La semana pasada, la escritora Patricia Chinchilla, Beatriz López, hija de Tito López –autora y promotor del libro Vidas con Arte, respectivamente–, y Ricard Llorenç, autor de las fotografías de los artistas que lo ilustran, hicieron entrega de los últimos ejemplares de la citada obra al Ajuntament de Palma, cerrando así una bonita etapa. Así, con esta última adquisición por parte de Cort, este libro, a modo de compilación de las vidas de 20 artistas afincados en Mallorca, se puede encontrar en más de treinta bibliotecas de nuestra Isla.
Nos comentaba Beatriz que «ha sido un camino precioso el que ha hecho Vidas con Arte. Después de que Tito López, el capitán del barco, nos dejase hace algo más de un año, se ha luchado contra viento y marea para poder dar a conocer Vidas con Arte en todos los pueblos de Mallorca. Esta promoción, capitaneada por Patricia, y con la gran ayuda del pintor José Luis Quereda, ha llevado el libro a nada más y nada menos que a doce localidades». Por tanto, si alguien no dispone de uno de los ejemplares, y está interesado en su lectura, puede dirigirse a cualquier biblioteca de Calvià, Sant Llorenç des Cardassar, Costitx, Sencelles, Esporles, Consell, Selva, Caimari, Moscari, Biniamar, Binibona y Palma, donde los encontrarán y podrán hacer uso de ellos.
No pares, amigo
Con enorme placer vimos el sábado al compañero y amigo Julián Aguirre interviniendo en el programa de Tele 5 Socialité, para cuyos seguidores ofrece una crónica sobre la estancia de la reina emérita, doña Sofía, en Marivent, así como de las andanzas de algunos de sus nietos, de vacaciones en palacio junto a sus madres. Habló también de la llegada de los Reyes y sus hijas, del posado en Valldemossa, a la vez que adelantó algunos actos, entre ellos el del jueves, en Marivent, donde darán una recepción a miembros de la sociedad balear. Y todo eso lo hizo con la soltura que da la confianza de controlar y dominar la situación, como viene haciendo desde principios de verano, o mejor, como ya ha hecho en muchos veranos anteriores, lo cual nos llena de satisfacción, y más habiéndole visto comenzar en este duro, pero maravilloso oficio, en el que sabes a la hora que sales de casa, pero nunca a la que llegarás, recorriendo clubs náuticos, hoteles, playas, hablando con gente, con confidentes, a veces no comiendo…
Imaginamos que Julián, pese a los kilómetros y guardias que hace cada día, está satisfecho de su trabajo, pues, que sepamos, nadie le ha pisado una noticia, ni un reportaje. Por eso nos alegramos por él. Por su independencia, por no mirar el reloj cuando trabaja y por no cansarse al ver que va sumando muchos kilómetros y el muñeco que anda buscando no aparece. Sin embargo, no quita el pie del acelerador. Para los que somos veteranos, ya fuera de este mundo de famosos y famosetes, es un placer ver al compañero y amigo que sigue en la brecha, utilizando viejos métodos y aprendizajes que le deparan el día a día, a los que va sumando nuevas tecnologías.
Nosotros sentimos cierta nostalgia viendo lo que hace, pues también lo hicimos. Pero tenemos la suerte de haber sabido pasar página, y meternos en otras guerras que dejan los tiempos pasados en segundo término. Porque la vida ha de seguir, y uno, que ya no puede mantener el ritmo de antaño, no puede vivir de recuerdos. Por eso animamos al amigo a que, viviendo cómo vive el momento, y disfrutando como disfruta de él, que no quite el pie del acelerador.
Otros damnificados
Ahora que se está debatiendo casi a diario sobre los caballos que tiran de las calesas, además de basureros y albañiles que, como los caballos que tiran de las calesas, trabajan al sol, nos tendríamos que acordar también de los enfermos de próstata y guardacoches. De los primeros, porque si van por la calle, y de pronto les entran ganas de orinar, ¿dónde lo hacen? Porque Palma no cuenta con un solo urinario público. ¿Dónde lo hacen pues…? ¿Y por qué no hay servicios públicos en Palma…? Por eso, desde aquí, uniéndonos a los paseantes por Palma que repentinamente les entren ganan de orinar, pedimos urinarios públicos. Y en cuanto a los guardacoches, que se pasan horas y más horas al sol, esperando a que alguien abandone el aparcamiento para que lo ocupe otro... ¿Quién se acuerda de ellos? Nadie. Porque hoy, que sepamos, no hay ningún grupo que mire por ellos, ni por los de la próstata, como miran por los animales… ¡Y eso que son personas!
De ellos nadie cuida
El Peque, el guardacoches de la calle Bisbe Campins, de Palma, es uno de los más conocidos de la ciudad. Gracias a que aparca coches ha podido abandonar la lona bajo la cual se cobijaba en la plaza de La Misericòrdia, ya que con lo que saca se costea una habitación, y el agua y la luz que consume Y si queda algo, hasta puede comer… Pues bien, El Peque es otro de los sufridores de este calor que nos achicharra. ¿Y qué hace…? Pues soportarlo bajo ningún cobijo, pisando, además, el asfalto casi incandescente, a la espera de que alguien llegue, coja el coche y deje el hueco para que él pueda sacarse unos céntimos cuando aparque otro, cosa que ahora, en verano, es más complicado que en invierno, «ya que en verano muchas de las plazas de la calle son ocupadas por los residentes, y como muchos están de vacaciones, no los mueven tanto como cuando van a trabajar. Y como no pagan por ser residentes, ahí que te los dejan todo el día… Pero, ¡qué vas a hacer!, sino pasarlo mal... Porque cuantos menos coches aparques, menos ganas, y encima te mueres de calor. Por fortuna –añade– me he ido defendiendo gracias a lo que he ganado por dar de comer y beber a los gatos de una vecina, que se ha ido de vacaciones y me ha dejado las llaves de su casa para que atienda a sus mininos. Gracias a eso, y a que algunos domingos, gente que va a misa a la Sang, y lleva un perro, me pide que se lo guarde durante el tiempo que está en la iglesia. En fin… ¡Que si le contara! Pues eso, que a veces tengo envidia de los caballos de las calesas viendo que hay gente que los defiende, cosa que con nosotros no pasa. Y no tengo nada en contra de eso, eh. ¡Todo lo contrario! Pero, qué bonito sería que los más humildes tuviéramos alguien que diera la cara por nosotros, como la da por los caballos, o por unos gatitos o perritos que han sido encontrados en la calle».