Con la caída del sol, en la plaza de toros de Palma reinaba el silencio. El pintor mallorquín Domingo Zapata saltó a la arena del Coliseo Balear en la noche del miércoles, pinceles y brochas en mano, dispuesto a pintar los cuatro burladeros para la Corrida Zapatista, que acaba de arrancar en la plaza de toros de Palma. Eran las ocho de la tarde y llegaba acompañado de dos ayudantes que portaban varias cajas con botes de pintura, un pequeño taburete y un tablón con dos caballetes de madera. «Recuerdo que mi padre, Domingo Zapata Heredia, trabajaba como guardia civil en la plaza de toros y veníamos como hijos de empleados, nos ponían un palco por ahí arriba, mi madre preparaba la nevera, una tortilla de patatas, refrescos y nos tirábamos todo el día. Veníamos por la mañana y luego veíamos las corridas y los eventos, en aquella época se hacían muchas cosas. Yo tendría 8 o 10 años entonces, y recuerdo que se hacían hasta tres corridas de toros por semana. Tengo tantas memorias tan bonitas, que es difícil no emocionarse», comenta Domingo.
Toda la barrera del callejón, por la parte del ruedo, ha sido revestida por láminas de madera, un ‘lienzo en blanco' que el artista observa. «No pintaré todo, quiero darle un aire de frescura. Comenzaré con los burladeros y luego quizás tres portones», señala. Suena música flamenca de Camarón y Paco de Lucía de un radio cassette que el equipo de Zapata ha traído consigo. Y precisamente son esos dos maestros del flamenco quienes protagonizan la primera obra sobre uno de los cuatro burladeros.
A medida que Domingo pinta, llega un grupo de invitados del artista, que han viajado desde Nueva York, París, Cannes y Tokio. Amigos y clientes, entre ellos galeristas e inversores destacados que acuden con sus respectivas parejas. Han llegado a la Isla para ver la Corrida Zapatista y pasar el fin de semana con el artista mallorquín. Tras darles la bienvenida, Zapata continúa concentrado y emocionado. «De esta plaza me inspira todo. El Coliseo Balear es una obra de arte hecha en 1929 y construida en tan solo un año, por un arquitecto mallorquín, la dirige un empresario mallorquín y la afición taurina de baleares y concretamente de Mallorca tiene mucha historia. Es un coliseo, una plaza preciosa en la que había, y sigue habiendo, una tremenda afición y esto se ve con la excelente respuesta en la Corrida Zapatista».
Ha pasado algo más de una hora de trabajo ininterrumpido y el artista comienza con el segundo burladero. Se trata de uno de sus icónicos personajes que tantos éxitos le ha proporcionado: La Mona Lisa. Cambia de brochas como de colores, traza una montera de torero y un traje de luces, dándole un toque personal, con sus corazones y salpicaduras, añadiendo una viñeta en la que se puede leer ‘Olé…' Los invitados comentan y algunos se interesan por la obra. ¿se venderá o subastará?. Recuerdan que una pintura como la que tienen frente a ellos alcanzó en una subasta el millón de dólares. En ese momento aparece Toño Matilla, el empresario de la plaza de toros de Palma. «Esta corrida es muy especial. Vendrán unas 5000 personas», comenta Matilla. Domingo se toma un respiro, toma un vaso de agua y se apoya sobre la valla de los Picadores, observando la plaza. «He pintado antes en plazas de toros, en la Las Arenas de Arlés, en Francia, y en la de Santamaría de Bogotá, y poder venir a casa y poder hacer esto es maravilloso. He hecho un homenaje a Pablo Picasso en la plaza de La Malagueta pintando el traje de luces del diestro Cayetano Rivera, en la Corrida Picassiana, pero finalmente me encuentro en mi casa, haciendo algo que me gusta, consciente de que es importante para todos y aportar algo diferente».
El oso es otra de sus grandes figuras y la que protagoniza el tercer burladero. Corazones de colores y otra montera, en la que se puede leer ‘Soy torero', dan forma a una gran obra que es admirada por los presentes. El Coliseo Balear comienza a coger color y un toque muy especial. El cuarto y último burladero rinde homenaje a Domingo Zapata Heredia, en la que se puede leer el mensaje ‘Viva mi padre y la Guardia Civil'. Otro trago de agua fresquita y Domingo se mira las manos y la camiseta manchadas de pintura. «Ahora voy a pintar la Puerta de los Toriles». Un mural mayor para el espacio por el que salen los toros a la plaza y en el que el artista refleja a los protagonistas de la corrida. El toro y el diestro. Llega la medianoche y mientras algunos invitados se retiran, Domingo sigue pisando la arena. Su rostro refleja agotamiento, pero también satisfacción por cómo ha quedado su trabajo.