Nos vamos a los ‘60, la era del No-Do y las libertades reprimidas, a un tiro de piedra del vértice del desarrollo. En aquella España gris en la que las melenas yeyés se abrían paso a ritmo de rock, dibujando un estallido de efervescencia y libertad, la música tuvo un papel preponderante. Fue el canalizador de la esperanza en un futuro mejor. Y Mallorca aportó su cuota de talento a un fenómeno en ciernes.
Comenzamos por Los Brincos, una banda que en la orilla de los ‘60 le dio un brío nuevo, más internacional, al pop español. Eran la humilde reencarnación de The Beatles: un conjunto autosuficiente con exquisitas armonías vocales e imagen de chicos dorados. Lo tenían todo para triunfar, pero la inexperiencia y una cierta ingenuidad desencadenó su ruptura. Juan Pardo y Junior se establecieron por su cuenta, mientras el resto trató de recomponer un proyecto que fue perdiendo fuelle. Con todo, su aportación resulta innegable, a éxitos como Un sorbito de champagne, Mejor o Renacerá, se adhieren Flamenco y A mí con esas, temas que con su aproximación al sonido meridional abrieron el camino de la fusión.
Si se pregunta qué hacen Los Brincos en un reportaje que glosa las andanzas de los músicos mallorquines, sepa que Juan Pardo nació en Palma. De acuerdo, es un dato poco conocido, dado que siempre priorizó su ascendencia gallega. «No siempre fue así», desliza Miquel Vives, historia viva de la radio mallorquina, mientras me muestra el recorte de una entrevista que le realizó con motivo de una actuación en Palma. Justo al concluir el encuentro, Pardo le espetó ‘Dí que soy mallorquín de pura cepa, que no se te olvide, ¿eh?'.
«Años más tarde, sorprendido de que siempre dijera que era gallego, le recordé que había nacido en Palma. Tuvimos una pequeña discusión», rememora este periodista por cuyo micrófono pasó la aristocracia musical de la época. El tiempo ha cerrado la herida, hoy el periodista recuerda a Los Brincos «como los reyes en España hasta que llegaron Los Bravos».
Lo cual nos lleva a esta otra banda, el artefacto musical de mayor calibre lanzado desde nuestras fronteras. Alain Milhaud, un suizo avispado conectado con los mejores sellos, vislumbró el potencial de un tal Mike Kennedy el verano del ‘65, en Mallorca. Aquí ensambló a Los Bravos, sobre los que decantó su olfato comercial y el marketing que triunfaba en Gran Bretaña. Para explicar su historia hay que remontarse a otra banda: The Runaways.
Pero esto mejor lo explica Toni Obrador, en la actualidad presidente de la Asociación Balear de Músicos. «Yo tenía un grupo llamado Lon and The Crys, tocábamos en la Isla hasta que nos llevaron de gira por Alemania. Allí nos cambiamos el nombre por The Runaways, sonaba más internacional, esta banda fue la semilla de Los Bravos. Resulta que nuestro cantante regresó a Mallorca y le reemplazamos por Mike Kennedy, nos lo habían presentado y nos gustó su estilo».
Jornadas interminables
Pasaban «diez horas al día con la guitarra en la mano». De esas jornadas interminables nació una anécdota memorable: «Una noche Mike se tomó un descanso y le sustituyó Tony Sheridan... ¡El primer cantante de The Beatles!», explica con entusiasmo juvenil. La de ‘batallas' que retiene frescas como una merluza el bueno de Toni. Cuando regresaron a la Isla, «Mike se vino con nosotros, vivíamos en casa con mi madre». Del célebre cantante alemán destaca su «enorme profesionalidad como músico, aunque como persona era un desastre».
