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Padre Ángel: «La pandemia nos curó de la soberbia, pero se nos olvidó enseguida»

El fundador de Mensajeros de la Paz visita ‘Efecto Mariposa', escultura donada a la ONG por Lolo Garner y Biel Mulet Panizza

Con su atuendo habitual, el Padre Ángel posa para esta entrevista en Palma. | Pere Bergas

| Palma |

En el marco de la Nit de l'Art, los artistas Lolo Garner y Biel Mulet Panizza inauguraron en la plaza de Cort Efecto Mariposa, una gran escultura del insecto donada a la ONG Mensajeros de la Paz, entidad de ámbito nacional e internacional dedicada a la atención a personas en situación de vulnerabilidad y exclusión social. Palma es el kilómetro cero de la itinerancia de la obra que, sirviéndose de su metálico aleteo, recorrerá las instituciones y empresas que, con su ayuda, colaboran e impulsan esta causa social. La inauguración contó con un invitado de lujo: Ángel García Rodríguez (Mieres del Carmín, Asturias; 1937), fundador de Mensajeros por la Paz, conocido llana y sencillamente como Padre Ángel, y que protagonizó en noviembre de 2022 una conferencia de Club Última Hora Valores, asistió al acto inaugural. Antes, con su atuendo habitual de corbata y bufanda roja, y portando unas llaves en la mano izquierda para controlar los nervios, contestó a nuestras preguntas.

¿Qué le parece Efecto Mariposa?
–El proyecto es precioso. Todos conocemos la historia del efecto mariposa y la cadena de favores: los pequeños gestos cambian el mundo. ¿Qué puedes hacer tú por cambiar el mundo? Debemos hace favores a quién encontremos por el camino aunque, al final, te estás ayudando a ti mismo.

Si le preguntó por su infancia, ¿qué es lo primero en lo que piensa?
–En mis padres, que marcaron mi destino con su generosidad y sus valores; en jugar a la pelota, e incluso en disecar mariposas en la escuela. Hoy creo que es un pecado. Los tiempos cambian.

Gracias a Don Dimas, el cura de su pueblo, nació su vocación de servir a los demás. ¿Ya proyectaba entonces la obra que iba a construir?
–Todos soñamos. Un crío de siete años no sueña pero, cuando me preguntaban qué deseaba ser de mayor, sabía que quería ser cura. No solo por decir misa, sino porque Don Dimas, en aquel tiempo de miseria, tragedias y matanzas, siempre consolaba a las viudas y a los huérfanos. Desconocía que era ser cura pero, si llego a saberlo, también hubiese dicho que sí.

Padre Ángel con Lolo Garner y Mulet Biel Panizza, y la escultura a sus espaldas.

En 2022 se celebró el 60 aniversario de Mensajeros de la Paz, ¿cómo ha cambiado el mundo?
–El mundo es mejor hoy que hace 60 o 200 años. Es mucho mejor que ayer. No hay que hacer caso de pesimistas y agoreros que creen que todo es peor, que no hay política, ni Iglesia, ni buen fútbol o teatro. Tenemos que ver la botella medio llena: el mundo de hoy es más solidario. Lo que pasa en Marruecos o en Libia nos duele en el alma. Los grandes problemas de la sociedad son la migración y la soledad. Debemos dejar de hablar de cifras, y empezar a hablar de personas humanas.

¿Cómo trabajar por la paz sin entrar en la guerra?
–Algunos dicen que, para que haya paz hay que luchar. No es así. La Madre Teresa de Calcuta decía que la paz se logra con una sonrisa, un abrazo y con el diálogo, en todos los ámbitos de la vida.

¿Cómo ha afectado la pandemia a los más desfavorecidos?
–Ha sido una tragedia, pero también nos ha enseñado algo: nos considerábamos semidioses y esta ha acudido a todos, a ricos y a pobres. Yo creía que era el fin del mundo. Nos curó de la soberbia, pero se nos olvidó enseguida. Tenemos que poner los pies en la tierra: soñamos con mil cosas distintas y no estamos pendientes que la vida es lo más importante.

Otra pandemia de nuestro tiempo es la soledad. Desde 1995, el Teléfono Dorado ha atendido más de 7 millones de llamadas de personas que necesitaban ser escuchadas…
–Debemos aprender a querernos. Nos queremos poco y nos peleamos demasiado. El efecto mariposa es que se quiera la gente. Una mariposa nunca hace daño a nadie, no da bandazos. El mensaje es de amabilidad y de amor, y se lo agradezco a los artistas.

En 2024 se cumplen 30 años desde que recibió el Premio Princesa de Asturias de la Concordia. ¿Hace falta más concordia en este país?
–Hace falta concordia, y creo que la vamos teniendo. No es cierto que estemos en guerra, que España se rompe, que todos somos unos golfos y no queremos a la gente. La solidaridad está en casi todos los hogares. No vivimos en un País de las Maravillas, pero sí en un país en dónde nos queremos, aunque no lo suficiente.

Usted confía en el poder de la política para cambiar el mundo, pero a veces parece que nuestros gobernantes viven de la confrontación…
–Me atrevo a decir que es solo en apariencia, cuando hay cámaras delante. Cuando están a solas están tomando cafés y canapés. Les he propuesto a los dos líderes, a Feijoó y Sánchez, tomar un café a solas en la Iglesia de San Antón. La gente vería que son humanos. Necesitamos gestos que demuestren que se quieren. Sueño en que un día podremos hacerlo, hablando de la soledad, de la migración.

¿Qué cree de esas voces que claman la desaparición de instituciones como la familia?
–Tienen algo de razón, porque la familia no va a desaparecer, pero sí cambia. Hay muchos tipos de familias: las monoparentales, las de dos hombres o mujeres que se han unido en matrimonio civil... En algunos sectores están empeñados en creer que solo hay una clase de familias, la tradicional, y no es así.

¿Cuáles cree qué son los retos de la Iglesia Católica en el presente?
–Los retos de la Iglesia actual son los retos del Papa Francisco, que yo digo que es mi Secretario General. La Iglesia tiene que volver a sus orígenes primarios, a ese Jesús de Nazaret que curaba a los enfermos, que lloraba cuando se morían los amigos, que acariciaba a los hijos... Esa Iglesia en la que, sino puedes multiplicar los panes, por lo menos compartes. Incluso lo propio. Yo creo en la Iglesia, pionera en obras sociales. Es cierto que nos tenemos que arrepentir, pedir perdón y corregir sus males, eso no lo duda nadie. Se debe volver a una Iglesia abierta a los demás: las Iglesias no pueden estar cerradas. Cómo no se va a caer, si no hay circulación de aire tan siquiera. Quiero la Iglesia que fundó Jesús, y no la que confunden algunos.

Para acabar, ¿cree que se puede vivir sin fe?
–Sí. Lo he dicho rápidamente, sin dudarlo, porque es absurdo creer que solo quien cree en Dios es bueno, que solo ellos van al cielo. Hay mucha gente buena que no tiene fe, o que no cree. O que cree en otro Dios, que al final es el mismo. Hay mucha gente que no cree y hace cosas maravillosas.

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