Seguro que recuerdan la historia. Hace unos meses, a la joven palmesana Ana Mari Aguirre, que trabaja en consultas de Son Llàtzer, le detectaron un cáncer de mama que ha cambiado su vida. Por ello, Ana Mari, mallorquinista hasta la médula, tuvo que dejar de asistir al estadio. El jugador Dani Rodríguez, conocedor de la situación a través de su esposa, la modelo Cristina Palavra, quiso tener un detalle con Ana Mari para animarla y darle fuerza en tan difícil trance. Para ello habló con el hermano de la afectada, Julián Aguirre, amigo de Cristina Palavra, para prepararle una sorpresa en su casa. ¿Se acuerdan? Medio engañada Ana Mari fue a casa de su hermano a hacerle la sopa rellena que tan bien condimenta. Y cuando estaba metida en faena, aparecieron Dani y Cristina y… ¡Menuda sorpresa se llevó Ana Mari!
Ni más, ni menos que su ídolo futbolístico estaba frente a ella. Cuando logró digerir la sorpresa, el futbolista le dijo que el primer gol que marcara, se lo dedicaría a ella. ¿Cómo…? Pues como Ana Mari había perdido su cabellera, «lo haré –le dijo el jugador–, tocándome la cabeza». ¿Y qué pasó? Pues que el domingo, días después de este encuentro, Dani marcó un golazo. ¿Y qué hizo? Saltó alborozado tocándose la cabeza. Ana Mari, que no estaba en el campo, lo vio en la tele y, claro, se emocionó, como no podía ser de otro modo.
Tras ser operada del cáncer de mama Ana Mari va recuperándose poco a poco; tanto es así que ha vuelto al estadio, a animar al equipo, cosa que hizo en el último encuentro que se jugó en Son Moix. Fue una de las primeras en acudir a la grada, con su cámara de fotos, dispuesta a captar lo más interesante del choque. Ana Mari, que avanza a pasos agigantados hacia la recuperación total, lucha con mucho optimismo contra la enfermedad y no pierde jamás su sonrisa.
Los árboles otra vez
Como era de esperar, se cayó otro árbol del tramo no renovado íntegramente de la calle General Ricardo Ortega, o ‘calle del olvido', como la llaman algunos. Y es que se veía venir; vamos, que los vecinos lo tenían claro. «El próximo en caer será este», le dijo el dueño de una tienda de dicha calle a nuestro ‘ciudadano a pie de calle'. Y acertó. Cayó, afortunadamente, sin pillar a nadie que pasara por allí, aunque debajo de él encontraron un coche. La Policía Local, que se personó en el lugar, llamó al departamento responsable, y al poco tiempo apareció un equipo de mantenimiento que cortó el árbol y lo rodeó con una cinta a la espera de que pasaran a llevárselo. Y ya que estaban allí, a instancia de los vecinos, se fijaron en otro ejemplar, próximo al caído: «si no cae entero, seguro que se cae una de sus ramas», dijeron. Pues fue tal su insistencia, que lo cortaron al día siguiente, y luego cortaron otros dos. En total, cuatro entre domingo y lunes. Por lo demás, sin novedad en ese tramo de calle... Aunque, los vecinos han sido informados de la visita de Belén Soto, responsable de Infraestructuras de Cort, para explicarles cómo será el procedimiento para hacer realidad la reforma de dicho tramo.
Carlos a secas
Carlos Ordinas Noguera, que es jugador de billar, escritor y presidente de El Círculo de Lectores de Balears, va a hacer tres cosas en cuanto a lo más inmediato: presentar un libro en Eivissa, empezar a escribir otro y apostatar como católico. Todo eso nos lo cuenta regresando de Can Gazá, a donde le hemos acompañado para que tomara nota de cómo puede ser el caserón en el que ambientará su próxima novela. En cuanto a la presentación de su libro en Eivissa, este será El cartógrafo, el lugar, el RCN de dicha localidad, y el día, el próximo 28 de septiembre.
Y en lo que se refiera a apostatar… «Pues estoy en ello. Voy a ir a Santa Catalina Thomàs a que me den la partida de bautismo, y a partir de ahí, comenzar el proceso a través del Obispado, donde espero que no me pongan problemas. ¿Que por qué lo hago? Pues porque como soy ateo, no quiero tener ningún vínculo con la Iglesia, a la que no le deseo ningún mal, pero no quiero estar relacionada con ella».
Por cierto, y hablando de bautismo… «¿Sabes cómo me llamo realmente…?». Pues Carlos, ¿no?, respondemos sin apartar la vista de la carretera. «Pues me llamo Carlos Onofre Bernardo…. ¿Y sabes por qué?» –pregunta– y sin darme tiempo a responder, añade: «Porque el párroco de Santa Catalina Thomàs, al ir a bautizarme, preguntó a mis padres que cómo me iban a llamar. Carlos, le respondieron. ¿Se llama alguno de sus abuelos Carlos…?, preguntó el cura, hisopo en mano, presto a soltar agua sobre mi cabecita. «No –contestaron–. Uno se llama Onofre y el otro Bernardo… ‘Pues yo te bautizo con los nombres de Carlos Bernardo Onofre, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo', dijo el páter, iniciando la ceremonia de mi bautismo… ¿Que cómo reaccionaron mis padres...? No sé... Pero seguro que fliparon».
Está claro que hicieron lo que pensaron siempre. Llamar al niño Carlos, «porque, imagínate llamándome para la merienda… ¡Carlos Bernardo Onofre, ven a merendar! Imagino que también mirarían cómo llamarme combinando los tres nombres, pero… ¡Ca! ¡Imposible! Porque por mucho que imaginaran, ya bien con Carbero, o con Carberono, más que solucionar el problema lo empeorarían. Así que Carlos y vas que chutas».