Óscar Kali tiene 20 años. De padres polacos, nació en Palma, donde vive. Va en silla de ruedas a causa de una espina bífida. «Como he nacido con ella, me he acostumbrado a la silla. Que otra cosa hubiera sido quedarte en silla de ruedas de por vida a causa de un accidente». Está estudiando segundo de Bachillerato, «puesto que he repetido curso… Tras haberme tomado un año sabático». Tiempo que ha aprovechado para escribir una novela de cien páginas sobre un viaje imaginario a través de la Ruta 66, la mítica carretera que unía Chicago con Los Ángeles. Un viaje –añade–, que no he hecho, pero que todos los datos que aparecen en él son reales y contrastados, todo gracias a haber consultado varios blog y el Google Maps».
Naturalmente, antes que El gran viaje, Óscar ha escrito mucho en su blog, «además de haberme presentado a concursos de redacción, entre otros el de Coca Cola, ya que me gusta mucho escribir».
Los motivos por los que ha escrito El gran viaje, dice que han sido tres: para promover la literatura juvenil, para intentar que los jóvenes se alejen de las pantallas y lean un poco, y para animar a los jóvenes a que escriban un libro. Y además de esto, «también he escrito el libro con la intención de sorprender al lector y causarle alguna sensación».
El Mustang 68
Del libro, no pasa desapercibida la portada en la que aparece un Mustang 68, «el coche de mis sueños… Siempre me han gustado los coches norteamericanos, y de ellos, el que más, este. Por eso ha sido el coche que los dos protagonistas de la novela, Jack y Megan, utilizan para hacer la Ruta 66. ¿Que cómo son ellos…? Se conocen desde hace 15 años, desde que van al colegio, por lo que se llevan bien, pese a que son completamente distintos: Jack es metódico, quiere llevarlo todo tal como lo ha planeado… En cambio, ella no planifica, sino que es libre y en ocasiones se deja llevar por la locura…».
Y un viaje, y más como este, de doce días de duración, que Óscar lo prolonga a tres semanas, o lo planificas, o lo haces dejando que fluya… O dejas que ocurran las dos cosas, que es lo que realmente ocurre… «¿Y qué si al final la amistad termina en amor…? Eso lo dejo que lo descubra el lector».
Jack y Megan son dos amigos ingleses que deciden hacer la Ruta 66, de 3.940 km., saliendo de Chicago para llegar a Santa Mónica (California), recorriendo varios estados, pasando por valles, llanuras, montañas, parándose en sitios, como en hoteles que aún existen, o en gasolineras, que siguen ahí pero que ya no funcionan, aunque no dejan de ser un signo de lo que fue aquella ruta. Y también recorren lugares misteriosos, como la Carretera 403, en la que, según se cuenta, se perdió un niño que iba en bicicleta, niño del que nunca más se supo, pero… Pues eso también lo descubrirá el lector leyendo el libro…».
Presentación
Óscar, que reconoce que es un viaje que le gustaría hacer pero que ahora no es posible dado que su coste, entre 4.000 y 6.000 euros, no está a su alcance, presentará El gran viaje, editado por Editorial Letrame, el próximo 18 de los corrientes, a las 17.00 horas, en el Casal de Barri de Son Gotleu.
Por lo demás, y pese a su discapacidad, Óscar es un tipo feliz, que mira al futuro de frente, que se acepta tal como es, que no descarta escribir otros libros... Es un joven optimista, pero que nos da la sensación, por lo que nos cuenta, que mañana emprendería una campaña en contra de las barreras arquitectónicas que les pone la sociedad, con el placer de los ayuntamientos, que lejos de combatirlas, permiten que sigan ahí… Pero esa es otra cuestión de la que otro día hablaremos…. Puede que también con él como protagonista…
Por cierto, que a Óscar le invitamos a que asista a la reunión de Círculo de escritores de Mallorca, sobre todo por las ideas que puede aportar. Reunión que, según nos informó Carlos Ordinas Noguera, tendrá lugar hoy, a las 19.00 horas, en el café La tertulia, de la calle Ausias March.
Hierbas en la acera
La otra mañana, yendo a pie para hacer unas fotos y una entrevista en es Rafal, al cruzar por el puente que une Son Gotleu con aquella barriada, desde donde los domingos se puede presenciar el partido de fútbol que se juega en el campo que se ve desde el citado puente –de hecho nos quedamos un rato a verlo– nos llamó la atención observar la cantidad de hierbajos que crecen a discreción entre el bordillo de la acera y los ladrillos que la conforman. Son hierbajos que a medida que pase el tiempo, si no los quitan, se irán haciendo más altos y más frondosos. Que de hecho ya hay algunos que sobresalen sobre los demás. Es esta otra de las historias interminables. Insistes e insistes... Pero es en vano. El departamento responsable de cuidados estéticos de la ciudad –vamos a llamarlo así–, no está muy al tanto de estos problemas. La prueba ahí la tienen.