La otra tarde, caminando por la plaza de España, de Palma, un joven barbudo, con perilla canosa pronunciada, salió a nuestro paso. Tras pararnos y presentarse con un escueto «me llamo Álex Izquierdo», extrajo un billete de cincuenta euros de su cartera y nos los dio. «Muchas gracias, amigo. Hace año y medio, o dos, cuando la pandemia, me los prestaste… –nos dice ante nuestra cara de asombro–. Entonces, te dije que cuando me fueran bien las cosas, te los devolvería. Ahí los tienes»
«Pago lo que debo»
La situación nos pilló tan de sopetón que tuvimos que hacer memoria… ¿Álex Izquierdo?, nos preguntamos mirándole y mirando el billete… «Sí, ese soy yo. Mi padre era Marcelino –dice, intentado que recordemos–, el del restaurante, fallecido ya… ¿Te vas acordando…?»
Y sí, al final recordamos. A Álex le conocimos en los tiempos duros de la pandemia. Era guarda de seguridad contratado por discotecas… Pero la llegada de la COVID-19, como a otros muchos, le dejó sin trabajo, igual que a su mujer, con la que tiene tres hijos, dos de ellos, gemelas. «Y como no teníamos ingresos, pues la pandemia empezó cuando iba a comenzar la temporada, no me quedó más remedio que, tras gastar nuestros pocos ahorros, buscarme la vida».
Y uno de esos lugares a los que iba era la cola del comedor social Tardor, que fue donde le encontramos una mañana, y donde nos contó su historia. Tras escucharle, le pasamos 50 euros, «quédatelos». «Gracias, respondió, guardándoselos, y luego, mirándonos a los ojos, nos dijo: Te juro que cuando gane dinero te los devolveré». Y cumplió.
Álex trabaja ahora velando por la seguridad de un local de la calle del Jamón, además de, dos días a la semana, en otro sitio, también de la playa. Pero ahí solo por horas. Y encima, dedica parte de su tiempo libre a ser voluntario de los templarios, ayudando a personas necesitadas. «Y es que la vida es una cadena de favores. Hoy estás en ella recibiendo y mañana, si puedes, dando. Y si todos formáramos parte de ella, este mundo sería mejor. Mientras tanto… Pues hay que aprovechar y trabajar por si vuelven tiempos peores, que no nos pille como hace dos años, sin un euro en el bolsillo. Por eso, de lo que gano, vivimos los cinco, y lo que sobra, que no es mucho, lo ahorramos».
Una casa con cinco bocas
Aunque hizo sus pinitos como camarero en el restaurante de su padre, Álex lleva en seguridad treinta años. Es, por tanto, persona experta en estos menesteres. Y entiende, además, a la gente que sale de noche.
«Salen a divertirse, y más si están de vacaciones, como ahora los alemanes, que encima pueden beber más cerveza que en su país, ya que aquí es más barata. Por eso, a veces, alguno, no tanto como los ingleses, se pasa un pelín. Pero ahí estamos nosotros para controlar la situación».
Volviendo a los tiempos de la pandemia del coronavirus, le preguntamos que cómo se las arreglaba para vivir con cinco bocas en casa. «Pues mira, tras salir del shock en el que una cosa como esa te deja, te organizas dentro del caos que te rodea… ¡Y es que no tienes más remedio…! Cobraba la ayuda familiar, 450 euros, con la que pagaba los 400 euros de la casa donde vivimos… Aparte de la comida y los pañales que Tardor me daba para mis hijas, pues entonces los usaban, tuve la suerte de, durante un mes, trabajar para Amazon… Luego hubo amigos, excolegas del colegio, personas relacionadas con el mundo de la noche, etc., que me echaron una mano… Y ahora, como he podido, a casi todos les he devuelto lo que me dieron, y si me queda alguno… Que esté tranquilo, que se lo devolveré».
Salud y paciencia
Le recordamos que por entonces nos comentó, entre otras cosas, que jamás hubiera imaginado que algún día tendría que ir a buscar comida a una cola del hambre, pero… «Ya ves, fui. Y lo hice más de una vez. Porque cuando te quedas sin nada, has de buscar donde sea… ¿Y qué mejor que ahí? Yo trataba de corresponder al favor que nos hacían siendo voluntario… ¡Y es que no podía hacer otra cosa! Y menos mal que me acompañó la salud y la paciencia, que con ambas puedes salir, o te pueden ayudar a salir… Que si no… Porque, para colmo, al ocio nocturno le dejaron sin ninguna opción, ya que el Govern fue al último que permitió que abriera… Tuvimos demasiadas restricciones, ¿sabes? Daba la sensación de que el ocio nocturno, la hostelería y la restauración, fueran los culpables de lo que estaba pasando, cuando unos y otros, en todo tipo de medidas y controles, están mejor preparados que nadie. Pues ya ves, nos dejaron para el final, lo cual supuso la ruina para muchos empresarios y trabajadores».
Van a donde pueden vivir
Como hemos dicho, Alex no pierde de vista el futuro. «No sé qué pasará a partir de que acabe la temporada. Por eso estoy ahorrando… Porque de buena ganara haría las maletas y me largaría a Miami, donde está mi hermana y las cosas, en cuanto a trabajo, funcionan mejor que aquí. Lo único que me retiene es que tengo tres hijos y no tengo los permisos que allí se necesitan para ser residente y poder trabajar, que si no…».
Luego nos cuenta que si este verano han faltado camareros o trabajadores, en general, relacionados con el mundo de la hostelería y el ocio, «es porque, como sobre todo ocio nocturno, hoteles y restaurantes, se han llevado lo peor de esta pandemia, muchos se han buscado la vida por otros caminos, o se han largado a la península a por un trabajo que aquí no tenían, ¡qué sé yo…! Se han ido a la recogida de la aceituna, de la fruta o a lo que les hayan ofrecido. Y es que no hay que darle más vueltas. La gente se va a otro lugar porque en el que está no puede vivir».