El nido de ametralladoras es uno de los testimonios, junto con los refugios subterráneos y las baterías antiaéreas, de las infraestructuras defensivas construidas durante la Guerra Civil y en los tiempos inmediatamente posteriores en España. En la Colònia de Sant Jordi (ses Salines) abundan sus restos, como el histórico búnker de la Platja des Cabots, cerca del Carregador. Tal vez las más famosas construcciones defensivas costeras son las que rondan es Trenc y sa Ràpita, aunque sus vestigios se reparten también por Palma, Andratx, Can Picafort o Alcúdia, entre otros puntos del litoral mallorquín.
Recientemente han vuelto a la actualidad por los ataques de desaprensivos que no saben valorar lo que tienen enfrente. El escar d'en Pere Ignasi, en sa Ràpita (Campos), y el nido de ametralladoras de s'Estelella (Llucmajor) no tienen suficiente con hacer frente a los embates del viento y el mar, y tienen que soportar también que los vándalos pintarrajeen sus piedras con historia. A las autoridades les toca jugar el papel de perseguir a los delincuentes y prevenir los daños en un patrimonio que es valioso y de todos, y a nosotros, los periodistas, el de divulgar su valor.
Las baterías de costa y los nidos de ametralladoras en Mallorca cobran vida a través de la Línea Tamarit, una red de fortificaciones construidas tras la Guerra Civil con el objetivo de combatir un eventual desembarco en la mayor de las Baleares de tropas aliadas durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial. Hay que tener en cuenta que algunos nidos y búnkeres, como los enclavados en Menorca o en Cataluña, no fueron construidos por la España franquista, sino que precisamente los alzó el Ministerio de Guerra de la Segunda República para repeler los ataques por mar del bando nacional.
En términos generales estas estructuras de defensa a pie de mar en Mallorca se relacionan con un concepto defensivo mayor, que muchas veces se asocia a otras construcciones como trincheras y polvorín. En numerosas ocasiones están excavados y los materiales de construcción que más abundan son el ladrillo, mortero, hormigón y las varas de hierro, para fortalecer la estructura y ayudarla a resistir los impactos de la artillería. Sobre las galerías dominaban troneras rectangulares en los muros, en cuya intersección se situaban las ametralladoras.
Según los historiadores, la Línea Tamarit empezó a proyectarse tras la victoria de los sublevados en el golpe de estado de 1936 en Mallorca, y el intento de Bayo y los suyos de recuperarla para la República. De hecho los primeros nidos de ametralladora, una posición fortificada para defender la línea de costa, se instalaron en la Punta de n'Amer, la escasa península de Sant Llorenç que vivió feroces combates en el transcurso de la Guerra fraticida entre españoles.
En aquel momento los nidos de ametralladoras mostraron su eficacia a la hora de masacrar a los enemigos en mitad del desembarco. Una vez acabada la guerra española, y en el marco de la Segunda Guerra Mundial, la junta militar con Franco a la cabeza temía la simple posibilidad de que los aliados se lanzaran al ataque para recuperar posiciones; como un desembarco de Normandía pero a escala local. Por ello ordenó construir una red de defensa de la costa de Mallorca, responsabilidad que recayó en el general Ricardo Fernández de Tamarit. Aunque se llegaron a proyectar más de 200 de estas ubicaciones, no todas se llevaron a término.
Posteriormente los investigadores han documentado sobre el terreno más de 160 nidos de ametralladora en Mallorca, datados de entre 1940 y 1942. Los construyeron con su trabajo los presos encerrados en los campos de concentración franquistas, como otras tantas infraestructuras en la Isla, y nunca fueron empleados en acción militar. Con la llegada de los años sesenta y el relativo acercamiento a Estados Unidos se acentuó su desuso y arrancó el abandono con el que muchos mallorquines los han conocido toda su vida. Hace ahora veinte años las instituciones tomaron cartas en el asunto. Demarcación de Costas mandó derruir los más ruinosos y rehabilitar aquellos mejor conservados. Con el tiempo las instituciones han emprendido proyectos de rehabilitación, que conjugan el arte y la memoria, para no olvidar la historia de esas piedras ilustres, mientras queden en pie y alguien pueda narrar su relato.