Desde el Observatorio Autonómico del Suicidio, su responsable, Nicole Haber, trabaja para incrementar la prevención del suicidio y dar cobertura a quienes se encuentran en un proceso de desapego a la vida. Lo hace con la dificultad añadida de tener que escarbar para sacar a la luz una problemática que sigue siendo hoy tabú, pero que cada año mata a más personas que los accidentes de tráfico o la violencia machista.
¿Cómo ha afectado la pandemia?
—Nuestros datos hablan de un incremento del 30 % en las tentativas de suicidio entre jóvenes desde noviembre de 2019. De hecho, entre adultos el porcentaje es todavía mayor, con hasta un 50 % de incremento en la población adulta desde el pasado verano. Una problemática que se extiende además a nivel mundial.
El tratamiento del suicidio en los medios de comunicación ha sido un debate que ha ido variando con el tiempo, desde su ocultación hasta la necesidad de abordar el problema. ¿Cuál es su opinión?
—Yo soy partidaria de hablar del tema, de afrontarlo, pero no desde un punto de vista morboso. No se debe explicar el método empleado, como ha ocurrido en el caso de Verónica Forqué. Y no se debe entrar en una especulación constante sobre el motivo en sí, porque ninguna muerte voluntaria es unifactorial.
¿Quiere decir que, mal abordado por la opinión pública, sí puede provocar el temido efecto contagio?
–Hay personas que, atravesando un momento vulnerable, pueden llegar a inclinar la balanza hacia la muerte por una suerte de mimetismo. No se puede hablar a la ligera del suicidio, de la misma forma que los medios de comunicación tampoco explican los detalles de cómo se fabrica la bomba con la que los terroristas provocan una masacre.
¿Coincide con la afirmación de que nos encontramos ante una emergencia psiquiátrica?
–Yo prefiero la expresión ‘psicológica', pero sí es cierto que la salud mental es un problema en auge y por eso en Balears intentamos que la Atención Primaria esté bien preparada para recibir estos casos y poder diagnosticarlos y derivarlos de forma correcta.