La industria del 'wellness' está en auge. Todo lector tendrá conocidos que acuden con regularidad al gimnasio o realizan algún tipo de actividad física como el yoga, el 'crossfit' o el 'running'. No se trata solo de mantenerse en forma, sino de lograr un bienestar tanto físico como mental, a raíz del deporte y de la conexión mente-cuerpo. El interés por este objetivo venía en aumento en los últimos años, fue la pandemia, con sus consiguientes repercusiones en la salud -física y mental- la que lo ha propulsado definitivamente.
Entre las actividades físicas, en los últimos meses se ha popularizado en Mallorca el barre, una mezcla entre ballet y pilates, muy practicada en grandes ciudades y que llegó a Palma en 2019 de la mano de Zora Sandenbergh. Nacida en 1991 en Botswana, se crió en Sudáfrica y fue allí, en Ciudad del Cabo, donde, durante su época universitaria, descubrió y profundizó en esta modalidad de entrenamiento. «Ya era muy popular en Estados Unidos y cuando se importó a Sudáfrica rápidamente adquirió mucha fama», explica.
La mitad de los sesenta minutos se divide entre una primera media hora dedicada al pilates y ejercicios de fuerza y una segunda mitad con ejercicios de ballet que terminan con unas pinceladas de yoga para conectar con el cuerpo y el ahora. No importa ni la edad ni el estado físico del que se parta: «Se puede empezar con cualquier nivel, porque los ejercicios se pueden modificar para bajar o subir la intensidad, según las necesidades de cada uno», incide la entrenadora. Tiene decenas de alumnas, mujeres de distintas edades y nacionalidades, pero ningún hombre: «Me piden clases particulares, pero de momento ninguno viene a las grupales».
El barre llegó a Mallorca por amor. Zora se mudó a la Isla en 2017 para estar con su actual pareja: «Al asentarme aquí busqué clases para seguir haciendo barre y no pude encontrar ninguna, así que decidí abrir mi propio centro para divulgar este entrenamiento». El, en un principio sueño, se materializó en 2020, cuando abrió sus puertas en el palmesano barrio de Santa Catalina. Pandemia de por medio, las clases se llenaron desde un principio: «Aunque la gente al principio no sabía lo que era, hubo mucho interés y cada vez viene más gente nueva, es algo hasta adictivo, creo que por la buena energía que uno experimenta en la clase y porque ves resultados, aunque no son el principal objetivo. Te hace sentir cómoda en tu propia piel, fortalece los músculos y se mejora con ello el dolor en la espalda y las rodillas. ¡Pero es que te lo pasas bien durante la clase! A las chicas además creo que nos recuerda un poco a nuestra infancia, casi todas de pequeñas hemos hecho ballet o gimnasia rítmica y es una forma de reconectar con nuestra niña interior».
En el estudio se respira un ambiente festivo, acogedor -con una capacidad máxima de doce personas- y empoderador. Durante la hora que dura la clase, mientras las pulsaciones van en aumento y el cuerpo empieza a sudar, Zora no deja de lanzar mensajes alentadores: «You're beautiful, you're strong» -eres hermosa, eres fuerte- que ayudan a sobrellevar el ritmo e intensidad de la sesión.