Ese poeta, (Barcelona, 1490-1542), burgués, bilingüe, sirvió en la corte del emperador Carlos V como preceptor del tercer Duque de Alba. Practicó los géneros poéticos de Italia y tradujo a Castiglione. Sus obras más humanísticas son la Historia de Hero y Leandro, y la epístola horaciana a Don Diego Hurtado de Mendoza, su amigo, en donde se ponderan los sencillos placeres de la vida en Barcelona.
Como no podía faltar en todo aquello el detalle gastronómico, escribía: «Veremos al entrar la mesa puesta, y todo con concierto aparejado, como es uso de casa bien compuesta. Después que un poco hubimos reposado, sin ver bullir (se refiere a moverse, agitarse, con nerviosidad excesiva), ni andar, yendo y viniendo, y a cenar nos habremos asentado, nuestros mozos vendrán allí trayendo viandas, naturales y gustosas, que a nuestro gusto estén bien dispuestas. Frutas traerán maduras y sabrosas, las más de ellas cogidas por nosotros, envueltas en mil flores olorosas. Las natas, por los platos extendidas acudirán, y el blanco requesón, y otras cosas que dan cabras paridas. Después de esto vendrá el tiempo del lechón, y del gordo conejo el gazapito, y aquellos pollos que de pasto son (es decir, alimentados al aire libre y no en jaulas). Vendrá también allí el nuevo cabrito, que a su madre jamás habrá seguido por el campo, de tierno y de chiquito. Después que todo esto haya venido, y que nosotros descansadamente, en nuestra cena, hayamos bien comido, pasaremos la noche dulcemente, hasta venir al tiempo que la gana de dormir toma al hombre comúnmente».
¿Y quienes eran los famosos comensales? Andrea Navaggiero, Jerónimo Agustín, Mossèn Durall, Monleón… y otros amigos del poeta y del buen comer. Falta el toque femenino y éste iba a cargo de su mujer, Ana Girón de Rebolledo, que creemos debía ser experta en guisos como el pollo al vino de misa.
Veamos: En una olla doramos cien gramos de manteca de cerdo y un kilo de pollo troceado, a lo cual añadimos dos cebollas muy picadas y un par de dientes de ajo. Cuando la mezcla vaya tomando color, le agregamos cien gramos de níscalos limpios y un poco de pimienta. Lo regamos con vino de misa y lo cubrimos de agua. Ha de cocer unos veinte minutos.