Envueltos por la bahía de Pollença y con el incesante estridular de las cigarras como banda sonora, una docena de niños y niñas, de entre siete y doce años, se asentaron ayer en La Victòria para disfrutar durante cuatro días de la 42 edición del Campamento Diabetológico organizado por la Asociación de Personas con Diabetes de les Illes Balears. Estas colonias de educación diabetológica son una gran oportunidad para que los pequeños conozcan en profundidad la patología, se relacionen con otros niños que la padecen y, además, aprendan a gestionarla, mejorando así su autonomía.
«En este campamento hacen las mismas actividades que en cualquier otro, con la diferencia que aprenden a gestionar su diabetes. Somos un par de monitores, tres pediatras, dos enfermeras y una nutricionista. Cada uno tiene sus funciones. Y la semana que viene los mayores, de 13 a 17 años, se irán de campamento a Menorca», explica el director del campamento, Álex Lluís.
De este modo, en su día a día los niños dan los primeros pasos en el control de las dosis de insulina, aprenden qué dieta seguir y reciben consejos a la hora de hacer deporte, además de saber cómo actuar en situaciones complicadas por la diabetes. Una de las monitoras es Caterina Campaner, usuaria del campamento durante su infancia y adolescencia. «Estos campamentos ayudan mucho al fomento de la autonomía de cara a la edad adulta, o para saber como gestionar tu diabetes en otro campamento, donde haya niños sin diabetes», afirma la monitora.
El seguimiento médico es parte fundamental del campamento; antes de cada comida, el equipo médico controla el estado de los niños. «Vigilamos que los controles de glucemia estén en los niveles adecuados. En caso de bajada o subida de azúcar, realizamos el tratamiento oportuno. Y, además, estamos para solventar cualquier imprevisto. En los campamentos su rutina cambia por completo, y todo esto da una seguridad tanto a los niños como a sus padres, que se quedan más tranquilos», sostiene Víctor Aguilar, pediatra residente en Son Espases.
Ahora bien, más allá de controles de azúcar y una dieta bien estipulada, de lo que se encarga la nutricionista Janna Wordsworth, para los niños la esencia de la colonia está clara: descansar, compartir experiencias con otros niños con diabetes y, lo más importante, hacer amigos. «Estás con gente que no te mira raro por tener un plástico en el brazo y además las actividades son muy interesantes», afirma Lluc Abrines, de 11 años, que asiste por primera vez al campamento. Una más veterana es Marina Seguí, de doce años: «Es mi cuarto año, y me han enseñado a pincharme en diferentes partes del cuerpo. El año que viene pretendo volver», expresa la joven. Por su parte, Jaume Perelló, de 8 años, valora la autonomía: «Desconectas de casa, haces amigos y se aprende a gestionar la diabetes», concluye.