José Manuel Vidal Alonso tiene 50 años. Su vida, hasta no hace mucho, ha ido de mal en peor, por lo cual, más de una vez, ha caído en el barro, que es lo más bajo a lo que puede llegar el ser humano… Y siempre a lomos del caballo, alcohol y sexo a cambio de heroína, o cerveza, sobre todo, lo cual se traduce en destrucción de sí mismo y de la familia. Y ahora, cuando tras dos rehabilitaciones después de otras dos recaídas, y a costa de no poco esfuerzo y mentalización, logra ponerse a flote, es el cáncer quien llama a su puerta…
«Parece que está controlado –dice que le han dicho los médicos–, lo cual no significa que esté curado. Por eso me están revisando a menudo... ¿Que qué pienso…? Bueno, supongo que tengo lo que me merezco, ¿no? Droga, alcohol, mala y desordenada vida… Sí, y también propósitos de enmienda que nunca se cumplen, por lo cual recaes… Y cuando eso sucede, caes en picado, quedándote peor de como estabas la primera vez. Y aunque al final consigues dejar de tomar todas las mierdas que te has tomado desde que tienes uso de razón, te diagnostican un cáncer que seguro que te ha crecido por todo lo que te has tomado… –nos habla desde el otro extremo de la mesa. Gesticula bastante, pero habla muy claro y sin rodeos, diciendo alguna que otra vez que su vida da para un libro de mil páginas…–.
Pues si te pasa eso, como ahora a mi… Pues trato de ser fuerte, y más cuando veo que los médicos me apoyan, que me animan… Igual que hacen los que trabajan conmigo… Y también lo hacen mi mujer, mi hijo y mi madre… Pero el cáncer, a diferencia del alcohol y las drogas, lo llevas dentro de ti, y salvo seguir las normas que te dictan los médicos, no puedes hacer nada más, en cambio, a lo otro lo puedes llegar a controlar más, pues es algo que ves, que te tomas… Aunque, por norma general, te termina dominando, controlando y matando… ¿Sabe cuántos amigos me quedan… Me refiero a los que se drogaban y emborrachaban conmigo…? ¡Ninguno! Todos están bajo tierra por la droga y el alcohol. El único que ha sobrevivido he sido yo. Y ya ves cómo».
Su hijo dio la cara por él
A los 13 años empezó con el alcohol y los porros, para seguir con la heroína. Se casa y tiene un hijo. En Campos se rehabilita, y a partir de ahí, ya no bebe ni se droga, por lo que cree que está curado… Hasta que un día empieza a salir con gente que no debía, «y como encima, porque me creía fuerte, un día bajé la guardia y… Pues que un día entré en un bar con dos amigos, y no queriendo, me tomé una cerveza pequeña, luego una raya, eso sí, también pequeña… ¿Qué pasó? Pues que al día siguiente fui a Son Banya, a comprar. Y a partir de ahí fue un sin parar. Fue peor que la primera vez. Me lo gastaba todo en coca y alcohol, y si no tenía con qué pagar, me lo buscaba, ya bien robando radio-cassettes de los coches que luego vendía, ya bien prostituyéndome tanto con hombres como con mujeres… ¡Qué más me daba! ¡Si hasta me llevaba a mi hijo, un niño, a Son Banya, a comprar, y yo conduciendo completamente colocado…! El niño no decía nada, miraba y no entendía nada… Y cuando llegábamos, le dejaba en el coche… «No te muevas de aquí, que papá vuelve enseguida», le decía, y el niño se quedaba, esperándome… Y eso lo hice varias veces… A veces con el niño, a veces solo… En una de ellas, la gitana que me pasaba la droga me dijo que no me la daba… Me dijo: «En un día has venido 27 veces, ¡estás loco!».
Y es que mi vida se había convertido en una locura… Por eso no me extraña que su madre me dejara y se llevara al niño… Por fortuna, hoy está estudiando y es un joven feliz, sin ningún contacto con el alcohol y las drogas. Por fortuna, no siguió mi patrón, cosa que yo sí hice con el de mi padre, borracho y maltratador! Cuando llegaba a casa, tanto mi madre como yo preferíamos que lo hiciera borracho, porque así habría alegría. Porque si no venía borracho, nos insultaba, y a ella le pegaba, hasta que un día me cansé y le solté dos hostias, diciéndole que a mi madre ni la mirara. En cambio, mi hijo, no solo nunca bebió ni se drogó, sino que en una ocasión, siendo un niño, cuando le fui a buscar al colegio hecho un cristo, con la cara y camisa ensangrentada, y con dos policías siguiéndome, al verme me sonrío, y luego, encima, presenció cómo los agentes me ponían las esposas y me llevaban… ¿Os imagináis lo que debió sentir…? Yo no sé lo que debió sentir, pues no me daba cuenta de nada, como tampoco me enteré cuando, otro día, delante de profesores y alumnos, justificó mi estado, diciéndoles que si me comportaba así es porque era un enfermo. «Mi padre –les dijo– es alcohólico y drogadicto». Ahora, cuando recuerdo ese episodio –nos dice con los ojos húmedos por la emoción– me dan ganas de abrazarle y de darle las gracias».
«No olvido que soy alcohólico»
A costa de no pocos esfuerzos, porque, además, y por si faltara poco, pilló el VHC (virus de la hepatitis C), del que está siendo tratado, logra salir del pozo, esta vez ayudado por Mica Cañellas, «quien desde el primer momento me acogió en Las ovejas de Mica, donde, a base de terapias, escuchar a los otros, hablar mucho, meditar más… Y también contando con la ayuda de la que sería mi segunda mujer, que también iba con Mica, y de mi hijo, que a veces me acompañaba a esas terapias, puedo decir que desde hace cinco años no pruebo nada. Eso sí, no olvido que soy alcohólico, por lo que, y lo sé también por experiencia, puedo volver a recaer a nada que lo pruebe. Porque con una gota es suficiente… Por eso, doy las gracias a todos los que me han apoyado, entre ellos a la psicóloga Carmen Borrás. Gracias a todos puedo decir que ahora soy feliz sin necesidad de beber. Sí, tengo cáncer... Pero es que con todo lo que le he hecho a mi cuerpo, es normal que lo tenga. Pero también estoy en buenas manos, haciendo revisiones, lo cual me hace vivir con esperanza. Y otra cosas más: en ningún momento trato de justificar que si he sido así ha sido por culpa de las malas compañías. No. Ha sido por mi culpa. Por eso doy un toque a los más jóvenes. No hagáis tonterías. No vale la pena. Y más si lo comparamos con lo bonita que es la familia, los amigos y la vida en sí».