En el siglo XIII las órdenes de Genghis Khan podían llegar a recorrer más de 300 kilómetros en un solo día: a través de una intrincada red de rutas y estaciones, el fundador del Imperio mongol logró conectar toda Asia, desde el Caspio al mar Amarillo. Y, todavía hoy, muchos jinetes siguen los ecos del legendario galope en esos trillados caminos. El caballista manacorí Xavier Ferrer (1994) participa la próxima semana en la carrera de caballos más larga del mundo, el Mongol Derby. En solo diez días deberá recorrer 1.000 kilómetros en el colosal territorio mongol.
«Me tomo el derby como un reto personal, a nivel físico y mental. Siempre me han gustado las aventuras en la montaña; poder descubrir la naturaleza de Mongolia me llamó mucho la atención. También es un desafío a mi experiencia y habilidad con los caballos. En esta carrera son semisalvajes: la manera de montar es muy diferente y sus reacciones imprevisibles. De todo se aprende», afirma Ferrer, que ha tenido que superar dos entrevistas para participar en esta carrera.
Por la exigencia de la prueba, el estrés y la soledad que sienten los jinetes en parajes inhóspitos, el control de acceso es lógico, pero no fue obstáculo para el jinete mallorquín, que montó antes un caballo que una bicicleta. Junto a su padre, Joan Ferrer, Xavier fundó en 2019 Naturacavall, un proyecto para rescatar y rehabilitar caballos y darles una nueva vida, visitando recónditos enclaves de la Isla con locales y turistas. «Ya he tratado con caballos que nunca han sido montados, pero necesitan un proceso. No sé con qué me voy a encontrar», explica Ferrer que, junto a otros 44 caballistas de todo el mundo, arrancará este desafío el próximo miércoles 2 de agosto.
Recorrer un millar de kilómetros en tierras desconocidas, expuesto a todas las inclemencias meteorológicas, y en un plazo máximo de diez días no es un desafío al alcance de cualquier jinete. Parten a primera hora, a las 7 de la mañana, y finalizan su jornada a las 19 horas. Recreando el mítico sistema postal de Mongolia, los jinetes descansan en estaciones de caballos, separadas unas de otras por unos 40 kilómetros. Dotados de un sistema GPS, los jinetes deben tener la autonomía suficiente para lograr avanzar de una estación a otra en el extremadamente cambiante y salvaje paisaje mongol.
Además, en cada estación los caballos pasan un profundo control veterinario, donde se controla su estado de hidratación o el ritmo cardiaco, que no puede superar las 56 pulsaciones por minuto cuando el animal lleva media hora de descanso. El bienestar de los caballos es muy importante en la prueba: otro de los requisitos que debe cumplir el jinete es pesar menos de 85 kilos con la ropa para montar. Otra de las particularidades de la carrera es que, en cada posta, los jinetes cambian de montura, por lo que no llegan a acostumbrarse a ningún caballo y deben tener la capacidad de adaptarse a cada animal. Y cabe destacar que los caballos de Mongolia, que superan en número a la población humana del país, son diferentes.
A pesar de su reducido tamaño, que no supera el metro y medio, son équidos fuertes y, acostumbrados al frío, al hambre, al calor, los desiertos o las inundaciones característicos de la estepa, resistentes en extremo. Unos son caballos de carreras y otros de trabajo, pero todos son capaces de superar terrenos difíciles y condiciones climáticas extremas. Muchos de ellos pertenecen a familias locales, muy implicadas en la prueba, que además de ceder sus caballos, ejercen de anfitriones, alimentando a los jinetes en las 25 postas, e incluso acogiéndoles en su hogar en las frías noches de Mongolia.