Ahora hará unos diez años que Salvador Martínez, propietario de la sauna Spartacus, se transforma en La Gran Sara, y sale a cantar al escenario que le contrata. «Antes, más que ahora –dice–. Y la pandemia es la causante de que sea así. Sin embargo, cuando actúo, lleno. Lo digo porque en mi última aparición en Status, en la sala no cabía nadie más. Y entre el público, muy diverso, estaba La Terremoto de Alcorcón, que al final se animó a subir al escenario a bailar conmigo».
«... y descubrí que era gay»
Salvador, que antes de instalarse en Palma, donde abrió la citada sauna, vivía en Valencia, ciudad en la que nació, estaba casado, era padre de dos niñas y trabajaba de albañil… Y era heterosexual. «Lo de que soy gay lo descubrí cuando contacté con el mundillo gay, que me atrajo… Pues por eso, porque yo era gay y no lo sabía, hasta que ahí vi que lo era. ¿Que cómo se lo expliqué a mi mujer…? En realidad, ella intuía que estaba ocurriendo algo, pues veía que mi fogosidad no era como la de antes… Por eso no paraba de preguntarme si la engañaba con otra mujer… E insistió tanto, que un día me sinceré: ‘Te estoy engañando con un hombre', le dije. Ella, como es normal, no solo se enfadó, sino que se divorció de mí. Lo hicimos ante el juez. Ella se quedó con una parte de lo nuestro y yo con la otra. Me fui a vivir solo, y a poco un amigo me dijo que en Palma había una persona que quería alquilar un local y… Pues que me vine, lo alquilé y abrí la sauna. En cuanto a mi exmujer… Nos llevamos muy bien. Igual que con mis hijas, que en ningún momento han ocultado que su padre es gay. Y no solo nos llevamos bien, sino que nos vemos… En unos día voy a Valencia para estar con ellas».
«Pido el pasaporte COVID»
Por tanto, Salvador, ahora tiene dos frentes abiertos: la sauna y La Gran Sara. «Por la COVID, la sauna no ha atravesado buenos momentos, de los que afortunadamente se está recuperando. En realidad, eso les ha pasado a todos los empresarios. Incluso los hay que han tenido que cerrar. Afortunadamente, como digo, y más ahora, con el aforo al 75 por ciento, nos estamos recuperando. ¿Qué si pido el pasaporte COVID? ¡Por supuesto! –lo asegura mostrándonos el suyo–. ¿Ves? Es el de tres vacunas… ¿Que si me pondría una cuarta…? ¡Hombre!, si nos dicen que nos la hemos de poner, me la pondré, porque creo que quienes lo ordenan quieren lo mejor para nosotros. Por eso pido el pasaporte a mis clientes, y ninguno se ha enfadado por ello… Hubo uno que me dijo que lo había olvidado en el coche… Le dije que lo fuera a buscar… Y lo fue a buscar».
Salvador, cuando se transforma en La Gran Sara –tarda en ello unas dos horas– es provocador, en cambio como empresario, es discreto. Ve y calla. Por eso, si le preguntas por sus clientes, no responde. «Y es que no queda más remedio que ser así. Mis clientes buscan discreción y yo se la doy. Es que ni siquiera les pregunto si son gays, bisexuales o heterosexuales… En cambio, cuando me subo al escenario, transformado en La Gran Sara, mi comportamiento cambia radicalmente, porque para transmitir mi arte debo de ser más abierto, incluso he de provocar».
Por eso de la discreción, asegura que en su sauna no hay chaperos. «En la entrada hay un cartel que deja muy claro que no son admitidos. Y en el caso de que se cuele alguno, pues en la puerta no pido quién es quien entra, a nada que me entero le digo que salga».
TicToc: 116.609 seguidores
Volviendo al transformismo, reconoce que él se lleva bien con todos los transformistas, que en la Isla serán ocho o diez. «¡Hombre!, no digo que alguno pretenda ser la mejor, lo cual me parece bien… Pero en general hay buen ambiente entre nosotros». Y en cuanto a locales donde actuar, confiesa que hay pocos. «Dos, que yo sepa, el THE2 y el Status, por lo que encuentro que tendría que haber más».
Nos ha llamado la atención desde siempre, pero más últimamente, pues han ganado en volumen, los pechos de La Gran Sara. «Son de silicona –nos aclara–. Los ves, o los tocas, y parecen naturales. Hasta en esos detalles soy meticuloso. Porque si te los pones, que sean buenos, ¿no?».
Por último, y al margen del transformismo y de la sauna, Salvador, tras desear a todos lo mejor en este 2022, nos dice que, vía Internet, tiene un hobby que cuida mucho, y que se llama Tic Toc. «Estoy en él desde agosto del año pasado y tengo ya 116.609 seguidores –y para que no dudemos, nos lo muestra entrando en su cuenta–, y en una ocasión, uno de mis Tic Toc alcanzó los cuatro millones de visitas», dato que también nos enseña.
La rotonda
Nuestro ciudadano anónimo, que es como el ojo que todo lo ve, nos manda la fotografía que ven a la izquierda. Es de la rotonda que hay en Son Rapinya, nos dice. «Por lo que sé –añade–, el Ajuntament se la dio a la asociación de vecinos para que la ornamentara con árboles y plantas y... Pues que ahí está, algo desangelada, ¿no?. Es decir, demasiada tierra y poco verde».
Nuestro informante –a quien, de ser responsable de Mantenimiento, ficharía para que me informara de lo que en Palma necesita mano de obra urgente–, agradece el esfuerzo que ha hecho la citada asociación vecinal, «pero si el Ajuntament, que los debe de tener en nómina, hubiera dejado que el paisajista hubiera señalado cuánto necesita esa rotonda, y encima la hubiera diseñado, ahora estaríamos hablando de otra cosa». ¡Ojo! Desde aquí no decimos que la rotonda esté mal, sino que podría estar mejor, eh...