues todo el que quiera… Pero, sobre todo, el que sepa escuchar, que es como se aprende. Así que, mientras dura la sesión, nos escuchamos y, a la vez, escuchamos a los demás dentro del amor y del respeto, y así terminamos todos inspirados… Sí, porque tal vez, en estos cafés habremos tenido la oportunidad de escuchar a un padre, o a una madre, cuyo hijo se murió, o a una persona que ha perdido a alguien por un suicidio o un accidente, y que, sin embargo, han sabido salir de esa situación, o están saliendo de ella –tras una breve pausa, sigue con su reflexión en voz alta–. Hace unos días, hice una ceremonia de fallecimiento, encontrándome que las hijas de la persona muerta, de 12 y 10 años, igual que la madre, tenían una madurez tanto emocional como espiritual para no solo afrontar la muerte de su padre y esposo, sino también para estar acompañándole hasta el último minuto que estuvo en la tierra. ¿Que cómo lo han conseguido? Pues sabiendo abrazar con valentía todo lo desconocido, y tratando de entenderlo un poco mejor».
‘Dando vida a la muerte'
Al margen de los cafés de la muerte, Glynis es la creadora del denominado festival Dando vida a la muerte, que va por su cuarta edición, y que como especifica su título, tiene que ver con esta. Un festival de cinco días de duración, de los que destacamos tres. «El jueves, 2 de noviembre, a las 20 horas, en el Estudio General Luliano, las personas que acudan podrán asistir a la proyección del documental Hay una puerta ahí, seguido de una charla-coloquio a cargo del doctor Enric Benito, una autoridad en la temática de la muerte y del acompañamiento en este trance, que además aparece en dicho documental. Los días 3 y 4 de noviembre, a las 20,30 horas, en el Teatre Sans, el grupo de teatro Utopian Getxo presentará la obra Rumbo desconocido, en el transcurso de la cual invitaran a cinco de los asistentes a que suban al escenario para que cuenten y comportan sus propios duelos. También, el sábado 4, en el Luliano, de 10 a 14 horas, se concentrarán las ONG que tienen que ver con los cuidados paliativos y final de la vida en Mallorca: IllesPal, Cancer Support Group Mallorca, Potala Hospice, Palma Compasiva, DIME, Age Concern, Cuentos con Patricia… Por último, el domingo 5, en el tanatorio de Son Valentí, a partir de las 11 de la mañana, celebraremos una gran ceremonia para recordar a los seres queridos que ya no están con nosotros. Lo haremos con varios celebrantes para mostrar las formas con las que se puede hacer este ritual, y como no podía ser de otro modo, por la tarde, vía online, celebraremos el gran café de los muertos, que suponemos que será el más numeroso de los celebrados hasta ahora».
Volveríamos a hacerlo
Recientemente, tuvimos que llamar al 061 ante una emergencia médica que se nos presentó. No hubo otro remedio porque la cosa urgía. Y porque si se complicaba, seguro que desde ahí nos marcarían una pauta.
A decir verdad, no somos muy partidarios de hacer consultas médicas a través de móvil. Por las experiencias que hemos tenido, suelen tardar en coger tu llamada, y cuando lo hacen te recomiendan cuatro cosas, o te dicen que acudas a urgencias, o que te envían una ambulancia… Todo muy frío, muy rápido… Quienes hablan al otro lado del hilo telefónico cumplen con su trabajo, pero nada más. Generalmente, hay profesionalidad, pero no calor. Y pensamos esto desde nuestra experiencia…
Fue como una terapia
Pues bien, esa tarde llamamos al 061. Tras preguntarnos sobre el motivo de la llamada, nos pasaron a una doctora, Mónica Moreno, desde el minuto uno, muy profesional y empática, y muy metida en la piel de la persona que la llamaba, desesperada –según la escuchó decir–, viendo que todo cuanto hacía, y tomaba, no surtía efecto, sino que empeoraba. Mónica, sin embargo, la escuchó, dejó que se desahogara, que hablara… Luego le pidió cuál era su tensión, y cómo había sido la de la penúltima vez que se la tomó. Le preguntó también por los medicamentos que tomaba, le dijo que intentara tranquilizarse escuchando uno de esos programas de relajación que hay en Internet, incluso le recomendó que se tomara algo de chocolate… Entre una cosa y otra, Mónica le estuvo hablando más de veinte minutos. Sin prisas, preguntando, escuchando y recomendando. «Lo mejor es que vayas al cardiólogo. Mientras tanto, sigue con lo que te prescribió».
Escuchando la conversación entre ambas –la voz de ella sonaba nítida y serena a través del altavoz del móvil–, nos dio la impresión de que más que una consulta, parecía una terapia, ya que una hora después esa persona se había tranquilizado, la tensión se estaba normalizando, su gesto era distinto…. Incluso, al rato, nos pidió que nos fuéramos a dar una vuelta, cosa que hicimos… Desde entonces es otra persona.
Por eso, si me pasara algo, llamaría al 061 pensando en encontrar a una doctora Mónica Moreno… Que las hay. Lo que sucede es que a veces, la tensión por el trabajo que a menudo tienen, no permite que salga el auténtico profesional, ese ángel que todos llevan dentro… Porque ¿qué médico no quiere lo mejor para su paciente…?