La persistente dependencia de los combustibles fósiles pone en peligro la salud de las generaciones actuales y futuras, señala un informe de la revista The Lancet, que alerta que tanto gobiernos como empresas siguen aplicando estrategias que amenazan «cada vez más» la salud y supervivencia de las personas. Ningún país está seguro, advierten los autores, que indican que las repercusiones sanitarias de las múltiples crisis -como la covid-19 o la guerra en Ucrania- se ven agravadas por la constante dependencia de los combustibles fósiles y ejercen una presión adicional sobre los sistemas de salud.
Esto produce un mayor riesgo de inseguridad alimentaria, transmisión de enfermedades infecciosas, afecciones relacionadas con las altas temperaturas, pobreza energética y muertes por exposición a la contaminación, resume el documento titulado «Cuenta atrás sobre la salud y el cambio climático: la salud a merced de los combustibles fósiles». Se trata del séptimo informe Lancet Countdown que incluye el trabajo de 99 expertos de 51 instituciones, incluidas la Organización Mundial de la Salud y la Organización Meteorológica Mundial, y está dirigido por la University College London; recoge 43 indicadores.
Durante 2021 y 2022, los eventos climáticos extremos causaron devastación en todos los continentes, añadiendo más presión a los servicios de salud que lidian con las repercusiones de la pandemia. Las inundaciones en Australia, Brasil, China, Europa occidental, Malasia, Pakistán, Sudáfrica y Sudán del Sur provocaron miles de muertes, desplazaron a cientos de miles de personas y ocasionaron pérdidas económicas de miles de millones de dólares. Mientras, los incendios forestales causaron devastación en Canadá, Estados Unidos, Grecia, Argelia, Italia, España y Turquía, y se registraron temperaturas récord en Australia, Canadá, India o Reino Unido.
Por indicadores, el texto recuerda que la exposición al calor extremo afecta directamente a la salud: exacerba enfermedades subyacentes como las cardiovasculares y respiratorias, desenlaces negativos del embarazo o problemas de salud mental. Los niños menores de un año experimentaron, colectivamente, 600 millones de días más de olas de calor (4,4 días más por niño) y los mayores de 65 años, 3.100 millones de días más (3,2 días más por persona) entre 2012 y 2021, en comparación con el período 1986-2005. Las muertes relacionadas con el calor aumentaron un 68 % entre 2017 y 2021, en comparación con 2000-2004; mientras que la exposición a días de peligro de incendio muy alto o extremadamente alto se incrementó en el 61 % de los países desde 2001-2004 a 2018-2021. Además, la exposición al calor provocó la pérdida de 470.000 millones de potenciales horas de trabajo en todo el mundo en 2021.
El cambio climático afecta a la propagación de enfermedades; el tiempo para la transmisión de la malaria aumentó un 32,1 % en las zonas altas de América y un 14,9 % en África entre 2012-2021, en comparación con el período 1951-1960. A corto plazo, el cambio climático está afectando a todos los pilares de la seguridad alimentaria: el aumento de temperaturas y los fenómenos meteorológicos extremos amenazan directamente el rendimiento de las cosechas acortando la temporada de crecimiento de los cultivos. En promedio, un 29 % más de la superficie terrestre mundial se vio afectada por una sequía extrema anualmente entre 2012-2021, en comparación con 1951-1960, provocando inseguridad hídrica y alimentaria.
La intensidad del carbono del sistema energético mundial se ha reducido en menos de un 1 % con respecto a los niveles de 1992, cuando se adoptó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, menciona el informe. 69 de los 86 gobiernos analizados subvencionan efectivamente los combustibles fósiles, por un total neto de 400.000 millones de dólares en 2019. Estas subvenciones superaron el 10 % del gasto sanitario nacional en 31 de los países y el 100 % en cinco. Al ritmo actual, la descarbonización total del sistema energético llevaría 150 años, muy lejos de las exigencias de mantener el calentamiento global en 1,5 grados, como se estableció en el Acuerdo de París. «Nuestro informe revela que nos encontramos en un momento crítico. Vemos cómo el cambio climático está impactando gravemente en la salud mientras que la persistente dependencia global de los combustibles fósiles agrava estos daños en medio de múltiples crisis mundiales», afirma Marina Romanello, directora ejecutiva de Countdown Lancet.
A pesar de los preocupantes indicios, aún hay «destellos de esperanza»: la respuesta tiene que estar centrada en la salud. Por ejemplo, mejorar la calidad del aire ayudaría a evitar las muertes derivadas de la exposición a la contaminación atmosférica por material particulado derivadas de los combustibles fósiles, que solo en 2020 fueron 1,3 millones. Acelerar la transición hacia dietas más equilibradas y basadas en plantas no solo reduciría el 55 % de las emisiones del sector agrícola procedentes de la producción de carne roja y leche, sino que también evitaría hasta 11,5 millones de muertes anuales relacionadas con los hábitos alimenticios y reduciría el riesgo de enfermedades zoonóticas.
Como respuesta al informe, el secretario general de la ONU, António Guterres (que no participó en su redacción), lamenta: «La crisis climática nos está matando». «Está acabando no solo con la salud de nuestro planeta, sino también con la de las personas mediante la contaminación atmosférica, disminución en la seguridad alimentaria, mayores riesgos de brotes de enfermedades infecciosas, el récord en altas temperaturas, sequías, inundaciones». «La ciencia es clara al respecto: las inversiones masivas y sensatas en energías renovables y resiliencia climática garantizarán una vida más sana y más segura».