Daniel Brunner cambia de país con la facilidad que usted y yo cambiamos de canal. Este artista inclasificable ha colocado su pica en Sudáfrica, Costa Rica, Reino Unido y ahora España, donde se reparte entre Llucmajor y Marbella soldando esculturas mágicas. Hijo de la interculturalidad (su madre es peruana y su padre austriaco, país donde nació), se ha granjeado el sobrenombre de ‘heavy metal magic man' dada su facilidad para –citando a Oscar Wilde– ‘sacar belleza de la inmundicia'. Aun no ha expuesto en Mallorca, pero sabe que solo es cuestión de tiempo. Su obra, a caballo entre el recorte futurista y una visión post apocalíptica, se nutre simple y llanamente de todo cuanto encuentra en los vertederos y chatarrerías.
Reciclando es un maestro. Para salir de dudas eche un vistazo a las imágenes que ilustran está página, todas las esculturas son el híbrido fruto de sus visitas a un desguace, «en un futuro me gustaría tener mi propia chatarrería en casa», desliza Brunner, un tipo de mirada incisiva y porte tosco dotado de un alma sensible. Compara la Isla con Sudáfrica, «al menos la que conocí, hace treinta años, ahora una simple mala mirada te puede costar la vida. El país está sumido en el desempleo, la corrupción y las drogas». De Mallorca adora «el calor, las calas y la amabilidad y respeto de la gente». En el país africano estuvo un tiempo enrolado en el ejército, un entorno que dista mucho de ser el hábitat natural de un creador. «No aprendí nada de aquello, me dejó un mal sabor de boca, nunca pude adaptarme a las reglas».
‘Biochatarra'
Su obra tiene un trazo muy particular. Sostiene el artista que «libero la chatarra para que pueda tomar forma de biochatarra», y en el intento «voy atrapando movimiento y emoción». Cuenta que acude a los desguaces en busca de materia prima que paga «al peso, dependiendo del metal que elijas». Le preguntamos si reciclando materiales siente que está contribuyendo a un planeta más sostenible. «La verdad es que no, necesito herramientas que también se desperdician, pero veo la belleza que se puede sacar de lo que eventualmente se reciclará de todos modos y se reutilizará. Así que por qué no hacer algo original, único, con eso», detalla.
Brunner resume su proceso creativo, desde su inmersión entre cachivaches metálicos en busca de inspiración, hasta el momento en el que las ideas cobran forma. Se refiere a ese proceso como «ir en busca de oro». Se fija especialmente en objetos curvilíneos «de apariencia orgánica que pueda convertir en una biosemejanza de lo que sea que se avecina». Una respuesta inquietante que apunta a un terrible futuro distópico. Aunque también se desempeña en obras más «espirituales», lo cierto es que la vis ‘siniestra' es una constante en su obra.
Liberar emociones
Asegura que trabajar con materiales pesados «me libera los sentimientos, empiezo a soldar y siento que me estoy recargando por dentro». Sin duda una sensación tan reconfortante como vitalista y positiva, en especial tras vivir un período en el que fue dando tumbos por diferentes trabajos, en el que reconoce haberse sentido muy perdido. «No sabía lo que quería hacer con mi vida, estaba en una oscuridad viciosa que me llevó por caminos equivocados». Finalmente, de aquel período de aciago recuerdo sacó excelentes réditos, y es que «la depresión también es una gran creadora».
En el futuro espera «viajar alrededor del mundo moviendo mi arte», aunque tampoco «me gusta planificar lo que hago», confiesa. Para acabar, una recomendación: «Compra mi arte ahora, mientras todavía sea asequible. Invertir en arte es invertir en el futuro», desliza entre risas.