El final de la Cuaresma y sus abstinencias –tímidamente profesadas hoy en día–, está a la vuelta de la esquina, y las pastelerías ya presentan los dulces que este año harán las delicias de los pecaminosos. Es habitual escuchar que la gastronomía es un arte, en este caso no hay discusión. Los maestros chocolateros de Narez & Cuart y el pintor Javier Rosselló se han unido para crear una colección limitada de monas de Pascua que se inspiran en las pinturas del artista mallorquín.
«Yo no me considero un artista, pero mucha gente dice que para trabajar con chocolate debes serlo un poco. Esta es una colaboración muy interesante: aunque no es lo mismo, hay ciertas similitudes entre el chocolate y la pintura. Innovar atrae tanto al público que compra monas cada año como a quienes no siguen esta tradición. Ha sido una experiencia muy divertida, hemos necesitado mucha prueba para conseguir la textura y el color deseado», afirma el maestro chocolatero andritxol Joan Cuart, que en 2016 abrió su pastelería en el Port d'Andratx y, en 2022, abrió la de Palma, donde hoy ponen a la venta estas originales creaciones. Si algo destaca de estas monas, además del sabor intenso a chocolate negro, que reduce el dulzor del chocolate blanco que funciona como lienzo, es el color.
En sus obras, Rosselló juega y experimenta con distintas técnicas, centrándose en especial en el color y enfocando sus pinturas a su integración en la arquitectura moderna: «Pintar en chocolate ha sido una experiencia diferente. Acostumbrado a la pintura acrílica, que tarda en secar y te da un margen para hacer y deshacer, jugar y mezclar, me costó encontrarle el punto a la rápida cristalización del chocolate. Las monas han quedado buenísimas, animo a todos a probarlas», sostiene Rosselló que escogió sus pinturas Crossing, One Way y Sineu para los huevos de chocolate.
Cada mona es diferente, ya que cada huevo se pinta a mano y el proceso de elaboración solo es apto para manos experimentadas. En primer lugar se atempera el chocolate, es decir, se le hace pasar por distintas temperaturas para poder trabajar con él, «con este proceso conseguimos que las partes del chocolate se fusionen entre sí y que, al enfriarse y extraerlo del molde, sea brillante y crujiente». Lograda la temperatura perfecta, se le da forma al chocolate con un molde, de donde se extrae al enfriarse. A continuación se realiza la base de chocolate blanco que sirve como lienzo y se une al huevo. Para acabar, se pinta sobre el chocolate blanco con diferentes pinturas comestibles: para las líneas, se requiere una más líquida, y para las pinceladas, más espesa.