El buque escuela, insignia de la Armada Española, Juan Sebastián Elcano, logró hace unos días, por primera vez en sus 95 años, cruzar navegando a vela el mítico cabo de Hornos. Este hecho marca un hito en la historia del buque y de la Armada, puesto que el cruce de este cabo, el más meridional de América, es uno de los puntos geográficos que provocan más respeto entre los marinos.
A bordo, entre los tripulantes, el mallorquín José Miguel Hervás (Palma 1989), sargento mecánico cuya labor es el mantenimiento de la planta de aguas residuales y trabajos relacionados con la fontanería de a bordo. «Cuando salí del colegio Ciudad de Málaga, en s'Indiotería, me quería dedicar a la psicología, y ayudar a personas discapacitadas. Pero fue pasando el tiempo y dejé de lado aquella idea. También me gustaba mucho lo relacionado con los cuerpos de seguridad del Estado, y durante el servicio militar estudié para guardia civil, pero una lesión importante jugando a fútbol me hizo desistir en el intento y me quedé dentro del Ejército, algo que siempre agradeceré. Caí de casualidad y fue la mejor casualidad que me pudo ocurrir en la vida».
Desde el principio José Miguel Hervás entró en la especialidad Maniobra y Navegación. «Siempre recordaré aquel 17 de noviembre de 2008 en que entré como marinero de maniobra y navegación. Estuve en varios destinos, hasta 2016, cuando ese año mi mujer me dice que está embarazada y pensamos que había que buscar otro futuro y mejor remunerado. Así que me presenté a suboficial de la Armada y conseguí una plaza de mecánico». Durante su larga trayectoria ha navegado alrededor del mundo, y a bordo del buque Juan Sebastián Elcano ha vivido dos etapas, la primera los años 2011 y 2012, y esta segunda, en la que lleva los últimos cuatro años, y ha hecho escala en Estambul, Venecia, Francia, Copenhague, Londres, Lisboa, Tenerife, Nueva York, La Habana, Puerto Rico, Miami, Río de Janeiro, Buenos Aires, etc. «En todos los lugares he tenido la suerte de conocer mucha gente y disfrutar del sitio, además de encontrarme mallorquines, que están por el mundo».
Tras realizar la hazaña de cruzar el cabo de Hornos a vela, el buque se dirige a Perú. «Cruzar a vela el cabo de Hornos ha sido una travesía inolvidable, que disfruté muchísimo. Después de Perú, pondremos rumbo a Cartajena de Indias, luego Costa Rica, cruzaremos el canal de Panamá , y de ahí hasta Florida y Nueva York».
Hervás señala que «se dice que al Juan Sebastián Elcano lo amas o lo odias, y para mí este buque lo es todo. Pero si yo puedo estar aquí es en gran parte gracias a mi mujer Ana y mis hijas Martina y Carlota». En su tiempo libre en alta mar, José Miguel Hervás se dedica a contemplar cuanto sucede. «Muchos compañeros cogen la cámara fotográfica y hacen fotos. Yo prefiero retenerlo en mi retina. No hay objetivo que capte lo que se vive, desde contemplar los amaneceres o puestas de sol, hasta la sensación de ver nadar junto a nosotros delfines, ballenas o pingüinos». Además de la gesta de cruzar a vela el cabo de Hornos, Hervás destaca que «este año también navegamos por el paso del Ecuador».
Compaginar su vida en el mar con la familia es complicado. Hervás pasa seis meses a bordo, lejos de su hogar, y seis meses en casa. «Durante el tiempo que estás en casa, en ocasiones te sientes extraño, ves el paso del tiempo por tus hijas. Cuando estoy fuera el contacto con ellas es solo por whatsapp o videos donde le cuento a las niñas todas las vivencias por donde pasamos».
Entre los lugares que más le han cautivado, José Miguel destaca la ciudad de Nueva York. «La Habana y Perú también me han sorprendido y parece como que se han parado en el tiempo». Las fuertes tormentas y temporales en alta mar no son un problema para la tripulación del Juan Sebastián Elcano, que navega a toda vela, «aunque somos una cáscara de nuez en el océano, y sobre todo cuando está bravo».
Hombre deportista, José Miguel sale a correr por la cubierta del buque junto a algunos de sus compañeros y hace ejercicio físico. «Corremos de proa a popa, y tenemos a bordo un pequeño gimnasio, también una sala para ver películas y jugar al FIFA, en la Playstation». En su macuto, nunca falta una bandera de Baleares o una camiseta del RCD Mallorca, que le regaló su hermano. «Me siento orgulloso de ser militar y siempre llevo a Mallorca por bandera. De la Isla hecho de menos la sobrasada, la ensaimada o las herbes dolçes, que siempre comparto con el resto de la tripulación y ellos lo agradecen. Pero sobre todo a mi familia, los amigos, y paseos por mi barrio, s'Indiotería».