Por su singular orografía, adornada con carreteras reviradas que arrojan formidables vistas; y, muy especialmente, por su clima suave, Mallorca es «un lugar ideal para usar la moto todo el año». Lo dice Pep Quetglas, delegado de mototurismo de la Federación Balear de Motociclismo y presidente de Media Milla, un club de mototurismo que va más allá de las clásicas salidas de fin de semana. «Organizamos pruebas multitudinarias que son un referente en el mototurismo». La última, la Iron Motard, celebrada el pasado enero dentro del programa de fiestas de Sant Sebastià. «Se trata de una prueba de resistencia de 12 horas en motos». En la Isla hay más de 700 motoristas federados. La afición a la moto queda patente en la afluencia masiva a pruebas como la Volta a Mallorca, «que puede congregar a más de 7000 motoristas». Esta prueba, con una solera de casi medio siglo, forma parte del calendario de la Copa de España de Mototurismo. No acaba ahí su poder de seducción, encumbrado tras su inclusión hace un par de años en el calendario mundial. «La Volta forma parte de la FMI, un referente internacional del mototurismo». De hecho es, junto a Galicia, la única zona del territorio nacional adherida al calendario de la FMI.
El gancho de esta prueba atrae a «gente de todo el país e incluso del extranjero. Ha venido gente de Miami que alquilaron la moto para participar. Y si no hay más asistentes es por el handicap de la logística, venir aquí encarece los costes». Explica Pep que la gente que viene de fuera «alucina con la afición a las motos que hay aquí». En Mallorca existen alrededor «de una veintena de clubes de moteros federados». Por contra, «hay muchos grupos de amigos que se juntan y forman asociaciones que no están constituidas formalmente, ni tienen estatutos, ni están de alta en la federación. Son gente que de forma no federada práctica mototurismo».
Como en otros aspectos de naturaleza deportiva, «la moto ha dejado de identificarse con el ámbito masculino». Buena noticia para la equidad de géneros que, nuevamente, gana una batalla perdida de antemano no hace tanto. Antes de acabar, Quetglas quiere reivindicar la moto como vehículo sostenible, «que parece que nos tienen criminalizados», lamenta. «La moto consume menos, contamina menos y ayuda a la fluidez del tráfico, y a veces sentimos que la administración no nos muestra todo su apoyo».