Sant Joan se hizo esperar, pero regresó por todo lo alto. Decenas de miles de personas disfrutan estos días de la gran fiesta de Ciutadella, entre ellos multitud de mallorquines, primerizos y avezados verbeneros, todos con ganas de jaleo. El principal acto de ayer fue el Caragol des Born, el estallido de la fiesta, donde los caballos saltaban con la música del jaleo. Al grito de ‘Ara va de bó' o ‘Boti, boti, boti, maonés es qui no boti', la multitud recibió a los caixers y cavallers. «Venimos cada año y todo sigue igual. Vamos con mucho seny, tanto que hemos traído a uno en muletas», exclamaba Joan Pons, acompañado por un grupo de amigos de sa Pobla y Palma.
Los más jóvenes fueron los primeros en llegar a la Plaça des Born, donde aguantaban estoicos el calor de la tarde, sentados en corrillo y con el gin amb llimonada como fuente de energía. «Hemos acabado selectividad y venimos todos a Sant Joan por primera vez, es muy emocionante. Aunque los accidentes impactan un poco, si vas con precaución no tiene porqué pasar nada», dijo Marina Bonet, integrante de un grupo de alumnos de Madre Alberta. La joven hacía referencia a las personas heridas durante el festejo, que, tras parar la música un instante, eran rápidamente evacuadas por los equipos sanitarios. «Vengo desde que tengo nueve años y, aunque el volumen de gente ha subido mucho, la esencia de la fiesta es la misma. En mi caso, siempre fui acompañado por gente más mayor que me enseñó a valorarla», expresó Joan Toni Lladó, de Binissalem.
Por su parte, otros vuelven a casa por Sant Joan. «No es lo mismo ser de Ciutadella que ser de Menorca. No tengo nada que ver con Mallorca, a parte de mi mujer y mis dos hijas mallorquinas», afirmó Juanjo Moral entre risas, ciutadellenc afincado en Mallorca. Cuando la qualcada de caixers i fabiolers realizó tres vueltas a la plaza, se desplazó a la ermita de Sant Joan de Missa, a unos cinco kilómetros del centro, donde se rezaron Vísperas. Mientras tanto, en la Contramurada tenía lugar las Avellanes, muy concurrida por los más jóvenes. Allí los asistentes se lanzaban las cáscaras de avellana sin piedad. «Esta es la primera vez que venimos a Sant Joan, y seguro que no será la última. Son unos días de mucha fiesta y diversión, y una gran devoción por parte de los locales», afirmó Pedro Capellà, que iba acompañado por María Coll. Al atardecer, la qualcada regresó al centro para celebrar las corregudes a la plaça y el Caragol de Santa Clara.