En 1998, Vicenç Munar y Rosa Maria Garcia (1970, Palma) empezaron a bailar merengue, salsa y algo de baile de salón con el único fin de divertirse. Quién iba a decirles que, 25 años más tarde, estarían en la tercera posición del ránking mundial de baile deportivo en modalidad Estándar, que aúna el vals inglés y vienés, tango europeo, slow fox y quickstep, en categoría Senior II. Hace dos semanas, la pareja alcanzó la final del Campeonato Mundial de Rimini, en Italia; son los primeros mallorquines que lo consiguen.
En la competición hallaron la forma de perfeccionar su habilidad, y empezaron a entrenar con Pep Tous y Francisca Forteza, precursores del baile deportivo en la Isla, en el antiguo Teatre de la Assitència Palmesana. Desde 2003, la pareja ha participado en casi 60 competiciones nacionales e internacionales. «Lo que aprendes en la competición, no lo puedes adquirir en los entrenamientos. Hemos aprendido que en los entrenos hay que buscar la calidad sobre la cantidad. Nuestros entrenadores, Jordi Fàbrega y Maria Pomar, nos ayudan a rentabilizar las pocas horas que podemos dedicarle al baile», explican los bailarines. Con el tiempo, han logrado un mayor dominio del cuerpo, del ritmo y la melodía, y en su compenetración. Y es que cada uno le aporta algo a la pareja: Vicenç brinda movilidad y Rosa, profesora de música en el Institut de Calvià, el sentido musical. «No puedo escuchar ningún paso fuera del bit, es algo obsesivo», explica la bailarina.
Mantener una pareja de baile durante más de veinte años no es una tarea sencilla, «el secreto es el respeto mutuo: admitir lo errores propios y pensar en equipo», afirma Rosa. Ambos coinciden en que la mayor mejora que han experimentado desde que empezaron es su floorcraft, la relación de la pareja con el suelo, su capacidad de navegar gráciles sobre la pista de baile. «Antes íbamos directos a hacer la coreografía sí o sí, más rígidos, y ahora tenemos una mayor confianza para dejarnos llevar», sostiene Vicenç.
Para ellos, el principal atributo que necesita un buen bailarín es la disciplina y la constancia. Quizá también la paciencia; sus mejores resultados en competición han llegado este año: «Hemos ganado cinco competiciones internacionales, y nunca antes habíamos ganado ninguna. Los frutos llegan ahora, el cuerpo ha dicho: vamos a bailar bien», sostiene Vicenç que, soprendentemente, se pone más nervioso en las competiciones locales que en Alemania, Bélgica, Austria, Italia, o Países Bajos, algunos de los últimos países que han visitado. «Aquí me ve gente que nunca me había visto bailar, o están mis entrenadores observándome con lupa. Pero delante de mucha gente también pone muy nervioso. En Sttutgart la competición reina del baile deportivo junto a Blackpool, logramos la tercera posición y bailamos delante de 5.000 personas».
Ambos destacan las bondades del baile. «Cuesta mucho poner el cuerpo a punto, pero una vez están calientes las articulaciones, me siento más en forma que nunca», afirma Rosa, a lo que Vicenç añade: «El baile conserva y estiliza el cuerpo, es terapéutico». «Es una lástima haber empezado tan tarde. El baile es un estilo de vida. Seguiremos hasta que el cuerpo aguante», sostiene la pareja, cuyo objetivo es alcanzar el podio en el próximo mundial.