En los últimos años, las tecnologías parecen hacer reemplazado al dinero en metálico. «Hacer un bizum» se ha convertido en una de las frases más frecuentes entre la sociedad. La plataforma de pagos mediante el teléfono móvil la usan ya un tercio de los adultos en España. Solo el año pasado, en 2021, la aplicación ganó cinco millones de usuarios en el país. Por si no fuera poco, el Gobierno trata tomando medidas para desincentivar el pago en metálico, al ser de difícil control en lo que a fraude fiscal se refiere. Una de ellas fue se aprobó el año pasado: la reducción del límite de pagos en efectivo.
Desde 2012 el límite máximo para pagar en efectivo era de 2.500 euros. Sin embargo, en 2021 se redujo la cuantía hasta los 1.000 euros para luchar contra el fraude fiscal. Según la ley 11/2021, esta nueva normativa entra en funcionamiento solo en las ocasiones «en las que alguna de las partes intervinientes actúe en calidad de empresario o profesional». Por tanto, quedan excluidos de este límite los pagos entre particulares. Si se superan los 1.000 euros, el trámite se deberá realizar por transacción bancaria. De lo contrario, podría hacer frente a una multa del 25 % de lo pagado. En cuanto a los pagos entre particulares, el límite es de 2.500 euros por pago. Esto incluye las monedas, los billetes, los cheques al portador y cualquier otro método físico.
Antes de la pandemia, el 87 % de los pagos en España se realizaban en efectivo. Pero con el miedo por la transmisión y la popularización de sistemas de telepago. Ahora, el 79 % de los ciudadanos reconocen usar frecuentemente aplicaciones de pago telemático. A pesar de las facilidades del pago telemático, seguir pagando en efectivo también tiene sus ventajas. Por ejemplo, el hecho de materializar el dinero permite llevar un mejor control del gasto, evitando despilfarros y el desconocimiento de las finanzas personales. Además, siempre está disponible, pues no requiere ni de dispositivos móviles ni de la disponibilidad de sucursales bancarias.