Con 15 años, Jordi Asensio (Palma, 1990) emprendió su primera gran aventura en compañía de su padre, «en lugar de Port Aventura me llevaron a un campamento de refugiados saharauis». Más viajero que turista, Jordi ha recorrido medio mundo en solitario, «cojo mi maleta y me voy sin billete de vuelta. Los viajes son una medicina natural para mí, con la que desconecto de todo». En busca de nuevas correrías, el pasado 18 de octubre decidió lanzarse al Camino de Santiago. «Pasé la pandemia solo, en casa. Mis ganas de volver a viajar explosionaron. Escogí el camino porque entendí que era un viaje más físico y espiritual, donde podía encontrarme.
Tras la pandemia no tenía ganas de irme lejos, sino a un lugar tranquilo donde disponer de más tiempo para mí mismo», afirma Jordi, que emprendió la marcha desde Roncesvalles, separada por 790 kilómetros de Santiago. Sin una previa preparación física, Jordi ha caminado una media de 25 a 35 kilómetros diarios, sin más equipaje que su mochila, siempre a su espalda, en la que lleva lo imprescindible: tres mudas y unos vaqueros. «Al principio resultaba muy complicado aguantar el ritmo, pero el cuerpo acaba habituándose con el tiempo». Del viaje destaca la belleza del paisaje, que cambia de forma constante, la gran sintonía con el resto de peregrinos, «el camino saca la mejor versión de cada persona», y el buen ambiente que reina en los albergues, «donde te reúnes con la gente que ha hecho la misma etapa e intercambias situaciones y experiencias».
En cuanto al presupuesto necesario, el peregrino asegura que el camino puede realizarse con unos 35 euros diarios, y aconseja la experiencia con fervor, emocionado por todas las vivencias que le ha regalado. «El camino convierte lo normal en extraordinario, es algo mágico. Hay días en los que caminas solo durante horas. Entonces el tiempo se detiene; sigues andando y reorganizas tu vida. Es algo difícil de explicar, pero quien se anime a hacerlo, lo comprenderá».
Pero todo acaba. El pasado domingo, tras mucho caminar, Jordi alcanzó la imponente Catedral de Santiago de Compostela. «A medida que me aproximaba al final, crecía un sentimiento de tristeza. Cuando alcancé la Catedral las emociones se contradecían; se me saltaban las lágrimas en una mezcla de alegría y melancolía. Ni quería ni estaba preparado para volver, por lo que decidí seguir mi camino». En este momento, Asensio se encuentra de camino a Finisterre. Allí se encontrará con su madre, que quiere ver a su hijo antes de que emprenda la segunda gran etapa de su viaje: el Camino Portugués.