Sabemos bien quién fue Clara Campoamor, la diputada en las Cortes republicanas que luchó porque las mujeres pudieran pronunciarse en la vida pública de España y expresar su voz en las urnas mediante el voto, de un modo exactamente idéntico al de los hombres. Sin embargo otras figuras femeninas pioneras en sus respectivos campos han pasado más desapercibidas para el gran público.
Este podría ser el caso de Elena Maseras, la primera mujer que obtuvo un título universitario de medicina en nuestro país y que, además, tiene una fuerte vinculación con las Islas Baleares, más concretamente con Menorca. En esta ocasión conoceremos la figura histórica y el legado de Elena Maseras, la primera médico que enseñó en el archipiélago aunque por los corsés típicos de la época no pudo pasar consulta ni ejercer como el médico que era.
En una publicación especializada en medicina caracterizan a nuestra protagonista como «la primera mujer en cursar una carrera sin necesidad de disfrazarse de hombre», un método que probablemente fuera escogido por más de una joven ávida de saberes en un mundo reacio a reconocer que una mujer es igual de válida que un varón. No más pero tampoco menos. Obviamente la historia puede albergar ejemplos de mujeres que se han travestido con el fin de involucrarse en esferas que, por su naturaleza, les eran prohibidas. En este sentido, Maseras fue la primera en ir de frente.
Rebuscando en su biografía descubrimos que nació en 1853, y que su padre fue menescal y su madre maestra en Vila-seca (Tarragona). Por lo tanto su procedencia acomodada posiblemente la inspirara a decantarse por la formación universitaria para cultivar sus grandes pasiones: curar y enseñar. Después de cursar el bachillerato en Tarragona mostró los primeros deseos de estudiar medicina. Elena Maseras sabía bien en qué mundo vivía y tenía un plan. Su idea era formarse en casa, a distancia que diríamos hoy en día, y acudir a la universidad tan solo para examinarse.
Pero los planes no salieron como esperaba. Un cambio administrativo la obligó a acudir en persona a la sede universitaria, y allí empezó su fama. Obviamente, que en el otoño de 1872 una mujer atendiera las explicaciones de ancianos llenos de conocimiento en sus cátedras le chirrió a más de uno. Sin embargo a muchos otros les causó una sana expectación, y se dice que su entrada en el aula de turno de la Universitat de Barcelona se produjo entre aplausos de sus compañeros.
Seis años más tarde, en 1878, concluiría sus estudios con grandes calificaciones, y a principios de 1879 solicitó permiso para examinarse del grado de licenciatura en medicina. Al concluir su primera toma de contacto con la universidad algunas chicas más ya habían seguido su ejemplo. En ese momento quedó nuevamente constancia que el mundo de finales del siglo XIX no estaba hecho para alguien como ella, tan avanzada a su época.
Hubo enormes dudas, enredosos procedimientos burocráticos y mil alegaciones a unos órganos universitarios que ponían en tela de juicio la preparación de la postulante, y el hecho en sí de serlo por su condición de mujer. Solo así podemos comprender que tardaran tres años en darle el beneplácito, y cuando se examinó, el 25 de octubre de 1882, el tribunal se rindió a la evidencia y la calificó con un excelente. En ese tiempo se había estado formando como maestra, y no consta que se doctorara en medicina. Posiblemente desanimada y superada por tanta adversidad decidió cambiar de camino.
Así fue como formó a las siguientes generaciones en un par de localizaciones antes de llegar, por una razón u otra a Menorca. En Mahón, más concretamente en la escuela municipal Sant Josep, transmitió a fillets y filletes que cada cual debe luchar por sus propios sueños, y que aunque al final no cristalicen del todo lo más importante es el camino transcurrido por alcanzarlos.
Este pasado sábado el Col·legi Oficial de Metges de Balears le rindió un merecido tributo en el salón de plenos del Ajuntament de Maó. Antes le llevaron flores a su tumba, en la que reposan sus restos mortales desde que falleciera en 1905, a causa de una enfermedad del corazón. Contaba 52 años y una vida apasionante. La escuela municipal de la calle Sant Josep, en la ciudad menorquina en la que ejerció esta pionera médica en España, acogerá un pequeño homenaje a Elena Maseras con una placa conmemorativa para que nadie olvide su historia; la doctora a la que no dejaron curar por ser mujer pero sí pudo enseñar en Mahón y dejar huella en una escuela de las Islas.