Establecido en la Isla, Mike se erigió en vocalista de un conjunto llamado Los Sonor y, de ahí, a Los Bravos. Encadenaron un éxito tras otro, el más sonado Black is Black, un tema que aún genera royalties, otra cosa es el bolsillo al que van a parar. Michael Volker es el hombre que se oculta tras el alias de Mike Kennedy. En una entrevista afirmó llegar a la Isla «en busca de sol y mujeres, porque estaba hasta los cojones del mal tiempo». Paradójicamente, hoy vive en Vitoria, ciudad tan húmeda y gris como su Berlín natal. Cosas del amor. De allí es su pareja.
Su carismática y vigorosa voz al frente de Los Bravos, banda de vida corta tocada por la desgracia, modeló canciones que dieron la vuelta al mundo. Los Bravos fue la alternativa transgresora a Los Brincos, en lo que venía a ser la versión doméstica de la enconada rivalidad ‘Beatles-Stones'. Mike contaba con todos los atributos que se le suponen a una estrella: belleza apolínea, mirada felina y voz abrasadora, pero, ¿qué papel desempeñaba su compañero de banda, el mallorquín y recientemente fallecido Miquel Vicens? «Era el bajista, le recuerdo con mucho cariño, se nos acaba de ir y ya le echo de menos. Que no pudiera tocar en la última reunión de Los Bravos fue muy duro», explica Obrador.
Los Javaloyas
Nacieron en la época en que los niños venían de París, los hombres olían a Aqua Velva y las mujeres se peinaban como Mary Quant. En aquella España a medio hacer, los mallorquines señalaban el camino hacia la nueva era del bienestar con canciones de gran poder evocador. Con una enorme lucidez, Serafí Nebot (Son Servera, 1932) recuerda aquellos días. «Tuve una juventud extraordinaria, pasé de las penurias económicas a tener libertad y dinero con solo 20 años».
Tras darse a conocer, les salieron bolos en salas de fiesta de Italia, Austria, Alemania, Francia, Marruecos, Suiza... Incluso tocaron en Irán. Serafí narra su ‘exótica' experiencia: «Un hotelero de Teherán nos fichó por un año. Vivimos muy bien, era una ciudad con dos caras: la clase pudiente y la pobre, en el medio no había nada», evoca el músico.
En aquella época, «Mallorca era una avanzadilla de la música pop en España, salía un grupo de debajo de las piedras porque abrían hoteles y necesitaban músicos», agrega Vives. El salario no era peccata minuta. «Se podían ganar 500 pesetas al día, en un tiempo en el que muchos cobraban 200 pesetas al mes. Fue una época dorada», subraya el comunicador.
Los Pekenikes
Formados en 1959, cuando apenas eran unos chavales. Hoy pocos reconocerían sus rostros, posiblemente tampoco el título de sus canciones, pero bastarían los primeros acordes de Hilo de Seda para situarnos sobre la pista de esta banda seminal del pop español. Un cadencioso título que figura entre los más tarareados por toda una generación.
Los Pekenikes encarnaron la naturaleza musical que marcó al pop español desde sus inicios: el deseo instintivo de reproducir los hallazgos anglosajones y el impulso de buscar una personalidad propia. Su capacidad les hizo crecer mostrando una ductilidad creativa diferencial. En 1965, eran tan conocidos que fueron la banda seleccionada para telonear a The Beatles en su concierto en Las Ventas. Incursionaron en el jazz, el flamenco, la música celta y las variaciones clásicas, pero siempre desde su innegable oficio pop.
Toni Obrador formó parte de la banda. «Estaba actuando en México en el ‘68, y me llamaron para sustituir a su guitarrista, que lo dejaba. Me uní y estuve un par de años». Su implicación le llevó a escribir un tema, Cerca de las estrellas, «pero Alfonso Sáez se lo firmó como propio, eso me dolió mucho», recuerda. Hace seis años que ha regresado con ellos, se reúnen y rubrican giras por espacios selectos, «este verano tocaremos en la Isla», adelanta el músico, sin duda uno de los más prolíficos surgidos de la cantera mallorquina. A sus incontables proyectos cabe añadir sonadas colaboraciones con Pop Tops, Camilo Sesto y Juan Pardo. Una institución.