Paquita Ferragut Carbonell es paralítica cerebral, lo que significa que desde que nació va en silla de ruedas, de lo cual han transcurrido 42 años. Una parálisis producida en el parto, por falta de oxígeno en su cerebro. Según nos ha contado siempre que hemos abordado este asunto, «fue porque el médico llegó tarde para atender a mi madre». Así que un día, ya adulta, acompañada por otra persona, «visité a ese médico con la excusa de que quería preguntarle si podía ser madre. Entonces le dije que por su culpa yo estaba así. Todo por llegar tarde al quirófano donde estaba mi madre dándome a luz… Era algo que había pensado hacer siempre: conocerle, hablar con él y decírselo. Y ante su sorpresa al escucharme, añadí: Pero no se preocupe por mí, no pasa nada… Luego me levanté y me fui. Cuando se lo conté a mi madre, que no sabía que le había ido a visitar, se quedó muy sorprendida. Pero es que yo hice lo que tenía que hacer. Pero como le dije a él, no pasa nada».
Madre de dos niñas
Paquita tiene dificultades a la hora de hablar, pero se le entiende muy bien lo que dice. Además, ella se esfuerza a diario por hacerse entender por todos. «A decir verdad, nunca me he quejado de ser como soy, ni tampoco me he preguntado por qué me ha tocado a mí. Si eres como eres –me digo–, es que será por algo. Pero no me paro a investigarlo, sino que procuro vivir así porque ya me he acostumbrado».
Nos dice que se ha enamorado varias veces. «La que más fue de un chico. Fue muy fuerte el amor que sentí por él, pero fue tan mala persona, que aprovechándose de que mi autoestima estaba baja a causa de la muerte de mi padre, tras sacarme todo el dinero que tenía, me dejó. ¡Que decepción! Desde entonces he desconfiado de los hombres… Pese a ello, conocí a otro, con el que me casé, y con el que tuve dos hijas, preciosas, que están muy bien… Pero como él no colabora, vivimos separados, yo con las niñas, Sheila y Shakira. ¿Qué por qué tengo dos niñas? Porque como mujer luchadora que soy, quise lo que quiere cualquier mujer: ser madre. Y, pues que, aparte de eso, tengo amigos, algunos que van en silla de ruedas, y otros que no la necesitan, ¿El amor? Ya le he dicho: estoy muy decepcionada. Por eso, ahora prefiero más una buena amistad».
Va por el quinto libro
Paquita ha hecho cursos de Informática, Diseño y Programación. Cobra una minusvalía, y acude a Nazaret, «donde hago talleres de cocina, inglés… Porque mi ilusión es poder trabajar. Sí, sería feliz si fuera dependienta de El Corte Inglés, o de Apple, ya que mi ordenador, mi reloj y mi teléfono son de esa marca. Mientras tanto debo esperar. Porque la mujer, a cada día que pasa, tiene más fuerza… Gracias al Día Internacional de la Mujer, estamos consiguiendo muchas cosas que antes no teníamos. Por eso espero que algún día pueda hacer real trabajar cara al público. Porque si me puedo comunicar con la gente, me puedo desplazar, ser madre, ser culta, escribir libros, salir con los amigos a tomar una copa, incluso puedo bailar sobre la silla, ir al cine, escuchar música… ¿Por qué no puedo trabajar?».
Cuando sale con los amigos, que no es a diario, pues tiene muy claro que lo primero son sus hijas, busca locales donde la música no sea tecno, «pues esa época ya me ha pasado», sino que frecuenta aquellos en los que suena el pop. O si es ir al cine, «me gustan las de ciencia ficción». Y en cuanto a los libros que ha escrito, –Una noche de locura, Vivir soñando y ¿Crees en el amor o en el miedo?, los cuales forman la trilogía A crazy night, además de Todo tipo de enfermedades y Amor oscuro, a punto de salir–, que giran en torno al amor, al sexo, a las enfermedades y al desamor, respectivamente.
«Al principio escribía con el unicornio, que es una pieza, que sujeto en mi frente, que tiene un puntero, que con movimientos de mi cabeza pulsa las teclas. Luego pasé a escribir con láser, que es más rápido y no tan complicado, y ahora lo hago con los dedos», afirma.
Un documental sobre ella
Paquita, que suele leer a García Márquez y a Almudena Grandes, confiesa que entre sus proyectos más inmediatos está el de hacer un documental sobre su vida. Luego nos cuenta que la pandemia, sobre todo el periodo más duro, la ha pasado en casa «con mis niñas, y ahora que parece que la situación es más tranquila, asisto a Nazaret y me ocupo del día a día».
En cuanto a cómo ve el mundo, «pues lo veo normal –dice– Lamento mucho la guerra de Ucrania, sobre todo por los niños». Y en cuanto a qué le diría a los políticos, «pues al responsable de los autobuses de Palma le diría que se rompen casi cada día, y que a causa de mi silla a veces tengo problemas para subirme a ellos, ya que la rampa no funciona. Y a los demás, pues que tengan más empatía con los ciudadanos, y que si prometen, que cumplan, en vez de prometer para luego no hacer nada».