De talante transversal. Además de humorista, Luis Piedrahita es ilusionista, escritor, guionista y cineasta, aunque él se define como ‘un creador de momentos que aspiran a ser memorables'. Su especialidad apunta a lo cotidiano, que es donde se refugian los grandes temas, que trata con su habitual elegancia, surrealismo y calado existencial.
El Teatre Principal d'Inca acoge este domingo (19.00 h) Es mi palabra contra la mía, un espectáculo donde este gallego apodado el ‘rey de las pequeñas cosas' analiza por qué nadie está contento con lo que le ha tocado, haciendo uso de certeras reflexiones que conjuga con una improvisación meticulosamente ensayada. El resultado es un show apto para –casi– todos los públicos.
¿Qué nos depara ‘Es mi palabra contra la mía'?
—Nos deparará muchas risas. De hecho, se recomienda venir orinado de casa para no tener un incidente en las butacas.
¿Qué elementos del show hacen justicia a su título propiciando la confrontación de Luis Piedrahita consigo mismo?
—Una de las grandes paradojas de la vida es que ‘nadie está contento con lo que le ha tocado' y aún así, seguimos adelante, levantándonos cada mañana para ver si pasa algo que nos haga sonreír. De eso habla el espectáculo.
¿Le cuesta armonizar el humor inteligente con aspectos que de tan cotidianos pueden resultar banales?
—El humor nunca es inteligente, de hecho suele ser todo lo contrario: ilógico, absurdo, irreverente, impredecible… Las inteligentes son las personas que saben encontrar en ese maremágnum caótico algo que tiene que ver con sus vidas y que les hace sonreír.
Su análisis de lo cotidiano conecta con el modo en que Woody Allen retrata los conflictos del alma, las contradicciones, con esa superficialidad chic tan profunda… ¿Es un efecto buscado o surge con naturalidad?
—Creo que es una consecuencia directa de llevar las gafas de pasta. Me da la sensación de que cuando uno se pone un aparato de estos en la cara, empieza a ver la vida de esa manera.
En su humor prevalecen dos miradas, una instalada en la ternura y otra en los miedos, ¿cómo se saca partido a esa contradicción?
—La ternura es el pilar fundamental de la comedia que más me interesa y los miedos es la materia prima de la que están hechas las personas. Es el tándem perfecto. Juntar esas dos cosa es maravilloso, pero hay que hacerlo despacito, como cuando se besan los erizos.
Sabemos que el fracaso es la mejor escuela, pero… ¿se puede aprender del éxito?
—Se aprende de todo. La verdad, no me paro demasiado a analizar mis éxitos o mis fracasos. Yo, mientras me lo pase bien, voy tirando.
¿Le costaría encajar un fracaso a estas alturas?
—¡Claro! Lo que no sé si sabría hacer es distinguirlo de un éxito.
Demasiado viejo para ser joven y demasiado joven para ser viejo. ¿No son jodidos los cuarenta?
—¡Qué va! En mi opinión, lo mejor está por llegar.
¿Qué vicios se adquieren y cuáles se van abandonando con la edad?
—Lo mejor que se puede hacer es aprender a no discutir por tonterías, pero sin olvidarse de que hay ciertos temas por los que uno debe dejarse la vida.
Mike Smith, un ejecutivo del sello Decca, pasó a la historia por rechazar a The Beatles aduciendo que ‘estos muchachos no tienen futuro', ¿Alguna vez le dijeron ‘no tienes ni puta gracia'?
—En twitter, dos o tres veces al día.
¿Qué tipo de humor consume?
—El Mundo Today. No dejan de sorprenderme. Son de otro mundo.
¿La función del humor es endulzar la cara más áspera de la sociedad?
—No exactamente. La función del humor es recordarnos que la vida es áspera y amarga, pero que aún así reímos y bailamos encima de las mesas.
Por deformación profesional me gustaría saber qué papel desempeña la música en su vida y cómo afecta a su carrera…
—Escucho mucha música: música clásica, ópera, jazz, flamenco, pop rock británico, techno melódico afgano, thrash metal húngaro…