Inspirado por el mar y sus sinuosas formas y movimientos, Biel Miralles (Palma/Capdepera, 1992) esculpe en piedra toda clase de útiles y objetos decorativos, como lavabos, mesas, vasijas, morteros o pomos en forma de mano. «Solo esculpo piezas a partir de piedras que pueda levantar con mis manos. Me voy con la furgoneta, o con la barca, y las recojo de los márgenes del camino o de derrumbes de acantilados litorales, que sean inaccesibles a pie. Me baso en las formas, en aquello que me insinúa la piedra. Busco formas fluidas, intento encajar las formas orgánicas en las geométricas. No persigo lo únicamente funcional, sino lo estético», dice Biel, que realiza sus piezas, de pequeño formato, con piedras calizas o mármol mallorquín y de Carrara.
El escultor estudió Bellas Artes en Pontevedra y siempre mostró interés por el trabajo manual. Se apuntaba a todos los talleres que podía. «Al principio no me interesaba tanto el concepto, sino cómo funciona y de qué modo se trabaja cada material». Más adelante, estudió un posgrado de diseño de moda y, en Oporto, un curso monográfico de molde clásico de escayola. Al volver a Pontevedra, se introdujo en la Escola de Canteiros, donde conoció las técnicas de los maestros gallegos, con herramientas tradicionales y mecánicas, como la radial y sus discos, las muelas y el martillo neumático, las que en el presente utiliza con mayor frecuencia en su taller de Capdepera, a pocos metros del pequeño arenal de Cala Gat, su lugar de reposo.
Surf como inspiración
Como el mar, el surf es otra de sus fuentes de inspiración. Desde muy pequeño practica el deporte y, en su estancia en Galicia, se le abrió todo un mundo de posibilidades. Allí pudo conocer al artesano Boris Bugarski, quien le enseñó a hacer tablas de surf a mano con espuma de poliuretano, resina de poliéster y fibra de vidrio. «El proceso es muy complejo. Debes dominar muchos campos. Llegó un momento en el que solo hacía tablas de surf y tuve que abandonar el resto de mis inquietudes», cuenta Miralles, que ahora solo construye sus tablas.
Como solían decirle en la Escola de Canteiros: «Non hai pedra dura, hai canteiro brando». Según Biel, trabajar la piedra es tan físico como psicológico. Aunque sabe trabajar toda clase de materiales, se queda con la piedra; siente atracción por la idea de perpetuidad, por crear una obra que supere el paso del tiempo. «En ocasiones la piedra te gana. Si la golpeas demasiado fuerte la puedes romper, pero si lo haces demasiado flojo no avanzas. Es un material con gran carga histórica, me fascina la escultura clásica. Además, siempre salen piezas únicas, cada piedra tiene dibujos y vetas irrepetibles».
Con los años, Biel ha desarrollado una sensibilidad especial alrededor de la piedra. «Observando el exterior, sé si guarda algo interesante en su interior. Es una sensibilidad que se logra con el paso del tiempo, a base de experimentar». Sus colecciones se basan en diferentes conceptos, como sus multiformes mesas de noche, que siguen los principios del Tangram, el antiquísimo rompecabezas chino que disecciona un cuadrado en siete piezas geométricas con las que pueden construirse infinitas figuras.
Aunque el escultor afirma que la artesanía se valora cada vez más, en la Isla va vendiendo sus piezas y no le faltan los encargos, en poco tiempo pondrá rumbo a Australia, donde considera que su línea de trabajo puede funcionar mejor. «Quiero irme un año, comprarme una furgoneta, herramientas y montar un estudio para trabajar. Es una pena, pero parece que es más difícil que se reconozca tu trabajo en tu lugar de origen; fuera eres exótico, un descubrimiento», concluye Biel, que cuelga su obra en Instagram, en su perfil @boc.boards.