Quizás las calles no vuelvan a ser el escenario de juego que un día fueron, pero todavía hay tiempo para que la exploración infantil no esté limitada al estímulo digital. En la pandemia, después de observar que «en la oferta lúdica para familias con niños estos eran espectadores, los padres no solían formar parte del juego y la participación era breve, puntual y dirigida», las maestras de Educación Infantil Sandra García y Xisca Gonzálvez emprendieron Il·lusions Efímeres, proyecto en el que pedagogía y arte se dan la mano en sus paratges lúdics, instalaciones artísticas de juego libre.
«Los parajes lúdicos son espacios de juego, que mezclan la pedagogía con formas de arte como las instalaciones, el objeto encontrado o el arte efímero, donde niños y adultos interactúan. Enfatizamos el juego como vivencia», explica Gonzálvez, a lo que García añade: «Los niños aprenden a través del juego. Juegan por placer pero, sin darse cuenta, aprenden y hacen asociaciones: cómo funciona el mundo o su cuerpo, se relacionan con otros niños, y con los objetos. Descubren».
Especializadas en atención primaria, las maestras idearon Il·lusions Efímeres como una iniciativa para niños de 0 a 6 años, pero ya han comprobado que la edad no es un impedimento: «Los parajes están diseñados para que los niños hagan y deshagan según sus inquietudes, sin una guía. Si está acostumbrado a imaginar y crear, encontrará un lugar: un bebé en fase de exploración bucal lo encontrará, al igual que un niño en pleno juego simbólico», explican las educadoras.
Para diseñar sus instalaciones lúdicas, las maestras se ponen las «gafas de la infancia» para visualizar aquello que pueda llamar la atención de los niños, evitando la sobreestimulación, y ajustando la temática al lugar que ocupan o la época del año. «Hay niños que se tiran de cabeza y otros más retraídos. Procuramos abarcar las diferentes formas de aproximarse al juego», razonan las maestras, cuyas instalaciones están formadas por distintas estaciones y fabricadas con material no estructurado, elementos cotidianos, reciclados o naturales, «sacados de contexto para que el niño sea quien decide su función».
Este proyecto surge como respuesta a las necesidades actuales de los niños, «que necesitan estar en contacto con la naturaleza, espacios abiertos y juego libre. Si solo se utilizan juguetes industriales, que preestablecen el juego, se pierde una parte muy importante. Nos encontramos en una sociedad en la que, por suerte o por desgracia, las nuevas tecnologías nos están avasallando. Absorben de tal manera la atención del niño que se deja de lado la creatividad e imaginación. Hemos visto a niños muy perdidos, que nos preguntan ‘¿Y cómo se juega?'», afirman las maestras, que destacan la importancia de la participación de padres y madres en el juego.