Aunque parezca que las herramientas que ilustran estas páginas están del todo desfasadas, no hace tanto se utilizaban en el día a día de la vida rural. Pep Sansó (1964, Sant Jordi) ha vivido toda su vida vinculado al campo, primero como joven payés y, más adelante, como electricista en las fincas de la zona del Pla de Sant Jordi, sa Casa Blanca o Son Ferriol. Por un lado, Pep formó parte de la transición de la vida rural hacia la modernidad –arregló e instaló postes de electricidad, ordeñadoras o motores para los pozos– y, por otro lado, se ha dedicado a conservar útiles y objetos tradicionales.
«Toda la vida he recogido cosas, olvidadas bajo el porche o la higuera, abandonadas en un rincón de la finca, utensilios domésticos, maquinaria agrícola o aparejos de trabajo manual. Todos despiertan en mi bonitos recuerdos: puedo ver a los payeses labrando durante todo el día con la arada, rememoro el trajinar de la cosecha o cómo mi padre marcaba los nidos de las codornices para no pisarlas en los campos de alfalfa. Las formas de trabajo han cambiado mucho, creo que antes había una mayor conexión con la tierra», afirma el electricista.
Su colección es muy completa. Entre los enseres domésticos, posee jarras lecheras, viejas neveras de madera, lebrillos con su tabla para lavar la ropa, viejos ventiladores, molinillos de café, bombas de rocío manual para insecticidas y toda clase de recipientes; también cuenta con una colección de doscientas herramientas de trabajo manual, y una variada muestra de maquinaria agrícola, compuesta por carros de trabuc, fumigadoras, segadoras y abonadoras de tracción animal, carrejadors o descortezadoras de almendras. Dada la cantidad y el gran tamaño de algunas de las herramientas, Sansó las guarda en diferentes espacios.
«A menudo no valoramos todo lo que tenemos, pero los propietarios, al ver arregladas las herramientas que utilizaba el abuelo, se alegran mucho. Y a mi me relaja mucho; mientras las restauro pasan las horas y no me doy ni cuenta», afirma Pep, para quien la restauración es una gran afición. Aunque siempre haya recogido estos objetos, no empezó a ponerlos a punto hasta hace unos quince años, cuando se celebró la feria agrícola de sa Casa Blanca. Desde entonces no ha parado.
Con el tiempo, Pep se ha convertido en un verdadero especialista en la restauración. «La madera es lo que peor se conserva en general; aprendí a tratarla gracias al carpintero de sa Casa Blanca, que me dio muchos consejos. Tienes que buscar una madera en concreto, dejarla envejecer, etc. Otro tema son los engranajes, que suelen estar oxidados. Con mucho trabajo, he conseguido que toda la maquinaria funcione a la perfección», afirma Pep, que deja la madera a la intemperie para lograr un aspecto antiguo y evita reparar pequeñas roturas y marcas de uso, «porque ahí se encuentra la historia de cada máquina». A raíz de exponer su colección en diferentes ferias, como la de Son Ferriol, le han salido posibles compradores, «sienten curiosidad, son cosas que no se ven de forma habitual, pero nunca he vendido nada. Si tengo todo esto es porque me gusta, no para hacer negocio».
Al observar el funcionamiento de la maquinaria más compleja, no deja de sorprenderse. «Aunque no puedan compararse, he observado que las máquinas actuales poseen un funcionamiento muy similar al de las antiguas. No cabe duda que sus inventores tienen mucho mérito». Pep Sansó sueña con volver a trabajar en el campo cuando llegue su jubilación. «Me gustaría volver a la vida que dejé cuando me casé; volver a hacer surcos y tener una yegua para utilizar esta maquinaria». Otra ilusión es tener un espacio donde mostrar todos los objetos que ha ido recogiendo a lo largo de su vida. «No iría nada mal un poco de apoyo institucional. Conservar todo esto lleva mucho trabajo y un gasto importante. Cada cierto tiempo se deben limpiar, repasar, poner a punto ruedas, engranajes, etc. También sería positiva una asociación para intercambiar opiniones o recabar información», concluye Sansó, que hoy todavía recoge utensilios para ampliar su colección.