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«Quiero a ‘Lluvia' como si fuera mi hija»

«Si muero, no irá a ninguna perrera. Una persona se quedará con ella»

No hay mayor fidelidad que la que se tienen ambos. Desde que se encontraron, no se separan, van a dónde sea, juntos, incluso se acuestan juntos, él reposando su cabeza sobre el escalón, ella, acurrucada, a sus pies.

| Palma |

En un alto en el camino, sentado en el banco de piedra que hay al lado del quiosco, por cierto, cerrado, de la plaza Alexandre Jaume, de Palma, observamos al hombre y al perro. Él, tumbado en el suelo, sobre unos cartones, y apoyando la cabeza en el escalón, como si de una almohada se tratara, trata de conciliar el sueño. Viste unos viejos vaqueros, un desgastado anorak, y por debajo de él una prenda con capucha que cubre su cabeza. A sus pies, el chucho, si no dormido, casi. Está claro –nos decimos, sin dejar de perderlos de vista– que son el uno para el otro, por lo que, ¿qué hará uno si le falta el otro…?

Observamos también, a escaso metro y medio de ambos, cómo tres o cuatro palomas están dando buena cuenta de la comida que hay en un pequeño recipiente que el hombre ha preparado para su fiel amigo de cuatro patas…

Nos acercamos. El hombre levanta la vista y nos ve. No dice nada. En su rostro, ocupado gran parte de él por una barba semicanosa, se refleja el cansancio y la indiferencia. El perro, ni se inmuta, sigue a lo suyo. ¿Se ha dado cuenta de que las palomas se están comiendo la comida de su perro?, le advertimos. El hombre se incorpora y mira hacia las palomas.

«No importa… Que se la coman. Es bueno que nos ayudemos los unos a los otros. Si ellas no tienen nada, y tienen hambre, pues que coman de la comida de ‘Lluvia', que ya ha comido». ‘Lluvia' se pone en pie y se acerca al hombre, que la coge en brazos. «Es lo más fiel y honrado que he encontrado en mi vida –dice, acariciándole la cabeza–. Mucho más fiel que la familia…».

¿Qué pasará si ella desaparece?, le preguntamos. Mira de nuevo a la perra… «Ella es como una hija para mí. Vive conmigo, va a todas partes conmigo. Si camino, ella camina, si me paro, ella se para, si me siento, ella se tumba… Si yo como, ella come… ¿Que qué comemos? Comemos de lo que nos da la gente… Porque siempre hay alguien que nos da algo». Y si él desaparece, a dónde irá ‘Lluvia'? ¿A la perrera?

La calle es muy dura

Su respuesta no se hace esperar. «No, a la perrera, no. Hay una persona, con la que he hablado, que se va a quedar con ella… Si me pasa algo, ella tendrá a donde ir. Por eso estoy tranquilo». Si durante el día se dejan ver por ese lugar, la noche la pasan en un sitio de una calle que no quiere revelar dónde es… «¿Sabe…? Es muy duro vivir en la calle, sobre todo en invierno, con frío y lluvia, y con según que gente... Pero a todo se tiene que acostumbrar uno».

No quiere dar su nombre cuando le preguntamos cómo se llama. ¿Para qué…?, parece preguntarnos con su mirada. Aunque sí nos dice que fue albañil, que trabajó en una empresa que quebró, y que de momento no cobra ni un céntimo de nadie, por lo que él y ‘Lluvia' viven de lo que les da la gente.

«Hace unos días fui con la asistenta social a un edificio que hay en La Rambla, donde me hicieron firmar unos papeles. Según me dijo, era para que me dieran una pequeña paga que nos vendrá muy bien, pues como le digo, no cobro nada… También, lo que me gustaría es que alguien nos dejara una pequeña cochera, algo con techo, donde dormir y dejar mis cosas, porque, como digo, lo llevo todo conmigo, y dormir en la calle no es bueno, y es peor en invierno».

Regresamos a nuestro banco y ellos a sus cosas. Es decir, él se tumba de nuevo y la perra se acurruca a sus pies. Y es que no tienen otra cosa mejor que hacer. Mientras tanto, las palomas siguen picoteando en los restos de comida que ha dejado ‘Lluvia'. Y mañana será otro día que poco se diferenciará de este. Mientras, la gente seguirá pasando por su lado, indiferente, puesto que ambos han terminado por convertirse en parte del mobiliario urbano. La plaza, varios bancos de piedra, dos o tres terrazas con más o menos gente tomando algo y charlando, la escultura algo vandalizada sobre el suelo, árboles, él, su perra… Nada cambia en aquel lugar, salvo la gente que va y viene o el cielo, a veces azul, a veces con nubes…

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