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El Llar Kurt... O vivir como en casa

Pertenece a la Associació Tardor, está en el polígono Son Castelló, y allí residen 296 personas en exclusión social

Asun es una de las gestoras de los ‘llars’ Kurt e Inge, a los que dedica muchas horas.

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Hace casi cuatro años, la Associació Tardor creó dos centros asistenciales donde comparten vidas personas con problemas para alquilar una vivienda digna. Uno es Llar Inge, que está en General Riera, para familias monoparentales (madres con hijos) y personas mayores, y el otro es Llar Kurt, solo para hombres, sito en el polígono de Son Castelló. Ayer estuvimos en este, donde nos sentimos muy bien atendidos por Asun que, junto con Joan, gestionan ambos centros.

Quiénes viven en los ‘llars'

En el espacio que hay justo en la entrada, habría media docena de las personas que viven en él, una de ellas en silla de ruedas. A simple vista, la limpieza y el orden reinaban por todas partes. Es más, en la estancia que se utiliza como comedor, nos encontramos con Pep, quien, fregona en mano, la estaba pasando por el suelo. «Eso, limpiar el Llar, salvo en las habitaciones, de cuyo aseo se encargan los residentes, la limpieza se realiza tres veces al día en zonas comunes, puesto que esta es muy importante y necesaria, tanto como el respeto», señala Asun.

¿Qué personas suelen vivir en los llars de la Associació Tardor?, preguntamos a Asun. «Pues viven personas en exclusión social con unos ingresos mínimos. Algunos están enfermos, otros provienen de la calle. Para estar aquí pagan 200 euros, lo que significa que si la paga es de 450 o 500 euros al mes, se quedan para sus gastos con 250 o 300, y al decir gastos no me refiero a los de la comida, pues esos 200 euros que pagan incluyen desayuno, almuerzo, merienda y cena, además de lavado de ropa y todos los productos de higiene personal. También tienen derecho a duchas y baños, de los que el centro dispone. Incluso tenemos baños para personas con discapacidad. Y en cuanto al resto de material que tenemos, me refiero a camas, la mayoría de muebles, etc., son donaciones de hoteles».

Durante el recorrido que estamos haciendo por las diversas dependencias, Asun subraya «lo muy importante que es hacerles sentir que no están solos. Por ello, en algún caso, hacemos acompañamientos a los consultorios médicos y les ayudamos con su medicación mediante pastillero que realizan en la farmacia… Son, sin duda, dos de las mejores formas que tenemos para ayudarles a estabilizar y controlar sus enfermedades».

Cero drogas, cero alcohol

A nada que hemos empezado a caminar por el Llar, Asun nos deja muy claro que «aquí, ni se puede beber alcohol ni tomar drogas. Tanto es así, que si llega alguno bebido o drogado, no entra. Y si reincide, es expulsado del centro. Es decir, aquí, cero alcohol, cero drogas. Y eso lo saben todos. Por supuesto, quien quiera puede recibir visitas y celebrar su cumpleaños. Al fin y al cabo formamos una familia… Por supuesto, que al igual que en todas las familias, hay quienes se llevan mejor con unos que con otros».

En cuanto a otras actividades, «de vez en cuando vienen por aquí los barberos solidarios a cortarles el pelo, gratuitamente, claro. El psicólogo Vicente Galaso también se pasa por aquí a menudo, habla con ellos y atiende a los que están más hundidos para hacerles ver las cosas de otro modo… También, a través del taller de fotografía, descubrimos la esencia de cada persona y nos liberamos de esas etiquetas incómodas. Porque dicho taller sale a la calle con todas las fotografías que han hecho, reclamando el derecho a una vivienda digna. Y sale también a la calle para hacer exposiciones, tales como Invisibles o Som. Contamos también con otro gran amigo, y a la vez trabajador social, Miguel Riutort, que nos visita una vez a la semana con el Taller de Mindfulness, donde se trabaja la relajación, la escucha y la autoestima. Vamos, que están entretenidos durante el día. Sí, porque también juegan a petanca, a ajedrez y hacen crucigramas. Y quien quiere, se entretiene con la tele».

Por supuesto, ninguno de los dos llars recibe ayudas institucionales, sino que funcionan gracias a las pequeñas cuotas de los que viven en ellos, de la comida que les dan tres hoteles y de lo que les llega de particulares. «¿Y sabe una cosa? Pues que tenemos una lista de espera de 296 personas, procedentes de otros servicios donde no disponen de plazas, también nos demandan plazas desde los hospitales, residencias y servicios sociales».

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