Vladimir Putin estuvo casado durante treinta años con Lyudmila, de la que se divorció en el año 2013. Ella ha pasado desde entonces a un tercer plano, pues en el segundo ya estuvo durante el matrimonio con el presidente ruso, pero eso no quita que no sea relevante la fortuna que maneja y la vida que lleva toda vez que ya no ocupa una posición relevante. Mira la invasión de Ucrania desde la distancia, como resulta evidente, pero también desde una posición cómoda, tal como cuenta María Pevchikh, de la Fundación Navalny.
Lyudmila, casada ahora desde 2015 con un hombre veinte años más joven, cuenta con dos apartamentos en Marbella, valorados en 2,2 millones de euros; un piso en Suiza, en Davos, por valor de 3,7 millones de euros; y una villa cerca de Biarritz que ronda los 5,3 millones de euros. Además, vive entre viajes de lujos y una fortuna que en parte puede venir de su divorcio de Putin.
Más allá de esos datos, la Fundación Navalny destapa que el matrimonio actual de Lyudmila habría estado orquestado por el Kremlin quién sabe si en parte para comprar su silencio. Además, la mujer ha sido capaz de saltarse las sanciones impuestas por Occidente contra Rusia poniendo todas las propiedades a nombre de su nuevo esposo. «Antes era común que los padres de la novia organizaran una dote: algo valioso, como dinero, telas caras o joyas para aumentar el valor de la novia», explica en el hilo de Twitter la investigadora, señalando directamente a Vladimir Putin.
El trabajo de la Fundación Navalny viene dado como forma de pedir a los Gobiernos occidentales de que incluyan en su lista de sancionados a ambos, tanto a Lyudmila como a su actual marido. "Artur Ocheretny y Lyudmila Putina (que ahora es oficialmente Lyudmila Ocheretnaya) no tienen dinero propio. Todo lo que poseen ha sido robado por Vladímir Putin como si fuera un Robin Hood a la inversa: Putin roba a los pobres para dárselo a los ricos", explica Pevchikh, que recuerda que ambos viajan con frecuencia a Francia.
Lyudmila, durante su matrimonio con el presidente ruso, fue la presidenta de la ONG Centro para el Desarrollo de las Comunicaciones Interpersonales (CDIC), cargo en el que fue sustituida por el que hoy es su marido. Para la Fundación Navalny todo encaja. "Con esa organización se les dio una fábrica para hacer dinero. El valor de este edificio y el terreno supera los 150 millones de dólares. Puede ganar fácilmente 3 millones en alquiler por año sin hacer nada. Ah, y añade las donaciones además de eso", apuntan.
Su vida, asimismo, parece frenética, según la investigación. "Tanto Artur como Lyudmila son ávidos viajeros. Se los veía con frecuencia en Francia, y Artur está obsesionado con los triatlones Ironman que se celebran en toda Europa. Es el día 166 de la guerra y todavía no han sido sancionados«, avisan desde la fundación. »Primero necesito casar a mi exesposa, y solo entonces pensaré en mí", recuerdan los investigadores que dijo el líder ruso poco tiempo después de su divorcio. Ahora en su hilo publicado en las redes sociales María Pevchikh adjunta fotos de edificios, propiedades y de la propia Lyudmila y su marido por Europa, con total libertad e impunidad, pese a ser, según sentencia la Fundación Navalny, una parte más de la maquinaria de Vladimir Putin.