Jóvenes, amantes del deporte y con ganas de descubrir el mundo y comérselo. Así eran las jugadoras del Verge de Lluc, el primer equipo femenino de fútbol de Baleares. Entre 1970 y 1973 recorrió todas las Islas y media España jugando al balompié y se llegaron a enfrentar a la mismísima Lola Flores, que capitaneaba a un nutrido grupo de famosas folklóricas de la época, en un maratón dirigido a visibilizar el deporte femenino.
Con motivo del 8M, algunas de estas pioneras del fútbol se reúnen para recordar una época irrepetible para este barrio humilde de Palma, y son protagonistas de un vídeo junto a otros 14 testimonios de mujeres usuarias de las siete llars gestionadas por el Institut Mallorquí d'Afers Socials (IMAS). Esta es su historia.
«Salíamos como lobas al campo de fútbol», recuerda con cariño Encarna Mínguez, que ostentaba el dorsal número 6 y jugaba como mediocentro en el Verge de Lluc. «Teníamos entre 13 y 16 años y unirnos al equipo fue una forma de salir del barrio, conocer otras realidades, otros pueblos, incluso otras ciudades. Y también nos quitábamos de encima el yugo familiar. En aquella época estábamos muy atadas a nuestra casa y a nuestros padres», apunta Mínguez, ya jubilada, tras varias décadas trabajando en Marineland.
«Todo comenzó como un juego, pero había mucha calidad deportiva. Si hubiéramos competido en estos tiempos, seríamos profesionales y haríamos sombra al Madrid y al Barça femenino de hoy en día. A ver qué equipo tiene una jugadora como nuestra María Campos, que llegó a marcar 26 goles en 13 partidos. Era una fuera de serie. Está muy enferma ahora, pero le hubiera gustado estar aquí este día», finaliza la centrocampista.
El equipo femenino Verge de Lluc nació en diciembre de 1970, un año después de que empezara a competir la escuadra masculina, a instancias del empresario José Sempere Alfonsea, quien luego daría nombre al campo de fútbol de la barriada. Fueron las primeras de Baleares, aunque, todo hay que decirlo, el club Deportivo femenino de La Soledad nacería casi al mismo tiempo. Así, con estos dos equipos, el Archipiélago se uniría a los vientos de modernidad que recorrían todo el país. El fútbol femenino era una fiebre, y la capital palmesana no lo dejó escapar.
«Al principio íbamos al campo a ver competir a los chicos; algunos se convertirían en nuestros novios, incluso maridos», recuerda Carmen Ramírez, que se casó con un jugador de su homólogo masculino, y llevan ya casi cinco décadas juntos. «Luego nos ofrecieron competir y todas aceptamos. Yo, por ejemplo, tenía 13 años y ya estaba trabajando en la farmacia del barrio. Imagínese lo que era jugar y desfogarse corriendo por el campo los fines de semana, después de una semana de trabajo y guardias. Era la gloria», dice orgullosa Ramírez, que lucía el número 3 y competía como defensa.
«Lo que más recuerdo de esos años como jugadora fue que todo el barrio nos apoyaba. Primero se reían, que a dónde íbamos, luego vieron cómo jugábamos y la gente ya no se perdía un partido. Nuestras familias eran las más entusiastas. La madre de una de las jugadoras era la masajista del equipo; otra se encargaba de lavar las equipaciones; mi madre repartía vasitos con te, y algo más debía echarle, porque salíamos 'como lobas' al campo. Recuerdo que se lo preguntaba el comentarista del partido '¿qué les han dado a estas chicas?'», apuntilla con sorna Antonia Bau, defensa del Verge de Lluc con el número 11 y conocida como 'la rompejuegos'.
«Jugábamos en el campo del Mallorca y en el del Atlético Baleares, pero había otros en los que no había césped, solo piedras. En uno de esos encuentros me rompí la pierna», recuerda Bau, que se quedó embarazada durante los años de gloria del equipo y se vio obligada a dejar el campo de juego. «No me arrepiento de nada. Fue una época irrepetible. Llegué a jugar durante tres meses encinta. Éramos unas inconscientes, pero qué momentos más dulces», dice Bau.
En este sentido, ella y sus compañeras piden que Verge de Lluc cuente un campo de fútbol en condiciones, una de las reivindicaciones históricas de la asociación de vecinos del barrio, que han conseguido arrancarle al Consistorio palmesano la promesa de tenerlo en 2023. «Fue una forma de cohesionar durante una época irrepetible este barrio de gente humilde, que se dedicaba a trabajar y a vivir el día a día. De repente, todos nos venían a ver jugar, celebraban nuestras victorias, nos apoyaban... con un campo nuevo, podría volver a suceder».
A los tres años el equipo se terminaría disolviendo. Las integrantes del equipo crecieron, empezaron a trabajar y se casaron. Es el caso de Juana Rodríguez, portera del equipo, que entró a trabajar en la grifería Casa Buades, y le tocó olvidarse del fútbol, aunque no de sus compañeras ni de la pasión por el balón. «Ahora nos quedan los recuerdos. Nos tuvimos que ir escoltadas tras ganas al equipo femenino de S'Horta. Nos tiraban piedras. Y llegamos a enfrentarnos a la mismísima Lola Flores en un encuentro deportivo para visibilizar el fútbol femenino. Su equipo de folklóricas estaba formado por Rocío Jurado, Conchita Bautista, Encarna Polo o Marujita Díaz, entre otras... Ay, ¡qué recuerdos!», señala Rodríguez.
Aunque algunas de las amistades que se forjaron en el Verge de Lluc se han perdido con los años, la mayoría se mantienen unidas. Han pasado del campo de fútbol al Llar Reina Sofía, su nuevo punto de encuentro. La edad y los tiempos cambian, las ganas de vivir no.