La que os contamos hoy es una historia preciosa. Es una historia de cariño, empatía, solidaridad y ¡amor! hasta la muerte. Una historia que sucede a menudo, y puede que no muy lejos de donde tú vives…
Llevarlo a todas las Islas
Laura Cañellas García es músicoterapeuta, además de pedagoga, orientadora y educadora social. Es, además, joven, y cabeza visible de la asociación Acompa Sons, que desde un tiempo a esta parte ha tomado el relevo de otra, Ángeles sin alas, cuyo objetivo era asistir a los niños en cuidados paliativos en la recta final de su vida. Una gran labor, sin duda. Un hermosa labor, además. Aunque ella, ellos –Acompa Sons–, el acompañamiento lo hacen con música –guitarra, ukelele, pandereta…–, también desde sus domicilios, junto con la familia, padres, hermanos, abuelos, amigos… Una labor que solo, ahora, hacen ellos, «aunque nuestra intención –nos dice Laura– es llevar Acompa Sons al resto de islas Balears, para lo que hemos de contar con más musicoterapeutas y medios, de lo cual, me refiero a esto último, se están ocupando otros compañeros de la junta».
Naturalmente –y antes de proseguir–, hay que puntualizar que, al igual que Ángeles sin alas, Acompa Sons es coordinado junto con la Unidad de Cuidados Paliativos Pediátricos de Son Espases, «por un equipo dirigido por pediatras, que son quienes nos indican a dónde hemos de ir y marcan los objetivos a alcanzar, a la vez que nos ayudan a resolver cuantos problemas y dudas tengamos. Es más –añade–, a título particular, cuento también con la ayuda de un terapeuta, pues a veces el trabajo es duro, sobre todo en lo emocional, pues tienes delante de ti a un niño, o a un joven, ya que asistimos a enfermos paliativos de 0 a 18 años, que están en la recta final de su vida. Porque encima –apostilla–, hoy día, de la muerte es algo de lo que nadie quiere hablar, ni tampoco estamos preparados para recibirla…».
Somos bien recibidos
Otra de las cosas a tener en cuenta es la familia del paliativo. «Naturalmente, está avisada de que vamos a ir. El primer día, aunque notas cierto desconcierto en ella, por norma general te suele recibir bien. Por ello, y a fin de que entiendan nuestro trabajo, lo primero que tienes que hacer es exponerles lo que vamos a hacer. Y hacerlo con mucho respeto, humildad y, sobre todo, mostrando empatía. Porque, como digo, la familia vive su conflicto particular… Por eso, cuando voy a un domicilio pienso en que voy a llevar la música allí con la intención de mitigar el dolor y la preocupación que está presente, sustituyéndolos por la música, y a veces por los silencios, que son otra forma de comunicarnos, con lo cual vas viendo que ellos, paliativo y familia, poco a poco, van participando hasta entregarse plenamente a los sonidos de la vida que estamos creando. Incluso hay veces que creamos una canción relacionada con el momento que estamos viviendo en la que nosotros somos los protagonistas, canción que cantamos todos... Canción que si podemos, cantamos cuando se está yendo… Sí, cantamos todos… Y él, o ella, también…».
Efectos de la musicoterapia
Por otra parte, asegura Laura, «la musicoterapia mitiga el sufrimiento, la ansiedad y el dolor, a la vez que en él, o en ella, hace que aumente la autoestima y el saber cómo expresarse, lo cual no solo le da más calidad de vida, sino que, además, facilita el posterior duelo. Naturalmente –añade–, siendo buena, como he apuntado, la musicoterapia no cura, pero sí cuida, ayudando a que la respiración mejore, a la vez que rompe la barrera con la muerte creando sonidos de vida. Y por ser un lenguaje universal, te agita. Y si tú te agitas, él, o ella, también».
Historias que llegan al alma
Laura tiene mil historias que contar en torno a su trabajo como músicoterapeuta. Sí, porque además de haber abierto un blog en el que expone sus vivencias, podría escribir un libro. O varios. Libros en los que contaría cómo son sus niños y los padres de estos, cómo son esas canciones que compone contando historias en las que ese peque y sus papis son los protagonistas, y que luego cantan entre todos… Y también cómo es el final… Y antes, cómo es el camino hasta él…
Historias tiernas, como la que escribió en su blog sobre una niña «a quien le costaba mover mucho sus bracitos porque los tiene muuuuuuuy flojitos. Y hoy, después de semanas trabajándolo, y sin haber tenido un buen día, nos ha sorprendido y nos ha regalado un momentazo de esos que permanecen en la memoria. Ella solita ha movido su brazo, lo ha colocado cerca del ukelele y ha metido el dedito para sujetarse ahí, y permanecer en la vibración…».
Ni que decir tiene que, además de sensible, Laura es una mujer activa, que está encantada con su trabajo. Duro, sí. Pero un trabajo que le llena. «Porque adoro lo que hago –nos dice, repitiendo lo que escribió un día en dicho blog–, porque adoro a la familia que visito, porque adoro la musicoterapia, porque adoro la vida».