Sentarse en el puesto de trabajo con una sonrisa pintada en la cara es casi meritorio en los tiempos complicados que ha instalado entre nosotros la pandemia de coronavirus. No siempre es fácil pero no hay que tirar la toalla. La imagen de Caterina Perelló (Llubí, 1998) sentada en el asiento de conductora de su autocar plasma una felicidad de lo más auténtica. ¿Cuál es la historia que se esconde tras esta mallorquina, a quien las redes sociales han sacado de algún modo del anonimato en las últimas horas?
Hablamos de una mujer mallorquina de 24 años que siente auténtica fascinación por los autocares, en los que se acaba de estrenar profesionalmente esta misma semana. Lo suyo es serio. «Cuando paseo con amigas por la calle, ellas se giran para mirar una tienda. Yo me quedo mirando un autocar al pasar», explica. Desde niña los grandes vehículos de transporte público le habían llamado poderosamente la atención. Hace un tiempo, trabajando en el acompañamiento del transporte escolar, supo que salir al asfalto conduciendo el autocar iba a ser su profesión, a pesar de haberse formado en Educación Infantil. «Eso era lo que verdaderamente quería. Disfruto de conducir, también con el coche. Me despeja mucho».
Perelló verbalizó por primera vez su objetivo de manejar un autocar de varias toneladas nada más obtener el permiso de conducir. Sin embargo tuvo que esperar un tiempo, hasta cumplir los 24 años reglamentarios, para acceder a las pruebas de conocimientos teóricos y prácticos que cualquiera que quiera obtener una licencia de conducción de vehículos de gran tonelaje debe acreditar. «Las personas más mayores a veces dicen ‘qué haces con el autocar', o ‘es un trabajo de hombres'. Yo no lo creo». Según ella las mujeres son cada vez más visibles en puestos de trabajo como el suyo; «ya hay bastantes mujeres conduciendo en los autocares del TIB», constata refiriéndose al transporte público por carretera de Mallorca.
Cuál es la historia de la imagen, que incorporan estas líneas y que ha llegado a miles de usuarios de la Isla a través de las redes sociales en las últimas horas. «Trabajo en el transporte discrecional escolar en la zona de Sineu. En un momento dado, al principio de la jornada, estaba sola dentro del autocar, por eso estoy con la mascarilla bajada. Mis compañeros, desde fuera me decían cosas y yo no les oía nada. Luego me empezaron a hacer bromas y alguno me retrató. Al pasarme la foto me gustó mucho y decidí compartirla. Ni de coña pensaba que tendría esta repercusión», explica. Y es que la gente reacciona favorablemente a lo que es sano, sencillo y poco artificioso, dando así la medida y la grandeza de las cosas pequeñas.