Mito Vidal (Palma, 1942) ya no se pasea por Deià, ahora un desconocido pueblo para él, que en los años 60 todavía albergaba a mallorquines que disfrutaban de la cala y la tranquila vida de verano. «Ha perdido su identidad, se ha convertido en algo que no tiene nombre. Es como un escaparate para los más ricos. El turista que viene lo hace por ver qué pasa en Deià, por qué tanta fama tiene y atrae a los famosos».
Esta es la historia de un mallorquín que pocos conocen pero tiene mucho que decir sobre Deià y la época más hippy de los 60. Mito Vidal es un técnico de instrumentos de tecla y restaurador de antigüedades, sobre todo de artilugios musicales. Hizo de este hobby su principal profesión, que compaginó con otras tantas. «Estuve en el lugar y en el momento que tenía que estar. Todo en mi vida ha sido un cúmulo de casualidades», reconoce.
Hijo de una suiza y un mallorquín, pasó los mejores años de su vida en Deià. Se juntaba con los hijos de Robert Graves cada verano y con los primeros extranjeros que empezaron a instalarse en este pueblo de la Serra. Siendo muy joven, ya hacía ver que lo suyo era las reparaciones y la música. En el año 62, junto a su hermano Dito y otros tres amigos montaron la banda The four winds and Dito.
«Fuimos pioneros de la música anglosajona cuando aquí solo se escuchaba charanga. El grupo duró poco, pero le dio tiempo a hacer bolos por las zonas costeras de la Isla durante los veranos». Mito Vidal recuerda a los turistas ingleses volverse locos al escuchar música tan novedosa y en inglés.
Estudió en la Marina Mercante pero nunca se dedicó a ello porque la suerte se cruzó en su camino: «Conocí en Deià al musicólogo Frederic Grunfeld y a su mujer, la fotógrafa Toby Molenaar. Hacían viajes por todo el mundo para publicar luego reportajes en Time y National Geographic. Al volver, siempre me pedían que les restaurara figuras que compraban en sus trayectos».
Mito Vidal todavía era un chaval cuando Frederic Grunfeld le retó. «Me preguntó si sería capaz de construirle un clavecín, o clave –instrumento del Barroco–. Me enseñó un diseño en un plano a tamaño natural. Había traído de Estados Unidos las piezas mecánicas. Así que lo hice copiando la imagen. A partir de ahí, empecé a hacer más claves».
Lo curioso es que Mito Vidal tiene un sistema auditivo único, lo que le ha permitido dedicarse a afinar instrumentos de cuerda. Y su capacidad para memorizar todo le llevó a restaurar no solo clavecines, que hizo muchos, sino también pianos. Aprendió, cuenta, «de libros en distintos idiomas y de las personas que me encontraba por el camino, como Víctor Jorquera, un técnico de pianos de Barcelona que me enseñó este oficio». Ha llegado a restaurar un clave Pleyel de 1921 de la famosa clavecinista Wanda Landowska (Polonia, 1879-EEUU, 1959), que regaló a su alumna predilecta.
Las casas de Deià
Volviendo a su historia con el musicólogo Frederic Grunfeld, éste compró la finca de Son Rullan, en Deià. Cuando Mito Vidal estaba a punto de embarcarse en Transmediterránea para trabajar de lo que había estudiado, «Grunfeld me ofreció pagarme lo mismo, 15.000 pesetas al mes, para que le ayudase a reformar su casa, que estaba en ruinas». Mito no se fue y se quedó en el pueblo. Entonces empezó a desarrollar otro oficio: supervisar las obras para rehabilitar las propiedades que adquirían los extranjeros en Deià.
«El guiri compraba lo que el mallorquín no quería. Ellos me pedían que conservase la arquitectura mallorquina, y como la construcción era otra de mis pasiones, yo les ayudaba», continúa Vidal, que no se acuerda de la cantidad de viviendas que ha ayudado a reformar, no solo en Deià en Valldemossa, Sóller y otros pueblos de la Isla. «Tenga en cuenta que el extranjero era el que admiraba esta arquitectura que hoy vemos en la Serra, pero en aquel momento los mallorquines la rechazaban, pues representaba frío, malvivir... La gente se iba a Palma, no querían arreglar casas en ruinas».
Para este reportaje, acompañamos a Mito Vidal a Deià. Se pasea extraño por las calles porque no reconoce los nuevos locales. Nos lleva a una casa que ayudó a reformar, la del escritor y Premio Planeta Fernando Schwartz y su mujer Ana Sandra Marone. Mito telefonea: «Hola Sandra, ¿te acuerdas cuando comprasteis esta casa, en 1995?» y, tras unas risas y ponerse al día, cuelgan. La compraron hace 28 años pero la vendieron. Como ocurre con la mayoría de casas en el pueblo, han pasado por muchas manos, y casi todas extranjeras.
Vidal lleva años jubilado, o eso dice. Pero la realidad es que todavía acude por las mañanas a su humilde taller en el Secar de la Real. Nos enseña el piano que está dejando listo, el de Barbara Weil –la misma familia que montó en Andratx el Studio Weil–. Es un piano del siglo pasado que viene de Nueva York, un Stenway & Sons. «Su hija, Georgina, me dijo ‘tú eres el único que puede ajustarlo'».