Los caracoles son de nuevo protagonistas con motivo de la festividad de Sant Marc, que se celebra el lunes. Guillem Garí Fornés, de sa Moleta, propietario del restaurante Es Cruce de Vilafranca, recuerda la tradición: Qui menja cargols per Sant Marc, tendrá bona salut tot l'any. «Nosotros tenemos desde siempre los caracoles en la carta, pero hace unos 15 años se fue popularizando esta tradición. Ha ido a más y de cocinar 500 kilos por la festividad hemos pasado a preparar cuatro toneladas».
«Los caracoles proceden de la Península y de Marruecos. Nos llegan engañados y una vez aquí los cocemos 5 horas. Las dos primeras con hierbas aromáticas, en las tres siguientes se van añadiendo gallina, pies y oreja de cerdo, y por último carne magra, sobrasada, butifarrón y guindilla», explica Guillem Garí. Los caracoles de Es Cruce tienen una gran demanda, «tanto para comerlos aquí, en el restaurante, como para llevar. De las 15.000 raciones que se obtienen, pues de cada kilo salen tres, 2.000 se consumirán en nuestro local y el resto se los llevan para comer en casa. El año pasado los elaboramos sólo para la fiesta del santo, pero debido a la aceptación, este año hemos hecho la Setmana de Sant Marc».
Receta familiar
Las tradiciones culinarias mallorquinas son seguidas con mucho interés en el bar Atlético Baleares. El cocinero, Jaume Vallés, natural de Binissalem, de can Rotxet, los elabora según una receta familiar. «Los caracoles que hacemos proceden de granjas mallorquinas. Nos vienen engañados y aquí les damos un hervor para limpiarlos y otro con hierbas aromáticas. Luego los preparamos con un sofrito a base de costilleja, panceta, butifarrón, sobrasada y guindilla. Recomiendo un buen vino crianza de Binissalem para acompañar».
A sus 89 años de edad y natural de Sóller, María Capó Navarro se acerca hasta las cocinas de Can Xisco, comidas preparadas, empresa de su hijo Xisco Martí Capó, donde por estas fechas se cocinan más de 400 kilos de caracoles. «Antiguamente la receta era muy sencilla pues no había tantos productos y había que adaptarse a lo que había». Tras limpiar muy bien los moluscos, añaden fonoi, guindillas, hueso de jamón, manitas de cerdo, y un sofrito de tomate, costilleja, cebolla, panceta, botifarró y una pizca de sobrassada, para deleite de sus clientes.